Hay todo un género periodístico- bucólico- informativo en la producción editorial americana consistente en libros que intentan explicar “lo rural”, ese lugar misterioso e intrigante que se sitúa más allá de las áreas metropolitanas del país.
Estos volúmenes varían en formato y enfoque, oscilando desde lo personal a lo académico. Algunos parecen estar escritos como una especie de manual para rescatar a nativos, con el autor explicando cómo consiguió huir de Nowhere, Nebraska y llegar a lo más alto de la élite intelectual del país (ocho minutos de entrevista en Morning Joe). Otros habitan entre la melancolía y la nostalgia, hablando de una infancia misérrima pero entrañable, y cómo el tío Joe en el fondo es un hombre decente a pesar de que está convencido de que Hillary Clinton es antropófaga. También tenemos los inevitables libros de viajes, en los que un intelectual de Nueva York que se ha sacado el carnet de conducir hace tres semanas viaja a los más profundo del corazón rural de América y habla con gente en diners. Finalmente, tenemos los estudios digamos “sociológicos”, donde dos autores que han leído y estudiado mucho nos recopilan datos y evidencia empírica para explicarnos qué demonios está sucediendo en esos lugares llenos de tractores y vacas.
La calidad de estos volúmenes, por supuesto, es muy dispar. Hay auténticos bodrios insufribles sentimentaloides, turistas de la pobreza y elitistas trasnochados, gente que tiene sus ideas peculiares y quieren aplicarlas, y descripciones que tratan al campo como si fuera otro planeta. No he leído casi ningún monográfico de este estilo realmente excelente; los más sugerentes o bien eran conscientemente poco ambiciosos y centrados en hablar de la complejidad de lo que veían (Our Towns, de James Fallows1) o bien eran conscientes de su subjetividad (Hillbilly Elegy, de J.D. Vance2). Dado el enorme poder político de los votantes en zonas rurales y su cada vez más extravagantes (vistas desde las dos costas) posiciones políticas, parece que nunca habrá falta de estas historias.
Campesinos airados
Estos días, un libro de la variedad “intelectuales observando campesinos desde lejos” ha generado una enorme cantidad de debate y ruido mediático. El título, White Rural Rage (“Ira blanca rural”), no es precisamente sutil, aunque sus autores, Tom Schaller y Paul Waldman, insisten que fue idea de la editorial. No sé si creérmelos demasiado, porque una de sus tesis principales es que las tendencias autoritarias de los votantes blancos de zonas rurales son una “amenaza a la democracia americana”.
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