El jueves por la noche el presidente Joe Biden dio un discurso ante Independence Hall en Filadelfia en horario de máxima audiencia.
Esto no es del todo habitual; los presidentes no acostumbran a tener intervenciones públicas a esas horas. Lo habitual es que hablen o tengan eventos noticiables a primera hora de la tarde, para que los noticiarios de las seis y media puedan informar sobre ello, y sean el tema que discutir en los canales de noticias por cable (CNN, Fox, MSNBC) esa noche. Si quieren hacer algo durante el primetime (de ocho a once) tiene que ser algo lo suficiente importante como para que las cadenas generalistas están dispuestas a cubrirlo en directo. Si no, quedará relegado a los noticieros locales de las once, que tienen menos audiencia, y seguramente quedará olvidado el día siguiente.
Cuando la Casa Blanca informa que el presidente dará un discurso a esas horas, entonces, siempre se produce una negociación implícita entre las networks y los responsables de prensa de la administración. Los periodistas reciben un avance sobre lo que quiere decir el presidente, y las cadenas evalúan si es lo suficiente importante como para interrumpir la programación habitual y emitirlo en directo. Hay días, como cuando Obama anunció la muerte de Bin Laden, que no hay duda alguna, y el jefe del ejecutivo tiene todas las televisiones a su disposición. Hay otros, como el día en que Obama dio un discurso sobre inmigración el 2014, en que deciden que no es lo suficiente importante, y su intervención queda relegada a CNN y compañía y con suerte 30 segundos en los informativos al día siguiente.
El discurso
Joe Biden dio el jueves un discurso en el que avisó a los ciudadanos de Estados Unidos que la democracia americana está en peligro. Habló sobre cómo un número considerable de políticos americanos, concentrados en un partido republicano atenazado por un líder autoritario, están trabajando activamente para subvertir el régimen democrático. Y habló directamente sobre cómo Donald Trump ya intentó invalidar el resultado de unas elecciones hace dos años, y sigue trabajando para repetir el intento.
Biden dijo cosas como esta, que en una democracia avanzada deberían ser una obviedad, pero que en Estados Unidos deben repetirse en voz alta:
Democracy cannot survive when one side believes there are only two outcomes to an election: Either they win or they were cheated … You can’t love your country only when you win.
Nada de lo que dijo Biden, por cierto, es mentira o una exageración interesada. A saber:
Lindsay Graham, senador por Carolina del Norte, amenazó abiertamente hace unos días con disturbios multitudinarios en todo el país si el departamento de justicia lleva a Trump a los tribunales por un delito increíblemente obvio de llevarse cajas de documentos secretos a casa.
Las amenazas de muerte y acoso a los funcionarios que se encargan de las elecciones se han convertido en rutina.
Lo mismo ha sucedido, por supuesto, con los jueces y fiscales que llevan casos contra Trump, así como los agentes del FBI que hicieron el registro.
Los republicanos están nominando chiflados negacionistas por todo el país que insisten que Biden no ganó las elecciones del 2020 de forma legítima.
Trump está hablando abiertamente de que indultará a todos los acusados de participar en el asalto al capitolio.
El 6 de enero del 2021 Trump dio un maldito golpe de estado, y medio partido republicano sigue defendiéndole.
El sector trumpista del partido republicano ha decidido que no va a aceptar el resultado de unas elecciones que no ganen ellos, pura y simplemente, y están hablando abiertamente de recurrir a la violencia si es necesario. El presidente de los Estados Unidos dio un discurso hablando sobre ello.
Las cadenas generalistas americanas decidieron que eso no era lo suficiente importante como para darlo en directo, ya que esto de defender la democracia es “partidista”.
Equidistancias imposibles
Esto es un problema. Los medios de comunicación americanos, tras más de seis años de trumpismo, siguen sin entender que la equidistancia, lo de poner un micrófono delante de cada partido y tratarlos como iguales, es insostenible. En Estados Unidos hay un partido político que cree en la democracia y otro que tiene como líder de facto a alguien que quiere destruirla. El hecho de que los miembros del partido que quieren destruir la democracia (y que ya han dado un golpe de estado) ha sido tratado como elemento suficiente como declarar la defensa de la democracia como algo “polémico”, y decidir que las palabras del presidente son “ideológicas”.
Uno no puede tratar esto como un debate entre iguales. Uno no puede decir que hay un “desacuerdo” en defender la democracia. Pero como la posición por defecto del periodismo americano es que hay dos partidos, dos opiniones, y yo sólo pongo un micrófono e informo de la polémica, hemos acabado con un montón de cretinos básicamente fascistas ganando elecciones y tratados como si fueran lo más normal del mundo.
Crítica teatral
Pero no os preocupéis, que la cosa puede ser peor. En CNN, que desde que fue comprada por Discovery está purgando izquierdistas y moviéndose hacia la equidistancia idiota como nadie, decidieron que el problema del debate era la escenografía. Más en concreto, que dos marines estuvieran en el fondo de la imagen en algunos encuadres, cosa que denota una peligrosa politización de las fuerzas armadas o algo peor.
Por supuesto, no hay precedente histórico alguno de un presidente dando un discurso sobre la democracia en Estados Unidos y la necesidad de defenderla ante una insurrección con tropas de fondo:
Los presidentes americanos hablan delante de soldados constantemente, pero oye, da igual. Los medios llevan dos días de crítica teatral, hablando de escenografía sin cesar. Que, a ver, es cierto que era un poco desafortunada en su seriedad, pero estamos hablando sobre salvar la democracia. Quizás hablar, aunque sea un poco, sobre el fondo del discurso no estaría mal.
Un peligro real
Estados Unidos, por supuesto, es probablemente demasiado rico y próspero para sufrir una involución democrática. Es posible que algunos estados adopten leyes tan contra mayoritarias como para hacer la alternancia política casi imposible. No creo, no obstante, que veamos un descenso hacia una “democradura” estilo húngaro (que es, por cierto, el modelo explícito de gran parte del partido republicano, no lo olvidemos), ni nada por el estilo.
Pero esto no quiere decir que los trumpistas no puedan hacer aún más daño al país, sea con otra algarada como la del seis de enero, sea con ataques de extremistas violentos: el peligro es real, y si no se lo toman en serio, Estados Unidos puede tener unos años muy, muy turbulentos políticamente.
Los medios de comunicación americanos, por desgracia, parecen incapaces de tomarse nada en serio.
Ahora mismo hay un caldo de cultivo alimentado por el precio de la energía y las materias primas, la inflación llegará al bolsillo de los norteamericanos y estallará. No sé el qué pero algo va a estallar.
Sinceramente, veo con este tema un cisne negro bastante posible. De esos que después todo el mundo dice que era evidente pero que estando metidos no nos creemos que pueda pasar. Ojalá me confunda.