El predictómetro, edición 2021
Donde repaso a todas mis predicciones de este año y explico dónde me he equivocado
A finales del año pasado escribí un artículo que quiero que se convierta en una tradición: un repaso de todas las cosas en las que me he equivocado.
La idea, fusilada de un viejo artículo de David Weigel, es que cualquier opinador debe ser capaz de evaluar su propia competencia revisando todas las bobadas que ha dicho durante los últimos doce meses. Es una forma de recordarnos a nosotros mismos que somos mortales, por un lado, y avisar a todos los lectores insensatos que hacen bien de fiarse de lo que escribimos que en el fondo también somos unos patanes.
Aquí tenemos, entonces, mis grandes éxitos de este 2021. Un año tranquilo, dicen, que empezó con un golpe de estado.
Trump y el partido republicano
La telenovela que es la relación del partido republicano con Trump tomó un giro trágico el seis de enero, con el asalto al Capitolio. Justo después del asalto, muchas voces dentro del partido republicano se levantaron indignadas contra el presidente, condenando sus mentiras sobre las elecciones y su apoyo (explícito) a un golpe de estado. Se habló, incluso, de impeachment, algo inaudito para una persona a la que le quedaban menos de dos semanas en el cargo.
El trece de enero escribía que, a pesar de que las voces del GOP en contra de Trump eran más fuertes que nunca, tenía serias dudas de que eso fuera a suceder. El partido republicano era el partido de Trump; no creía que más de una docena de representantes fueran a apoyar cesar al presidente, y el senado no le juzgaría hasta después de las elecciones. Eso fue lo que sucedió.
Como predicción, no es que fuera demasiado extraordinaria; es fácil acertar cuando apuestas que los políticos serán unos cobardes. Lo que sí me ha sorprendido, sin embargo, es que la esperada guerra civil entre republicanos pro-Trump y republicanos moderados ha acabado en una purga casi completa de los segundos, incluyendo la defenestración de alguien tan conservadora como Liz Cheney. Trump sobrevivió con algo menos holgura de la esperada el impeachment en el senado (57-43, cuando necesitaban 67 para condena), pero ese fue el punto culminante de la resistencia republicana. En los meses sucesivos, han sido los chiflados terminales estilo Marjorie Taylor Greene los que han pasado a dominar la agenda del partido. El GOP está abrazando el autoritarismo de forma preocupante, y la facción fascista del partido se está imponiendo.
Como decía en junio, el problema no era Trump. El problema es el GOP.
La presidencia de Biden
El día en que Biden tomó posesión de su cargo hablé sobre la montaña de trabajo que tenía ante sí y el escaso y muy, muy limitado ancho de banda que tiene el congreso para afrontar todos estos problemas. Ya el seis de enero hablaba también sobre el que iba a ser Emperador y Señor de todas las Américas Joe Manchin, y de lo complicado que iba a resultar tener a este señor como votante mediano en el senado.
No importa. Allá por mayo, teníamos todo de columnistas diciendo que Biden era FDR resucitado, un presidente revolucionario lanzando el país hacia un nuevo futuro de izquierdas. Mi reacción fue mirar al senado, contar hasta cincuenta, y decir que no.
Acerté, aunque de nuevo, esta no era una predicción especialmente complicada. Primero, porque bastaba leer el programa legislativo de Biden para darse cuenta de que era mucho más moderado de lo que se decía, implementado cosas que había defendido ya en las primarias, y segundo porque bueno, Joe Manchin, el senado, y filibusterismos.
Biden ha sacado dos leyes francamente importantes, sin duda (un plan de estímulo enorme y un plan de infraestructuras), pero su agenda sobre cambio climático y reformas del estado de bienestar se ha topado con ya-sabéis-quién. No está claro si el Rey y Señor de los Apalaches está negociando o es un veto completo (mi intuición es que es lo primero, y sus objeciones son más razonables de lo que parecen), pero desde luego el paquete final, de haberlo, será más modesto de lo que quiere el presidente. Sobre la reforma electoral, en este caso es Kyrsten Sinema la que parece ser el principal escollo, y su aprobación parece ser aún más difícil.
El partido no se ha acabado, y mi sensación sigue siendo que los demócratas aprobarán algo (lo que Manchin quiera) a principios del año que viene. Aun así, creo que mi intuición de que el escenario político era complicado no iba desencaminada.
Afganistán
En abril escribía que uno de los grandes aciertos de Trump fue tomar la decisión de salir de Afganistán de una vez. También comentaba que el primer gran acierto de Biden fue llevarla a la práctica, y hacerlo de inmediato.
La retirada fue más complicada de lo esperado, pero menos desastrosa de lo que los medios dijeron entonces. Tras varias semanas de caos y una evacuación que sacó cientos de miles de personas del país con apenas bajas, cuatro meses después, prácticamente nadie se acuerda de la guerra o presta la más remota atención a lo que está sucediendo ahí fuera. Es decir, acerté.
Afganistán, mientras tanto, ha revertido a lo que siempre había sido, un secarral dejado de la mano de Dios gobernado por chiflados.
La popularidad de Biden
Donde sí que me equivoqué, sin embargo, fue al hablar sobre la popularidad de Biden. Tras la retirada de Afganistán y con la oleada de COVID causada por la variante Delta y la subida de la inflación, sus cifras de aprobación pasaron de un 50% a 42-43%. Mi intuición era que era un cambio transitorio. La realidad es que, a pesar de una ligera mejora en diciembre, se han quedado ahí.
En mi defensa, Afganistán parece no tener nada que ver con la impopularidad del presidente ahora en diciembre. Lo que está haciendo daño a Biden es la pandemia, que a pesar de los pesares sigue matando más de mil americanos cada día, la inflación, y la economía en general. Por añadido, hay un número considerable de votantes demócratas decepcionados con los problemas legislativos de la agenda del presidente en el congreso.
Aun así, creo subestimé los problemas potenciales a los que se enfrentaba la administración durante el otoño. Y lo que es peor, me olvidé del hecho de que los votantes no valoran los resultados de los políticos según el contexto, sino que sólo miran lo que tienen delante. Importa bien poco que la pandemia siga siendo un problema debido al entusiasta troleo republicano y una mutación inesperada del virus. Seguimos en ella, y la culpa se la echarán al presidente.
La pandemia
Nunca me acabé de creer que el partido republicano hiciera campaña a favor de una enfermedad mortal que ha matado a cientos de miles de sus votantes, pero eso es lo que ha estado sucediendo a lo largo del año. Empecé a cambiar de opinión en julio, y tristemente, el GOP acabó por darme la razón.
Me equivoqué, sin embargo, en una cosa: que Trump nunca hablaría a favor de la vacuna. Este fin de semana lo ha hecho, y ha pedido a su propio partido que hablen de ellas como su legado.
Ya sabemos, un reloj roto da la hora correctamente dos veces al día, etcétera. Pero oye, lo ha dicho. Veremos si le hacen caso; el público que asistía al evento le abucheó cuando habló sobre ello.
La caída de Andrew Cuomo
Escribía en marzo que una de las diferencias entre demócratas y republicanos es que los primeros están dispuestos a devorar a sus políticos cuando son pillados en un escándalo, mientras que el GOP acostumbra a cerrar filas, caiga quien caiga. Vaticiné entonces la caída de Andrew Cuomo como gobernador de Nueva York… y el tipo acabó palmando en agosto.
Vamos a llamarlo medio acierto, porque me sorprendió que durara tanto.
Aborto
Es aún temprano y no tenemos sentencia definitiva sobre los dos casos sobre derecho al aborto que el supremo decidirá este año. En septiembre decía que la reacción de los jueces conservadores ante el primero de los dos casos (Texas) era una señal clara que este año iban a intentar derogar o debilitar Roe v. Wade, el caso sobre el que sustenta este derecho. La vista oral en el segundo pleito (Dobbs) dejó bastante claro sobre el camino que quieren tomar.
De momento, han dejado que la draconiana ley de Texas siga en vigor mientras va a juicio, algo muy inusual en estos casos. No tenemos sentencia final, pero creo que la incógnita será qué criterio establecen (si van a por Roe directamente o no), no si el aborto será restringido.
Resumiendo: menudo año
En un año sin elecciones no es demasiado difícil tener más aciertos que errores, así que tampoco me voy a poner medallas. Hay varios temas, además, que han quedado aplazados para el año que viene, como aborto y el resto de la agenda política de Biden. Otros no me atreví a decir nada, como es el caso de la inflación; la reserva federal ha empezado a hacer lo que se esperaba de ella, pero veremos si funciona. Las dos constantes del sistema político americano, no obstante (hacer cualquier cosa es difícil y el GOP siempre va a peor), siempre parecen funcionar.
Y de fondo, por supuesto, tenemos las midterms. Lo previsible es que acaben mal para los demócratas, pero nunca se sabe.
Recordatorio:
Quedan cuatro días, cuatro, para suscribirse a Four Freedoms con el descuento navideño. Si os gusta lo que escribo, ya sabéis qué toca.