No sucede a menudo en que puedo escribir artículos que combinan trenes, política y Estados Unidos al mismo tiempo, pero esta semana el sector ferroviario americano me ofrece una rara oportunidad de hacerlo. Si nada cambia en las próximas horas, los trabajadores de todas las grandes empresas ferroviarias privadas del país irán a la huelga este viernes.
Las consecuencias de una huelga
Empecemos por las consecuencias, porque son mucho más importantes de lo que sería una huelga equivalente en casi cualquier lugar de Europa. La UE mueve menos de un 17% de sus mercancías por ferrocarril. En Estados Unidos, un 40% del tráfico de mercancías de larga distancia lo manejan trenes (28% del total), así que una parada completa del sistema tendría un impacto tremendo. Y dado que hablamos de empresas privadas, no habría servicios mínimos que valgan. Un montón de industrias que dependen exclusivamente del ferrocarril, incluyendo el enorme sector agroalimentario del país, se quedarían sin manera de mover un gramo de carga.
Explicar el origen de la huelga es a la vez simple y complicado. La parte simple es el hecho de que los operadores ferroviarios americanos tienen unas condiciones laborales absolutamente demenciales, completamente incomprensibles en un país civilizado.
Condiciones laborales atroces
BNSF, una de los siete Class I railroads (ferrocarriles de primera clase, las siete empresas más grandes del país), implementó hace poco un sistema que llaman Hi-Viz para gestionar su plantilla. Los empleados tienen una especie de carné de puntos (30) para controlar su asistencia al trabajo. Cada vez que no se presentan, pierden una cantidad determinada (de 2 a 28) dependiendo de la “falta”. Junto a este carné, la empresa exige a sus empleados disponibilidad absoluta 29 días de cada mes; si les llaman a trabajar, deben presentarse de inmediato, o perder puntos de forma automática. El sistema fue tan impopular que cientos de empleados dimitieron de inmediato, forzando a BNSF a suavizarlo, pero los sindicatos insisten, con razón, que las alteraciones son meramente cosméticas.
Aunque BNSF es seguramente la empresa más salvaje en este aspecto, todo el sector funciona con este alegre desprecio hacia sus trabajadores. Hay motivos de sobra para ir a la huelga.
Una obsesión por la productividad
Ahora viene la parte complicada. Empecemos, primero por los motivos que han llevado a los ferrocarriles a adoptar estas prácticas, porque son el resultado de cambios institucionales del sector en años recientes.
Este (largo) artículo de Uday Schultz da una buena explicación de lo sucedido. Básicamente, la brutal crisis del ferrocarril a finales de los sesenta (con la desaparición de servicios de viajeros y la creación de Amtrak) dejó tras de sí una red sobredimensionada, mucha de ella en mal estado, que no podía competir con la carretera en las mercancías con mayor valor añadido. Una oleada de bancarrotas, fusiones forzosas y más bancarrotas culminaron finalmente en la desregulación del sector aprobada por Carter en 1980 (nota: la mayoría de las desregulaciones “famosas” las aprobó Carter, no Reagan) que finalmente permitieron racionalizar la red.
Y la cosa funcionó bien, en muchos aspectos. Las empresas ferroviarias se concentraron en los mercados en los que el tren es imbatible, productos pesados y voluminosos (carbón, minerales, metal) y en transporte intermodal (contenedores). El sector se hinchó a hacer dinero. Wall Street descubrió estas empresas tan rentables (Warren Buffett compró BNSF, sin ir más lejos), y todo iba bien…
Hasta que dos problemas emergieron. Primero Wall Street quería más dinero, así que exigieron reducir costes. Los ferrocarriles se concentraron aún más en los sectores que eran más rentables (carbón, acero, contenedores) y dejaron de invertir en capacidad adicional. Tanto la cuota del mercado del tren en el total de carga, como el total de carga transportada, lleva disminuyendo desde el 2006. La producción de carbón ha caído, acero también, y la falta de inversión (y cuellos de botella en los puertos) han hecho que la única manera de mantener los márgenes de beneficio fuera recortar personal. El sector ha perdido casi un treinta por ciento de sus empleados en los cuatro últimos años, exigiendo a sus empleados cada vez más mientras tienen beneficios récord.
Hasta esta semana, cuando los empleados quizás los dejen en la estacada.
Huelgas a la americana
Finalmente, queda hablar de instituciones de derecho laboral, porque son también complicadas. Los ferroviarios americanos no se rigen por la NRLB (National Labor Relations Board), el sistema de relaciones sindicales que regula de manera draconiana a los trabajadores del país. La ley que regula el sector data de 1926 y es aún más estricta, estableciendo reglas muy concretas sobre negociación colectiva y huelga.
En este caso, tras meses y meses de negociaciones infructuosas, el gobierno federal tomó cartas en el asunto e impuso su mediación forzosa. Propusieron un nuevo convenio para el sector con un incremento salarial de 24% en dos años, pero deja sin cambios las bajas por enfermedad y disponibilidad de personal, así como las regulaciones sobre seguridad y tripulaciones.
En la mesa de negociación hay doce sindicatos. Tres han dicho que no, incluyendo las dos que representan a los maquinistas, de lejos las más maltratadas por los recortes y sistemas de gestión de personal. Que son los dos sindicatos que pueden cerrar el sistema por completo. Dado que además la legislación del sector (a diferencia de la ley “general”) permite huelgas secundarias (esto es, ir a la huelga en apoyo de otro sindicato) es probable que, si no hay acuerdo, no sean los únicos trabajadores que se queden en casa.
Lo que hace la Railway Labor Act especialmente divertida, sin embargo, es que en caso de huelga el congreso tiene autoridad para intervenir y forzar una solución a golpe de ley. Nadie sabe exactamente qué hacer (la última huelga fue hace 30 años), pero desde luego Biden y los demócratas ni quieren una huelga justo antes de las legislativas, ni quieren aprobar nada que cabree a los sindicatos. Lo más probable es que voten una resolución (como sucedió en 1991) designando un nuevo mediador y dándole dos meses de plazo para proponer un nuevo acuerdo.
Estoy seguro, de todos modos, de que nadie en la Casa Blanca o en el Congreso está contento en absoluto con este conflicto. Ahora falta ver si consiguen neutralizarlo sin que les estalle en la cara.
Bolas extra
Escribí una oda a la eficiencia de los ferrocarriles de mercancías en Estados Unidos hace unos años, antes de los recortes.
Ron DeSantis, gobernador de Florida, ha decidido que es una idea divertida meter a cincuenta inmigrantes indocumentados en un avión y dejarlos en Martha´s Vineyard, una isla frente a Massachusetts, sin avisar a nadie.
Trump realmente intentó que Estados Unidos comprara Groenlandia a los daneses. Era idea de Ronald Lauder, heredero de la empresa de cosméticos.
Parece que la huelga se ha parado porque las empresas han admitido no descontar puntos por bajas médicas (¡!) tras la intervención personal de Biden. Parece que ha esquivado una bala.