Los comentaristas americanos estas últimas semanas andan muy enganchados a una pregunta en los sondeos que les permite parecer gente preocupada y cabal: un porcentaje considerable de votantes (sobre un 25-30%) quieren saber más sobre las ideas de Kamala Harris.
Esta es la pregunta perfecta para el periodismo político americano. Pueden, por un lado, fingir que se preocupan mucho sobre políticas públicas y los programas de gobierno de los candidatos, algo que es muy de gente seria e inteligente. Por otro, pueden seguir hablando de lo que realmente les gusta, la estrategia de las campañas, preguntándose sin cesar sobre qué temas debe explicar Harris, dónde y cómo, mientras repasan una y otra vez lo que dicen las encuestas sobre “principales preocupaciones de los americanos” y “de qué candidato se fía usted más para resolver esta lista de temas”.
Por supuesto, cuando Harris ha concedido una entrevista, las preguntas nunca son sobre su programa político, sino “qué va usted a hacer para explicar a los americanos qué piensa” y “qué le parece que Trump le haya llamado gorda.”1 Porque en el fondo a los periodistas las políticas públicas (con muy pocas excepciones) suelen aburrirles profundamente.
Sobre campañas y medidas concretas
El pequeño gran secreto a voces de la comunicación política, tanto en Estados Unidos como en cualquier otro lugar, es que a los votantes los programas políticos de partidos y candidatos suelen importarles más bien poco. Primero, porque para la mayoría de gente normal (es decir, los que no están obsesionados con la política y se suscriben a boletines sobre el tema), los paquetes de medidas y propuestas son algo increíblemente aburrido, y tienen cosas mucho más importantes que leer que un resumen sobre política fiscal. Segundo, porque estas cosas son complicadas, y el porcentaje de votantes que entienden más de dos o tres temas concretos es muy limitada. Tercero, y más importante, porque casi todo el mundo sigue la política tomando atajos ideológicos, y tiende a dar la razón por defecto a los políticos que son de su partido, no importa demasiado lo que estén diciendo. El partido republicano era pro libre comercio hasta el 2016, y ahora son pro-aranceles; lo único que ha cambiado es la opinión del amado líder.
Esto no quiere decir que los programas políticos sean algo irrelevante. Son importantes porque cuando los políticos gobiernan suelen intentar sacar adelante su programa, por supuesto. Pero también son importantes en campaña como una estrategia crucial de comunicación política, aunque van en dirección contraria a lo que uno debería esperar.
La idea “convencional” es que los políticos hablan sobre sus propuestas y medidas, los votantes evalúan lo que dicen, y deciden en consecuencia. Lo que sucede en realidad es que las medidas y propuestas dicen algo sobre los políticos que las proponen, y los votantes utilizan esa impresión para formar sus opiniones.
Un hombre en la luna
Pongamos, por ejemplo, este discurso de este señor:
Aunque sigo sin aguantar a Kennedy, una parte importante de su mitología es fruto de su talento para proponer medidas que reflejaran cómo quería ser visto, la imagen y emociones que quería transmitir. En este discurso en concreto, tenemos una propuesta que es a la vez (relativamente) irrelevante pero increíblemente asociada a JFK:
“We choose to go to the moon. We choose to go to the moon in this decade and do the other things, not because they are easy, but because they are hard, because that goal will serve to organize and measure the best of our energies and skills, because that challenge is one that we are willing to accept, one we are unwilling to postpone, and one which we intend to win, and the others, too."
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