La conjura de los necios
La administración termina como empezó: sumida en la más total y completa incompetencia
Los últimos días de Trump en la Casa Blanca están manteniendo el tono que ha caracterizado su administración durante sus cuatro años de mandato: una mezcla de esperpento, novela de terror, y comedia infantil protagonizada por un tipo con acceso a armas nucleares.
Abogados. Muchos abogados.
Por un lado, tenemos los intentos cada vez más desesperados de Trump y su equipo de “abogados de élite” para mantenerse en el poder. La campaña del presidente ha presentado hasta ahora 30 demandas intentando invalidar los resultados, aullando que hay fraude y pidiendo que se tiren miles de votos a la basura. Ha perdido 29. Una y otra vez, Trump y sus muchachos se presentan en el juzgado diciendo que esto es un escándalo, que este caso demostrará que todo es un montaje, y que ha habido fraude masivo. Una y otra vez, cuando llegan a la primera vista oral, responden ante el juez que no, no están alegando fraude, que el caso es sobre firmas defectuosas, fechas para convalidar cosas o que los apoderados del partido no estaban lo suficiente cerca del recuento. Y una y otra vez los jueces los han enviado a pastar. La batalla judicial les ha ido tan mal que varios bufetes de abogados han abandonado casos a medias por no caer en el ridículo.
No es que eso parezca importar a Trump. Bajo el liderazgo audaz y decidido del hombre más idiota de América, Rudy Giuliani (y sí, voy a escribir algo un día de estos sobre la carrera política de este señor) y Sidney Powell, una abogada famosa por defender a Michael Flynn y salir mucho, mucho, mucho en Fox News, los pleitos siguen fluyendo sin interrupción. Entre los más recientes, una demanda en Nevada donde piden al juez que invalide el resultado o le declare ganador de las elecciones en el estado por irregularidades (sin presentar prueba alguna) y otra que argumenta que, dado que los observadores republicanos no estaban lo suficiente cerca durante el recuento, le deben dar a él como ganador y punto. Aunque parezca increíble, no estoy exagerando en absoluto lo estúpido de los argumentos legales esgrimidos; realmente están haciendo esto.
Después está el gran caso, la gran y enorme revelación, el fraude máximo que han revelado los “abogados de élite” de Trump en rueda de prensa hoy. Dentro video:
No, no lo estáis entendiendo mal. Powell está diciendo que las elecciones fueron manipuladas utilizando un software creado por Hugo Chávez con fondos comunistas que cambió los votos de Trump a Biden por todo el país utilizando un sofisticado algoritmo secreto. Después ha salido Indra, George Soros, Antifa, China, la Fundación Clinton y Mi Primo Vinny.
Obviamente no han presentado ninguna prueba, porque no hay nada ni siquiera cercano a la realidad en toda la presentación. Dejemos de lado el hecho de que Hugo Chávez lleva siete años muerto, de que la compañía de software de la que hablan, Dominion, es de Colorado, y que todo, absolutamente todo, en esta historia es una mentira grotesca y absurda nacida en las ciénagas ultras de internet. Estos son los abogados de Donald J. Trump, presidente de los Estados Unidos, el hombre más poderoso de la tierra. Y están soltando esto en una rueda de prensa.
La estrategia
Giuliani y sus mariachis dicen que esto forma parte de una estrategia. El objetivo de la campaña de Trump a estas alturas ya no es invalidar los votos de un diez por ciento de los votantes en los estados que necesita para ganar (así, por las buenas) sino presionar a los responsables de certificar los resultados para que no los validen. Si esto sucediera, los legisladores estatales de Michigan, Pennsylvania, Wisconsin y otros estados cruciales se verían obligados a nombrar sus electores para el colegio electoral sin atender al resultado de las urnas, favoreciendo a Trump.
Esto es, para empezar, una fantasía absurda casi seguro irrealizable, ya que los legisladores no pueden cambiar cómo se asignan electores después de las elecciones y la certificación de los resultados acabaría en los tribunales. Es también una trama pésimamente organizada por el presidente de los Estados Unidos para invalidar los resultados democráticos de unas elecciones en varios estados para mantenerse en el poder. No hay ningún precedente en los 200 años largos de historia de este país.
No sé, no quiero utilizar esa palabra que empieza por gol y acaba con pe así al tuntún, pero cuesta no pensar en ello. Es, con total seguridad, la trama para subvertir la democracia más estúpida de la historia, pero bueno, así nos va.
¿Qué dicen los republicanos ante este espectáculo dantesco? En su mayoría, lo mismo que llevan diciendo desde que Joe Biden ganó las elecciones, absolutamente nada. Dejando de lado el puñado de legisladores del partido en Washington que conservan algo de cordura (Romney, Sasse, Collins…), el resto del partido sigue criticando en privado y no diciendo absolutamente nada en público. Los cargos estatales del partido, en muchos de estos lugares han criticado las maniobras de Trump con mucha más intensidad que los líderes del GOP en Washington.
Las consecuencias
Todo esto sería muy divertido y jijijaja qué tontos son, si no fuera porque tiene consecuencias muy reales para el futuro del país. Por un lado, tenemos las consecuencias políticas; un porcentaje aterrador de republicanos (52%) creen que Biden ganó las elecciones de forma fraudulenta. Tener a la mitad de las bases del partido de la oposición viviendo en un mundo de fantasía es una forma excelente de empezar un mandato presidencial.
Hay un efecto derivado de la negativa de Trump a admitir la derrota, sin embargo, que tiene consecuencias mucho más tangibles y mucho más peligrosas para el país: la transición entre administraciones todavía no ha empezado.
Cuando hay un cambio de inquilino en la Casa Blanca, los tres meses entre las elecciones y la toma de posesión incluyen un elaborado proceso de transición. Los cargos de la administración saliente preparan documentación y repasan todas las crisis, emergencias, planes y situaciones urgentes con la administración entrante. Es cuando los nuevos directores generales, miembros del gabinete y asesores reciben los informes clasificados de política exterior, los planes de emergencia ante riesgos potenciales, y lecciones variadas sobre cómo funciona la gigantesca burocracia federal.
En un año normal, que esto se retrase sería un problema irritante pero menor. Joe Biden llevan décadas en Washington y su equipo estará lleno de gente procedente de la administración Obama; saben lo que hacen. Es un incordio no poder usar despachos oficiales para entrevistas de trabajo, papeleo y demás, pero no es una tragedia.
Pero claro, esto es el 2020. No es un año normal.
Estados Unidos está ahora mismo en mitad de la tercera ola de una pandemia devastadora, el gobierno federal lleva semanas pasando de todo (la comisión de seguimiento no se ha reunido en meses) y es necesario preparar un plan para distribuir las vacunas con urgencia. La administración saliente ha redactado uno, se supone; la entrante ni lo ha visto, ni sabe qué tendrán que hacer para implementarlo. Si se hace mal y la distribución no es rápida y eficaz, más gente contraerá coronavirus, y más gente morirá sin motivo. Cada día de retraso literalmente puede costarles la vida a miles de personas.
Pero claro, Trump no admite que ha perdido, así que ha prohibido que nadie de su administración hable con el equipo de transición de Biden. Y así seguirá, parece, hasta que el colegio electoral vote, o alguien le consiga convencer de que Rudy Giuliani es un cretino y que ha perdido las elecciones.
En fin. Un final espantoso para un presidente nefasto.
Bolas extra:
El domingo a las 16:00, hora española, estaré en el programa Utopías, de Radio 3, hablando sobre populismos y la era Trump.
Tucker Carlson, el presentador del programa de opinión con mayor audiencia en Fox News, ha criticado con dureza la rueda de prensa de Giuliani.
El arma secreta de los republicanos en Florida: redes sociales y bulos en WhatsApp.
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