La primera vez que Hunter Biden apareció en los periódicos de Estados Unidos fue en 1972, apenas una semana antes del día de Navidad. Ese día, la madre de Hunter, Nelia, su hermano mayor Beau y su hermana pequeña Naomi volvían de hacer algunas compras. Era tarde por la noche; en un cruce en una carretera rural, su coche fue embestido por un camión. Nelia y Naomi murieron en el acto; Hunter y Beau heridos de gravedad.
El padre de ambos, Joe Biden, acababa de ser escogido senador por Delaware a los 29 años. Abrumado por la tristeza, aterrado por la posibilidad de perder a otro hijo, el que iba a ser presidente de los Estados Unidos casi cinco décadas después vivió semanas en el hospital sin separarse de ellos. Juró el cargo por primera vez1 en su misma habitación en enero; la foto de Biden ante las cámaras, con un Beau aún convaleciente a su lado es merecidamente famosa.
Los hermanos
Hunter Biden siempre vivió a la sombra de su hermano mayor. Beau Biden era ambicioso, brillante y disciplinado; estudió derecho, se alistó a la Guardia Nacional, ejerció de abogado militar varios años, incluyendo varios meses en Kosovo y en Irak durante la ocupación. Su intención, sin embargo, era hacer carrera política; ganó las elecciones a fiscal general en Delaware, y tras dos mandatos, se preparó para presentarse a gobernador, siguiendo el cursus honorum de quien aspira al senado o más allá.
Su hermano, mientras tanto, siguió la carrera profesional de alguien que es relativamente listo pero tiene un padre famoso; fue consultor, banquero, lobista, se paseó por un par de hedge funds e incluso estuvo en el consejo de administración de Amtrak una temporada. Nada corrupto ni fuera de lugar (Joe Biden siempre fue notorio por ser el senador más pobre de la cámara), pero tampoco un profesional brillante. Allá por el 2013, tenía una bien merecida fama de borrachuzo, cuando no aficionado a substancias ilegales.
Beau Biden siempre había tenido problemas de salud. En el 2015, fue diagnosticado otra vez con un cáncer cerebral recurrente, falleciendo a los pocos meses. Hunter, que siempre había vivido con problemas de depresión, sufrió una crisis nerviosa y cayó en la adicción. Arruinado, acabó liándose con la viuda de su hermano, metido en una espiral autodestructiva y caótica ante la desesperación de su familia. Con el apoyo de sus padres, y tras pasar por varios programas de rehabilitación, acabó saliendo del pozo poco a poco.
Crímenes
En el 2018, en los peores días de su adicción, Hunter Biden compró una revolver Colt Cobra, calibre 38. En la declaración jurada que uno debe rellenar al adquirir un arma de fuego, Hunter Biden contestó de forma negativa a la pregunta “Are you an unlawful user of, or addicted to, marijuana or any depressant, stimulant, narcotic drug, or any other controlled substance?" (¿utiliza ilegalmente o es adicto a la marihuana, antidepresivos, estimulantes, narcóticos, o cualquier otra substancia regulada?). Hallie Biden (su pareja entonces, y viuda de Beau) descubrió horrorizada la pistola en casa once días después y la tiró a la basura sin que llegara a ser utilizada.
Según David Weiss, el fiscal especial que ha llevado a Hunter Biden a juicio esta semana, con esta respuesta Hunter Biden cometió tres delitos federales: dos cargos por mentir en una declaración jurada federal, y uno de posesión de arma de fuego usando drogas. La pena máxima por estas tres acusaciones son veinticinco años de cárcel. Ahora mismo, el caso está visto para sentencia, con el jurado debatiendo un veredicto.
Os preguntaréis, entonces, cómo el hijo del presidente ha acabado en un juicio federal de esta clase, y por qué un delito aparentemente menor puede meterle en la trena más de dos décadas.
La investigación
La historia empezó el 2018, cuando el Departamento de Justicia lanzó una investigación sobre fraude fiscal y posible blanqueo de capitales contra Biden. El FBI no encontró nada criminal, pero David Weiss, el fiscal federal en Delaware nombrado por Trump, no se dio por vencido y siguió investigando, enviando citaciones y requerimientos a Hunter Biden en diciembre del 2020. Su padre, al llegar a la Casa Blanca, dejó en manos de su fiscal general cualquier decisión sobre el caso, y este decidió mantener en el cargo a Weiss para evitar cualquier imagen de parcialidad. No fue hasta el 2023 cuando tomó la decisión de presentar cargos, tanto por impago de impuestos como por su compra ilícita de un arma de fuego.
Ninguno de los delitos de los que se acusa a Hunter Biden es especialmente grave ni suele terminar en juicio. En junio, sus abogados llegaron a un acuerdo judicial con penas de rehabilitación y multas, pero sin prisión. Los republicanos en el congreso pillaron un ataque de histeria, acusando al departamento de justicia de trato de favor. Weiss exigió cambiar las condiciones2, los abogados de Hunter Biden lo rechazaron, y el juez decidió bloquear el acuerdo. En una maniobra un tanto cuestionable, el fiscal general decidió nombrar a Weiss fiscal especial independiente, para evitar cualquier posible interferencia. Este siguió con el caso, llevando los cargos de posesión de armas de fuego a juicio este mes y el de fraude fiscal3 este verano.
Hay varios elementos importantes en esta historia que merecen ser destacados. Primero, es increíblemente obvio que Hunter Biden es culpabilísimo en el delito de comprar un arma de fuego ciego de drogas, en parte porque él mismo lo explica por escrito en sus memorias4. Segundo, esta es la clase de delito que nunca mete a nadie en la cárcel; los fiscales raramente invocan esta ley o pierden el tiempo con estos crímenes. Se suele utilizar en casos contra narcotraficantes para inflar las penas, pero no es una ley que se invoque con frecuencia. Tercero, el fiscal que lleva el caso fue nombrado por Trump, lleva seis años investigando al hijo de Joe Biden, y nadie en la administración ha movido una ceja para bloquear los cargos. El presidente, de hecho, ha prometido que no va a indultar a su hijo de ser condenado. Ha dicho, eso sí, en múltiples ocasiones que lo ama y respeta profundamente, pero nada más allá. Cuarto, en estos seis años el fiscal no ha encontrado absolutamente nada delictivo que implique al presidente.
Hunter Biden siempre ha sido un poco desastre. Es muy probable que, debido a sus problemas de salud mental y adicciones, haya cometido estos delitos. No estoy del todo seguro que nada de lo haya hecho justifique décadas de prisión. Y desde luego, si no fuera el hijo del presidente, es muy, muy poco probable que estuviera a punto de ser condenado.
Ahora supongo que recordaréis todas esas quejas por parte de medio partido republicano sobre lawfare, politizar la justicia, cargos ficticios contra Trump y fiscales a las órdenes de la Casa Blanca. El presidente de los Estados Unidos, esta misma semana, probablemente va a ver como condenan a su hijo a décadas de cárcel sin que nadie haya interferido.
Hablando de politizar jueces
Mientras tanto, en otra galaxia mucho menos imparcial, los jueces conservadores del supremo siguen con sus aventuras y chanchullos. La semana pasada supimos que Clarence Thomas, el decano del bloque conservador, ha declarado recibir más de 2,4 millones de dólares en regalos desde el 2004, trece veces más que cualquier otro miembro de la corte. Es muy probable que sea más, porque Thomas tiene la costumbre de olvidarse de apuntar cosas, como todos esos viajes y vacaciones lujosas que un amiguete millonario suyo con varios casos a punto de llegar al Supremo le había pagado.
Samuel Alito, mientras tanto, uno de sus colegas, tras ser pillado ondeando banderitas ultras en casa en sus ratos libres, fue grabado hace unos días diciendo que Estados Unidos está en una “batalla” en la que “no hay acuerdo posible” hasta que el otro bando sea derrotado. También insistió que Estados Unidos es un país cristiano y que tiene que seguir a Dios más de cerca. Su mujer, mientras tanto, se quejó sobre lo mucho que odiaba la bandera del orgullo gay5.
Estos son dos de los jueces que se han dedicado a retrasar el recurso de Trump sobre inmunidad presidencial tanto como sea posible para asegurarse que no vaya a juicio antes de las elecciones.
La edad mínima para ser senador es 30; Biden cumple años el 20 de noviembre, así que el día de las elecciones aún estaba por debajo de la edad mínima; el 5 de enero, cuando el congreso toma posesión, ya tenía la edad requerida.
Más concretamente, una interpretación de las condiciones acordadas que le permitían seguir investigando y presentar cargos por otros temas.
Se le acusa de no pagar $1,4 millones en impuestos entre el 2016 y 2019; la pena de prisión por los nueve cargos en este caso puede llegar 17 años. Es increíblemente inusual que metan a nadie en la cárcel en un caso así.
El fraude fiscal parece un poco menos claro, pero los cargos fueron aprobados por un gran jurado, así que no dudo que no sean igual de reales. Con la de drogas que se estaba metiendo Hunter en esa época, el dinero sabemos dónde fue.
En el mismo evento el juez que preside el Supremo, John Roberts, dice cosas mucho más sensatas e insiste en la independencia judicial. Roberts es, de lejos, el más cuerdo del bloque conservador.
El síndrome de sobreexigencia por alejar toda sospecha de favoritismo… Como cuando el entrenador de un equipo es también padre de uno de los jugadores y le hace jugar menos de lo que debería para que nadie sospeche de que le tiene enchufado… Solo que aquí el banquillo son decenas de años de cárcel. Tratar de ser ejemplar tiene esos costes, aunque manda narices la asimetría que hay…
Todo esto creo que forma parte de un cuadro mucho más amplio y que nadie, absolutamente nadie, parece tener interés en enfocarlo así, y es mucha gente y muchos intereses como para que haya una unanimidad informativa, digamos. Esto me recuerda un poco (no en los hechos, sino como digo en el encuadre) a la cantidad de cargos relativamente altos del PP que se han muerto en circunstsncias digamos extrañas los últimos 15 años, por poner una línea. Sólo ha pasado con ese partido político, con ningún otro. No voy a entrar en las truculencias de Hunter, aunque p.ej. es más que extraño que este señor se pasease por Ucrania (incluso con Trump en la CB). Lo que me parece que es evidente es que estamos viendo un encarnizamiento judicial generalizado, y tampoco quiero entrar en ello, lo que sí estoy seguro es que en los "buenos tiempos" nada de esto estaría pasando..Trump no es más peligroso que Nixon (ni de coña, es un payaso), ni Biden más imprescindible que Roosevelt, es difícil entender todo este enrocamiento de unos y otros y sobre todo esa incapacidad de tender puentes. Es evidente que Trump ha secuestrado al GOP y que sólo a él le beneficia ser presidente para salir del atolladero, personal, pero es que es muy difícil de entender que no se busque una salida a esta situación. Me gustaría saber exactamente qué le escribió Trump a Biden en la carta que le dejó, pero todo esto no tiene sentido máxime cuando la política exterior, a mi juicio el desastre de la administración Biden y que permea hacia dentro envenenando todo, es exactamente la misma. Pensemos en el enorme trabajo que le dio a Obama el JCPOA de Irán, fue la administración de meningíticos de Trump la que mandó todo a la mierda a cambio de literalmente, nada de nada, y la de Biden no sólo.no ha movido un dedo para recuperar algo, es que han seguido profundizando en lo mismo, y de China más de lo mismo.