Si hay algo que me divierte hacer en este boletín es dedicar un artículo de vez en cuando a un candidato o legislador especialmente ridículo. Por fortuna, la política americana tiene unos yacimientos casi ilimitados de este material, con el partido republicano generando chiflados a un ritmo difícil de aprendeher para el común de los mortales.
En la galería de chiflados peligrosos, pervertidos, maníacos homicidas, corruptos e idiotas variados de este bendito país nunca había visto nadie como George Santos. Los políticos extraños son, casi siempre, herederos de alguna de las gloriosas tradiciones de la mala política. Son paranoicos adictos a las conspiraciones, o egomaníacos sedientos de gloria, ladrones con un pico de oro, narcisistas insoportables o sociópatas irreprimibles, pero más o menos siguen un modelo, algún precedente histórico. A estas alturas es muy difícil inventar nada en política, francamente; nadie es del todo original.
George Santos es como alguien venido de otro planeta. Sean Wilentz, un historiador de Princeton, lo definía como un personaje literario, un personaje creado casi de la nada. No es que en política ser un embustero o un embaucador sea nuevo, pero Santos va más allá de la mentira; es alguien que parece haberse inventado una vida entera antes de llegar a la cámara de representantes.
Un artículo lleno de preguntas
La historia de George Santos, o lo que sabemos sobre George Santos, empieza el 19 de diciembre, un mes y pico después de las elecciones.
Ese día el NYT publicó un largo artículo de 3.000 palabras sobre George Santos, candidato de republicano de Long Island, que había ganado contra todo pronóstico un escaño en la cámara de representantes. El texto detallaba un patrón de exageraciones y falsedades en su biografía, con multitud de afirmaciones difíciles de corroborar. Santos, por ejemplo, decía haber trabajado en Wall Street, pero no parecía haber evidencia alguna de que eso fuera cierto. Dijo haber ido a la universidad en Baruch College, pero nadie con ese nombre había atendido una sola clase allí. También había presumido de haber fundado una ONG para rescatar perritos y gatitos y tener trece propiedades y unos ingresos anuales de más de un millón de dólares.
La lista era larga, y muchas de las mentiras y exageraciones parecían absurdas, casi estúpidas. Decir que eres un titán del mundo de las finanzas es casi comprensible, y más cuando el Times explicaba cómo una de las compañías en las que trabajó era una estafa piramidal en todas regla. ¿Pero qué clase de persona miente sobre a qué universidad ha ido o se inventa tener una docena larga de propiedades inmobiliarias, o una ONG de bienestar animal?
Tras este primer artículo, el resto de medios de comunicación americanos empezaron a prestarle atención a Santos. A los dos reporteros del NYT se le añadió una horda enfurecida de periodistas dispuestos a hacer lo que siempre habían soñado desde la facultad, descubrir y revelar las mentiras y corrupción de los poderosos. Días después, parecía claro que George Santos no es que hubiera embellecido su currículum durante la campaña. Básicamente, se lo había inventado todo. No era un timador, al estilo del Pequeño Nicolás, sino alguien que había creado un personaje entero para llegar al congreso.
Las mentiras de George Santos
Hay varios medios que han publicado artículos intentando compilar todas las mentiras e invenciones de George Santos; aquí tenéis un par de ellos. Esta es una lista parcial; cada día parecen salir historias nuevas. Es francamente difícil estar al día.
Su nombre: es posible que no se llame George Santos. El tipo ha utilizado Anthony Santos, George Devolder, Anthony Zabrovsky y George Anthony Santos-Devolder en el pasado.
Su religión: ha dicho ser judio, descendiente de supervivientes del holocausto (Zabrovsky, decía, era el nombre de su familia en Ucrania). Nada resultó ser cierto. Sus abuelos nacieron en Brasil.
Su madre estaba en las Torres Gemelas el 11-S: su madre estaba en Brasil. Santos dijo que murió víctima de un cáncer provocado por el humo y el trauma del atentado. Su madre murió el 2016. De hecho, toda la biografía de su madre parece inventada.
Todo su currículum académico: todo. Desde dónde fue al instituto y la universidad, hasta que fue una estrella del voleibol en Baruch.
Casi toda su carrera profesional: Santos se inventó que trabajó en Wall Street. Reconoce haber trabajado en un fondo de inversión en Florida llamado Harbor City Capital, donde dice que obtuvo retornos del 26% gestionando 1.500 millones de dólares en activos (mentira). Harbor City era, de hecho, un Ponzi con todas las letras. Tras eso, el tipo fundó su propia empresa, Devolder, pero nadie parece tener ni la más remota idea sobre qué hacía o cómo ganaba dinero, aparte de las fábulas de Santos.
Empleados suyos murieron en un tiroteo en Florida: completamente falso.
Los orígenes de su fortuna: Santos pasó de sufrir dos deshaucios a ser un millonario capaz de dar préstamos de 500.000 dólares a su propia campaña. Nadie sabe cómo ganó ese dinero, y Santos no ha sido capaz o no ha querido explicarlo.
Su historial criminal en Brasil: porque resulta que en Brasil fue acusado de fraude por robar cheques de un hombre al que su madre cuidaba.
La ONG de animalicos que no existe en absoluto.
¿Está realmente casado? Santos es gay, pero nadie parece haber sido capaz de encontrar a su marido. Está divorciado de un matrimonio anterior con una mujer.
De cuando sobrevivió a un intento de asesinato: este quizás sea cierto. Al fin y al cabo, George Santos sigue vivo.
La mejor de todas las historias sobre Santos, de todos modos, es cuando varios periodistas descubrieron que había hecho de drag queen en Rio de Janeiro en el 2007-2008, bajo el espléndido nombre de Kitara. Santos, que milita en un partido que es furibundamente anti-drag queen (hay una ola de legislación intentando prohibir o limitar espectáculos con drag queens para “proteger a los niños de potenciales pedófilos”), lo negó rotundamente:
El pequeño problema es que Kitara tiene este aspecto:
Es decir, es obviamente George Santos. El tipo, que en el pasado parece que se pasaba la vida editando Wikipedia, había presumido sobre ello no hace mucho. Hace unos días más o menos lo reconoció abiertamente.
Santos, por cierto, era admirador de Lula.
¿Cómo consiguió llegar tan lejos?
Parece inexplicable que alguien que ha mentido sobre absolutamente todo haya llegado al congreso de los Estados Unidos sin que nadie descubriera sus fantasías. La parte más fascinante de esta historia es que mucha gente sabía que Santos era un fabulista, un personaje de ficción, antes de las elecciones.
Empecemos por los medios. El North Shore Leader, un pequeño periódico local de Long Island, publicó varias historias antes y durante la campaña sobre Santos, explicando sus invenciones y hablando en detalle de su muy cuestionable fortuna. El Leader, sin embargo, tiene una circulación de apenas 20.000 lectores, y sus artículos pasaron casi completamente desapercibidos. Aunque Long Island está justo al lado de la ciudad de Nueva York, el New York Times, WNYC y las televisiones locales (basada en la ciudad en sí) suelen tratarla como si fuera una especie de provincia exótica con nativos que vienen a trabajar a Manhattan de vez en cuando, y suelen ignorar todo lo que sucede allí por completo. Siempre digo que los medios americanos son muy provincianos; no estoy exagerando. Nadie decidió indagar con más detalle.
Muchos de sus compañeros en el partido republicano sabían también que Santos era un cantamañas de cuidado. Cuando se presentó candidato, su campaña hizo un “estudio de antecedentes”, básicamente un informe repasando su vida y todas aquellos temas que podían hacerle daño electoralmente. El estudio resultó ser un aquelarre de líneas rojas y catástrofes potenciales, y circuló ampliamente entre élites del partido.
Nadie dijo nada en público, porque nadie se tomó su campaña en serio. Santos fue el candidato del GOP en ese distrito el 2020, y perdió por goleada. La impresión, dentro del partido republicano, es que era muy improbable que pudieran ganar el 2022, así que no intentaron buscar a nadie mejor. El tipo resultó tener un talento especial para recaudar dinero y financiarse una buena campaña él solito, un poco para sorpresa de todos, pero para qué armar un escándalo con un tipo medio estrafalario que iba a perder igualmente. Hasta que ganó, claro.
Los demócratas, mientras tanto, se olían que Santos era un patán. El informe del partido sobre Santos, aunque ni de lejos tan exhaustivo como el artículo del Times, encontró un buen puñado de sus mentiras más sonadas. Robert Zimmerman, el candidato demócrata, se pasó la campaña llamándole fraude.
El problema, sin embargo, es que el partido demócrata de Nueva York estaba enfrascadísimo en montar la peor campaña en unas elecciones generales que se recuerdan (pasaron de 19-8 escaños a 15-11), y poco menos que sabotearon su campaña hablando de crimen, orden público, y fraude electoral. Los medios ignoraron a Zimmerman, que acabó perdiendo por siete puntos.
La parte que no es un chiste
Todo esto es muy divertido y ridículo, pero hay un detalle importante que no podemos olvidar: el dinero. Una campaña al congreso es cara, y lo es aún más en un distrito en el mercado televisivo más caro de Estados Unidos. George Santos se gastó un auténtico pastizal de su “propia fortuna”, ese mismo dinero que nadie parece saber de dónde ha salido.
Eso incluye el mismo Santos, que anda como un loco enviando informes a la Federal Election Commission intentando justificar de dónde sale el dinero, cómo se lo gastaron, y su lista de donantes. En el trabajo hemos estado mirando un rato el papeleo que ha enviado (somos un partido político, y esta clase de cosas nos resultan un poco demasiado familiares) y la conclusión unánime es que nada cuadra, y que si un candidato nuestro tuviera un galimatías de esa escala en sus cuentas le estaríamos recomendando que se buscara un abogado penalista ya mismo. La campaña había gastado dinero de forma muy “peculiar” (léase: casi seguro ilegal); sus ingresos parecen ser aún más irregulares.
Y sí, hay oligarcas rusos de por medio. Faltaría.
Ahora mismo hay una bonita carrera entre la FEC, fiscales estatales y fiscales federales a ver quién le casca una denuncia por fraude primero.
Epílogo: la ideología de Santos
Es muy probable que Santos no tenga ideología alguna, vista su patológica tendencia a mentir sobre absolutamente todo. Desde el 2020, sin embargo, ha sido (relativamente) consistente en sus flirteos con el trumpismo, dejando de lado algún flirtero con posiciones moderadas el 2022.
Una vez en el congreso, y en medio de todo este asedio judicial y mediático, George Santos ha tomado la decisión de irse hacia la extrema derecha y alinearse con la gente del Freedom Caucus. Ha ido al podcast de Steve Bannon, hecho migas con la impagable Marjorie Taylor Greene, y fichado a toda clase de ultraderechistas para llevar su oficina en el congreso. Es una estrategia (casi) racional: los medios ultras viven con esta mentalidad de los progres contra nosotros, así que Santos podrá hacerse la víctima (“me odían por ser latino, judio, gay y patriota”) mientras recauda fondos para pagarse abogados.
Su carrera política, con toda seguridad, terminará el 2024. La duda es si serán las primarias republicanas, las elecciones generales, el FBI o el estado de Nueva York el que lo echen del cargo.
"Su carrera política, con toda seguridad, terminará el 2024"
O llegará alto. El GQP está así de raro.
Santos es una copia real de Augusto Faroni personaje literario creado por Luis Landero en su libro "Juegos de la edad madura" , novela que fue premio Nacional de Novela en España