El papel de Estados Unidos como superpotencia tiene efectos contradictorios en la política nacional. Por un lado, los votantes muy raramente deciden su voto por motivos remotamente cercanos a política exterior, cosa que hace que el debate sea un poco artificial. Por otro, dado que el rol del país en el centro del sistema internacional todo lo que sucede en el exterior siempre es leído sobre qué podría haber hecho el presidente para mejorar las cosas, no importa lo remoto del problema o lo implausible del plan.
La postura de la Casa Blanca, por ahora, no ha cambiado desde el principio de la crisis. Biden la resumía ayer en un tweet:
Esta es la posición más lógica y sensata; explicaba por qué no intervenir era el mejor curso de acción aquí, y Bret Deveraux tiene una explicación más en profundidad que merece ser leída aquí.
Hoy toca hablar de primero, cómo la opinión pública está reaccionando a la crisis, y por otro, algo un poco más esotérico, pero igualmente importante, quién toma las decisiones en la política exterior americana.
La opinión pública: sin (demasiadas) sorpresas
No he visto demasiados sondeos decentes sobre cómo están reaccionando los votantes a la crisis; la mejor es esta de hace un par de días de Navigator. Es interesante porque es por un lado bastante predecible, y por otro porque da la clase de resultados absurdos que uno espera ver en temas de esta clase.
Primero, algo que debéis tener en mente al mirar a todos los números de este sondeo: sólo un 37% de americanos está siguiendo el conflicto con mucha atención.
Esta cifra, por cierto, es casi seguro una exageración, y un porcentaje considerable del 41% que dicen estar siguiendo la crisis a medias está mintiendo. Entre los votantes menos politizados, los independientes, el interés es aún menor (27%). Podemos asumir que la mayoría de los americanos saben que hay una guerra, pero no están demasiado al día sobre su origen y cómo van las cosas sobre el terreno.
La otra cifra interesante es que las opiniones del electorado sobre qué partido tiene mejores ideas sobre política exterior están completamente politizadas, y básicamente los demócratas creen que los demócratas son mejores y viceversa. Los republicanos tienen una ligera ventaja en “seguridad nacional”, pero es minúscula.
Mi resultado favorito es este. Un 59% de americanos cree que Biden está tomando las decisiones correctas respecto la crisis de Ucrania, pero un 49% desaprueba su gestión. Esto una muestra, de que, por un lado, todo está politizado y la aprobación de Biden sobre la guerra es básicamente la misma que la aprobación de su presidencia, y por otro, de que los americanos no están prestando demasiada atención y responden a esta clase de preguntas un poco al azar.
Lo que más les preocupa de la guerra, por cierto, es previsible: un 63% están muy preocupados con las muertes civiles en Ucrania, el mismo porcentaje de que la guerra aumente el precio de la gasolina. En eso los americanos son consistentes.
El consenso político
Los dos partidos políticos americanos están divididos en casi todo, pero en la guerra de Ucrania hay un consenso bastante claro. Con muy contadas excepciones, la decisión de Biden de no intervenir es apoyada por los republicanos, y la condena a Putin es casi unánime. El único ataque consistente del GOP es (inevitablemente) el precio de la gasolina, criticando a los demócratas por no haber llenado el país de pozos de petróleo e insistir en su apuesta por las renovables. Esta clase de crítica la hubieran hecho con o sin guerra en Ucrania, así que no hay ninguna novedad.
Nótese, por cierto, que he dicho que la condena es “casi” unánime: hay un sector del GOP al que podemos llamar “pseudo-Putinista” o “anti-anti-Putin”. A su frente está, como no, el hombre que intentó bloquear asistencia militar a Ucrania hasta que investigaran a sus rivales políticos, Donald Trump.
El expresidente abrió la crisis entre halagos a Putin, y sólo cambió sus palabras a condenas hasta días después de la invasión, cuando se le echó medio partido encima. En su estela han quedado un puñado de trumpistas recalcitrantes (Marjorie Taylor Green, Madison Cawthorn, Lauren Bobaert, Matt Gaetz; los cretinos de siempre) que sin defender a Putin directamente, se preguntan sobre si debemos defender a Ucrania o si Zelensky iba provocando.
Después tenemos a Tucker Carlson y el universo Fox News, que estos días quizás no van por el mundo defendiendo a Putin abiertamente, pero que se pasan la vida repitiendo cualquier teoría de la conspiración o línea argumental absurda salida del Kremlin. ¿Esa chorrada de que Ucrania tiene armas biológicas? Una de las historias favoritas de Carlson.
La existencia de un sector no precisamente irrelevante (incluye al expresidente) dentro del movimiento conservador americano que parece encantando en abrazar cualquier cosa que diga Putin es, como menos, curiosa.
¿Quién decide sobre política exterior?
Dado que los partidos no difieren sustancialmente sobre política exterior y que la opinión pública, en general, parece pasar del tema, queda la pregunta sobre quién toma las decisiones en estos temas. Si miras la constitución, las relaciones internacionales son potestad casi exclusiva del presidente, pero en realidad la cosa es un poco complicada.
Hablamos de the Blob, o la masa, el término no-del-todo-cariñoso por el que se conoce al establishment de política exterior americana.
The Blob es la constelación de instituciones, expertos, legisladores, políticos, consultores y think tanks que operan en Washington y alrededores que se dedican a reflexionar, debatir, y hacer planes sobre política exterior. En su centro habita el departamento de estado y el Pentágono, que son las dos instituciones con más recursos y poder real de decisión, pero se extiende a sitios como el Council on Foreign Relations, el Foreign Policy Institute, el Atlantic Council, la Rand Corporation (aunque su sede está en California), las facultades de las universidades punteras de DC, la CIA, NSA y otros servicios de inteligencia, ex-militares, periodistas especializados, fabricantes de armas, lobistas, y legisladores especializados sobre la materia.
Lo que hace esta gente es escribir muchos informes, tener muchos simposios, conferencias, y eventos a puerta cerrada con generales, políticos y expertos, y hablar mucho entre ellos sobre lo bien informados que están, lo peligroso que es el mundo, y lo mucho que hacen para salvarlo.
La competencia de the Blob es… cuestionable. Estados Unidos será una superpotencia, pero es un país a menudo muy insular y muy, muy, muy provinciano. Uno se da cuenta con relativa celeridad de lo perdidos que van cuando los escuchas hablar sobre algún tema que conoces algo más que de oídas. Dado que hablan sobre todo con otros miembros de the Blob son, además, notoriamente incapaces de aprender nada, como vimos en los veinte años de gloriosas victorias en Afganistán, un país que estuvo dos décadas a seis meses y 50.000 soldados más de derrotar a los talibanes. Muchos de los análisis salidos del mundillo de política exterior americano son entre simples y burdos, con una cortedad de miras y falta de imaginación evidentes.
Hay, por supuesto, excepciones, y the Blob resulta que sí es competente al estudiar, analizar y responder a lo que sucede en algunos lugares del mundo mejor que en otros. La gran obsesión de the Blob (y su origen, en los años de postguerra) siempre ha sido Rusia / la Unión Soviética, y estos días esa gente está en su salsa. No es casualidad de que Biden se pasara las semanas anteriores a la invasión telegrafiando los planes rusos ni que Ucrania misteriosamente información sobre la estrategia militar rusa casi perfecta. El establishment de la política exterior americana siempre ha estado enamorado de Rusia, su enemigo preferido desde su fundación, y se están poniendo las botas estos días metiéndole el dedo en el ojo al eterno rival.
Mi sensación es que es por este motivo que la política exterior americana está siendo bastante sensata durante la crisis; este es un problema que el departamento de estado y el Pentágono entienden bien. La gente que se mete en the Blob están interesados en geoestrategia, grandes potencias, y conflictos globales, no guerras cutres contra campesinos enfurecidos en países del tercer mundo o los bizantinos debates dentro de la Unión Europea.
Cuando Estados Unidos mete la pata en política exterior lo hace en sitios como Irak, regiones que no le interesan y donde no entiende las consecuencias de sus actos. Con Rusia estamos, espero, en mejores manos.
Bolas extra:
La progresiva polarización del electorado americano. La pregunta que siempre me hago es si los políticos han polarizado a los votantes o los votantes polarizan a los políticos; mi intuición es lo primero.
Los demócratas están aterrados de la que les va a caer en las legislativas.
En el WaPo un artículo sobre la significancia de la siesta en España.