Números imaginarios
Y la desgraciada, patética rendición del partido republicano (otra vez)
Ayer se publicaba en el Guardian un sondeo sobre las elecciones americanas que es, francamente, una oda al absurdo. Estos son sus principales conclusiones:
56% de los americanos creen que la economía está en una recesión.
49% creen que el S&P 500 (el índice más general de la bolsa) ha bajado en lo que llevamos de año.
un 49% cree que la tasa de paro está en máximos históricos de los últimos 50 años.
Un 58% de los votantes echan la culpa de los malos resultados económicos a Joe Biden.
Lo más incomprensible, además, es que esto no es cosa de votantes demócratas pesimistas y republicanos optimistas. Incluso entre los demócratas, un 49% creen que la economía está en recesión.
La realidad, sin embargo, es que:
La economía americana creció un 3% durante los últimos doces meses.
La bolsa ha subido un 25% en ese mismo periodo.
La tasa de paro media el último año es del 3,7%, la más baja en más de 50 años.
Uno puede mirar a cualquier indicador económico relevante (consumo, salarios reales, inversión empresarial, beneficios empresariales, población activa, absolutamente cualquiera) y la historia es parecida. El único indicador que está un poco por encima de lo normal es la inflación, que anda por el 3,1%, aunque lleva bajando desde hace meses. Es francamente difícil para un político convencer a los votantes que una recesión no es culpa suya. Es aún más difícil hacerlo, parece, cuando los votantes creen en una recesión imaginaria, a pesar de vivir en el país que más crece de la OCDE.
Distorsiones
Uno puede echar la culpa de este desastre de percepciones erróneas a los medios de comunicación, y hablar de cómo los medios generalistas tienen la malsana costumbre de cubrir las noticias económicas siempre con una aire de pesimismo hacia Biden. Aunque esto es correcto, hasta cierto punto, la realidad es bastante más deprimente.
Primero, los americanos leen cada vez menos noticias. El votante medio de Estados Unidos siempre había sido un poco más perezoso que el europeo (votar aquí es más difícil, y la participación suele ser menor), pero el porcentaje que siguen las noticias siempre o a menudo ha caído del 52% el 2018 (en el punto álgido del frenesí trumpiano) a un 38% a mediados del 2022. No me extrañaría que que esa cifra haya disminuido más desde entonces.
Segundo, los medios que consumen han cambiado, con internet siendo cada vez más dominante. No necesariamente en redes sociales (aunque sospecho que los sondeos aquí no son del todo precisos), sino en páginas de noticias, pero eso ha dejado a radio, TV y prensa en porcentajes minúsculos (menos de 40%). Las voces que siguen y en las que confían son también cada vez más partidistas.
Tercero, y más importante, quiero insistir de nuevo en este sondeo de NBC de hace unas semanas en el que se pregunta a los votantes tanto a quien votaban como dónde reciben información política:
Los votantes que se informan en medios tradicionales (prensa y cadenas nacionales de TV) apoyan a Biden. Los que leen noticias en internet en páginas “normales” también parecen ser propensos a votarle. Quienes están escuchando cómo va el mundo de pasada en redes sociales o YouTube, o simplemente no siguen las noticias, apoyan a Trump, y son probablemente esa misma gente que está diciendo que la economía es un desastre colosal y todo va de mal en peor1.
Imaginad, entonces, la frustración de los responsables de comunicación de la Casa Blanca. La administración Biden ha hecho un buen trabajo y tiene unas cifras económicas envidiables. Durante estos tres años, han dado un mensaje consistente y bien diseñado que los medios parecen haber transmitido a los votantes, y han conseguido convencerles para que les voten.
El problema es que hay un porcentaje indeterminado pero considerable de votantes (entre un 30 y un 40%) que no están escuchando mensaje alguno, así que no hay manera de persuadirles de nada. Están desconectados por completo2.
Cambiando la conversación
La esperanza de la Casa Blanca, no del todo descabellada, es que según se acerquen las elecciones estos votantes empezaran a prestar más atención, y (con suerte) empezaran a ganar apoyos. Los que no lo hagan, además, son mayoritariamente abstencionistas, no trumpistas iracundos, y creen que el ex-presidente no será capaz de generar el mismo grado de movilización que el 2020, y más con eso de haber dado un golpe de estado, etcétera.
Como reflejo de esta teoría, la campaña de Biden ha apostado por adelantar los debates electorales. En vez de celebrarse en octubre, como es tradición, el primero será el 27 de junio y el segundo el 10 de septiembre. La idea es “despertar” al electorado dándoles una oportunidad para ver otra vez a Trump en directo, recordándoles lo muy palizas e irritante que era. Biden tendrá de nuevo la ventaja de que el juego de las expectativas le favorece; los republicanos llevan meses diciendo que es un viejo senil y delirante, así que un debate medio decente parecerá mucho mejor de lo esperado. Si consigue repetir una actuación parecida a la del discurso del estado de la Unión, creen que puede repetir el cambio de narrativa que vimos en entonces.
Biden, además, tiene la ventaja de que Trump no sólo es mucho peor candidato que el 2020 (os ruego que veáis un discurso reciente), sino que además es realmente malo debatiendo, por mucho que insista en lo contrario. Biden ganó con claridad los dos debates el último ciclo3. Trump además no tiene la tradicional ventaja de haber practicado en múltiples debates durante las primarias, porque ni se molestó en participar en ellos.
Parece un plan razonable, inspirado. También es uno de esos casos donde creo que alguien en la campaña de Biden ha visto demasiadas series de Aaron Sorkin y creen en el poder de la palabra, fuerza moral y momentos mágicos de campaña muy, muy fuerte.
Quizás funcione. Quizás no. A saber.
Rendiciones
Nikki Haley se pasó los últimos tres meses de su fallida campaña presidencial diciendo que Trump era un egomaníaco peligroso, un patán insensato y alguien horrible para el país. Trump declaró entonces que cualquiera que donara a Haley sería purgado del GOP.
Ayer, Haley anunciaba que votaría a Trump en las generales:
Después se preguntarán por qué perdieron las primarias y el partido republicano ha sido tomado por fanáticos enloquecidos y un candidato que mete alusiones a un “Reich unificado” en un anuncio electoral, probablemente va a ser condenado por falsedad documental en Nueva York, ha sido condenado por fraude, ha sido condenado a pagar decenas de millones de dólares por difamar a una mujer tras violarla, tiene otras tres causas penales abiertas y dio un golpe de estado.
Porque le votan.
Por cierto, lo de Truth Social no estoy seguro si es un pelotazo, un fraude o una estafa piramidal, pero es un pufo colosal de veras. El trimestre pasado tuvieron unos ingresos de 770.000 dólares (no, no faltan ceros), unas pérdidas operativas de 12 millones de dólares, y perdidas totales de 327 millones.
Está valorada en más de 4.000 millones, y dicen que quieren lanzar un servicio de streaming, un sector donde todo el mundo está ganando montañas de dinero.
Un insurrecto en el supremo
En el último boletín enlazaba la noticia de que Samuel Alito, uno de los jueces de la mayoría conservadora del Tribunal Supremo, había ondeado una bandera americana al revés tras las elecciones del 2020. En esos días de conspiraciones y golpes de estado en ciernes, ese era el símbolo que los superfans de Trump utilizaron para protestar de que les habían robado las elecciones4.
Resulta que lo de las banderitas pro-golpe de estado es una tradición familiar, porque el verano pasado los Alitos colgaron otra bandera pro-insurrección distinta en su chalet en la playa en Nueva Jersey.
Es de sobras conocido, por supuesto, que Samuel Alito está más que chiflado, y su trumpismo reaccionario está bien claro y por escrito en sentencias y votos particulares del supremo durante los últimos años. Fue Alito quien argumentó que la inmunidad presidencial debía ser absoluta porque de lo contrario un presidente tendría la tentación de mantenerse en el cargo por la fuerza, temeroso de que su sucesor pudiera encarcelarle.
Lo de las banderitas, sin embargo, ha generado bastante escándalo por una de esas tonterías recurrentes de los medios americanos, que siempre actúan como si el tribunal supremo fuera una institución libre de todo reproche y llena de juristas de buena voluntad. A pesar de que es obvio que como mínimo dos de sus jueces se creen a pies juntillas las fantasías insurrectas de Trump del 2020 y son esencialmente antidemócratas y que la mayoría conservadora disfruta inventándose interpretaciones constitucionales cuando les conviene, la corte es tratada como algo serio y solemne que merece respeto. Lo de las banderas no nos dice nada nuevo sobre el tarado de Alito, pero va contra las normas que dictan que los jueces tienen que ser reservados y modositos en su partidismo. Eso es inaceptable.
Los nombramientos al Supremo son vitalicios, por supuesto, y un impeachment es casi imposible (requiere dos tercios de mayoría en el senado). Lo de las recusarse de casos sobre golpes de estado es voluntario. No habrá consecuencia alguna para este señor. El Supremo seguirá a lo suyo, siendo la cámara legislativa más reaccionaria del país.
Las reglas de la democracia en Ohio
No sé si recordaréis la sentencia del dichoso Supremo en las sentencia de Trump pudiendo ser candidato a pesar de haber dado un golpe de estado. Uno de los argumentos principales de la mayoría conservadora es que no podían permitir que un tribunal o funcionario estatal pudiera decidir sobre algo tan importante como una candidatura presidencial, a pesar de que bueno, la constitución no decía nada sobre ello en ninguna parte.
Bueno, el Secretario del Estado de Ohio decidió esta semana que Joe Biden no puede aparecer en las papeletas como candidato porque no será nominado oficialmente por su partido antes de la fecha límite que marca la ley estatal. El mismo Ohio alargó el plazo hace cuatro años para inscribir a Donald Trump, y en el 2012 tanto para Obama como para Romney.
Estoy seguro que el Tribunal Supremo encontrará una interpretación constitucional fabulosa para concluir que en este caso, Ohio tiene toda la razón del mundo.
Los que se informan en TV por cable mayoritariamente ven Fox News, de lejos el canal con más audiencia, y que es propaganda republicana.
La pregunta en el sondeo de NBC no está del todo bien formulada, permite escoger tres medios, así que no deja un porcentaje claro.
El segundo fue cancelado porque Trump, tras casi infectar a Biden con COVID en el primer debate, estaba en el hospital con COVID en las fechas del segundo.
Lo de la bandera invertida es la señal tradicional del ejército para avisar de que alguien está en problemas, por cierto. La derecha ultra americana tiene un fetiche con este simbolito.
Te lo dije una vez por Twitter Roger. Si la gente no puede comprar o alquilar una casa, o ahorrar, da totalmente igual que puedan comer en 50 restaurantes al mes. Lo van a pasar mal, y van a tener la percepción de que las cosas van mal . No es solo que estén mal informados.
Hay que pensar también en quien responde a las encuestas. Casi nadie mira las noticias, y esos van a responder encuestas?