Esta semana la administración Biden anunció una de las medidas económicas más esperadas de su mandato: un programa para perdonar la deuda de millones de estudiantes universitarios.
Pagando la universidad
La universidad en Estados Unidos es muy cara. La matrícula anual en una de las universidades privadas de élite puede rondar los $50.000. En una pública de primer nivel (estilo Uconn, Texas o Michigan) rozará los $20.000, que se convierte en $40.000 para estudiantes de fuera del estado. Las públicas de segunda fila (porque en este país hay esta clase de cosas) rondan los $10.000-12.000.
Obviamente, esta clase de precios no se los puede permitir casi nadie, así que existe un elaborado, barroco, opaco y a menudo absurdo sistema para hacer que los estudiantes puedan pagarlo. Las universidades tienen programas de becas, ayuda financiera, y escalas según ingresos familiares; los estados y el gobierno federal montones de programas de ayudas más o menos fáciles de seguir pero que requieren inevitablemente montones de papeleo. Rellenar la FAFSA, el monumental formulario de diez páginas abigarradas de información financiera de toda la familia, expediente académico y cantidad de cuestiones incomprensibles para el común de los mortales, es un ritual para millones de padres de clase media con hijos de 17 años.
Por desgracia, todas estas ayudas son casi siempre insuficientes; uno tiene que ser muy, muy, muy pobre, o increíblemente brillante, o un atleta fabuloso para poder ir gratis a una universidad americana que no sea un community college. El batiburrillo de descuentos, becas y demás al final hacen que el coste de la matricula es un poco como el precio de un billete de avión; no hay nadie en una misma clase que esté pagando exactamente lo mismo. Sólo las ultra-elitistas Ivies tienen tantos recursos como permitirse becar a clases medias, pero sus brutales procesos de selección ya se encargan de que el vulgo no entre demasiado.
Deuda para todos
Dado que hay muy poca gente que pueda destinar decenas de miles de dólares para pagar una carrera, lo que hace la inmensa mayoría de estudiantes es endeudarse hasta las trancas pidiendo préstamos o a entidades privadas o, mayoritariamente, al gobierno federal.
¿Cuántos préstamos? El 2021 se estimaba que los americanos debían más de 1,6 billones de dólares en préstamos educativos. Unos 42 millones de personas tienen deudas de esta clase, o uno de cada ocho americanos.
La mayoría de los licenciados acaban la universidad con relativamente pocas deudas. Un 30% no necesitan préstamos, y sobre un 25% deben menos de $20.000. Hay un pequeño porcentaje (un 6%) de estudiantes que salen de la universidad con más de 100.000 dólares en deudas, pero son casi siempre gente que ha hecho medicina o derecho, que aquí son estudios de postgrado.
Hay también diferencias sustanciales dependiendo de dónde se han cursado los estudios. Aquellos que se han licenciado en universidades públicas suelen deber mucho menos dinero que los que han ido a privadas sin ánimo de lucro, y los que han tenido la desgracia de ir a privadas for profit suelen salir endeudados hasta las cejas:
Costes que no paran de subir
La educación superior ha sido un mercado increíblemente inflacionario en las últimas décadas. Tenemos, por un lado, una demanda creciente. El diferencial de ingresos entre tener o no tener estudios universitarios se ha disparado, así que mucha más gente quiere ir a la universidad. Las instituciones educativas americanas son, además, las mejores del mundo con mucha diferencia, tanto en recursos como en calidad del sistema, así que hay una demanda internacional casi infinita. A su vez, décadas de austeridad y recortes han reducido muchísimo el volumen de dinero público que se destina a universidades. Todo esto ha hecho que el coste de las matrículas universitarias se haya disparado en las últimas dos décadas.
La respuesta de las autoridades federales y estatales ha sido subvencionar los créditos educativos, haciendo que sea más fácil endeudarse, a menudo con tipos de interés esencialmente negativos. Esto ha aumentado aún más la demanda sin que se aumentara la oferta pública en absoluto, trayendo consigo por un lado una explosión de costes y por otro todo ese inframundo de universidades privadas atroces dedicadas a timar a sus estudiantes tanto como sea posible. Dado que la deuda educativa tiene una categoría especial que no puede ser reducida o eliminada en clase de bancarrota, es un lastre que sigue a aquellos que se endeudan durante años o décadas.
Cancelar deudas
Durante años, un sector muy ruidoso de la izquierda americana ha hecho campaña pidiéndole al gobierno federal que perdone por completo la deuda educativa a todas estas decenas de millones de americanos. Dado que la mayoría de los préstamos están en manos federales, esta cancelación de deuda haría la vida mucho más fácil a muchísimos licenciados. Es de justicia social: la educación es un derecho, y estas deudas son usura.
Esta semana, la Casa Blanca anunció que el gobierno federal perdonará $10.000 de deuda a todos aquellos deudores que ganen menos de $125.000 al año (esto en Estados Unidos es clase media-alta) y $20.000 a los que recibieron Pell Grants, las becas federales para estudiantes con pocos ingresos. El ahorro medio, en pagos mensuales, será de 250 dólares.
Y la cosa ha sido bastante polémica.
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