Hace algo más de un mes escribía sobre la difícil tarea del comité especial del congreso para investigar la insurrección e intento de golpe de estado del seis de enero del 2021.
Estábamos ante un suceso sin precedentes en la historia de Estados Unidos, el intento de un presidente derrotado en las urnas de mantenerse en el poder a toda costa - y de forma más extraordinaria, del hecho de que un sector mayoritario de uno de los grandes partidos quisiera bloquear la investigación.
Tras meses y meses de pesquisas, el comité ha tenido al fin varias audiencias públicas. En ellas, se han mostrado videos inéditos del asalto al capitolio, presentado mapas, documentos, y mensajes entre los participantes, y mostrados fragmentos de los miles de horas de entrevistas bajo juramento hechas a testigos de lo sucedido.
Las expectativas de que esto pudiera aportar nada, cambiar la narrativa, o convencer a nadie eran muy bajas. David Brooks, del NYT, publicó una columna justo antes de la primera serie de comparecencias titulada “The Jan. 6 Committee Has Already Blown It” dando por seguro su fracaso.
Como de costumbre, Brooks se equivocaba.
Escenografía
No soy gran amigo de empezar a discutir algo tan serio como un golpe de estado con crítica teatral, pero la puesta en escena, en este caso, es importante.
El comité quiere hacer que sus audiencias sean una exposición de hechos, algo parecido a un discurso de un fiscal explicándole al jurado paso a paso todas las fechorías que cometió el acusado que le hacen merecedor de una condena. La diferencia, en este caso, es que el jurado no son doce hombres sin piedad prestando atención bajo la atenta mirada de un juez, sino un batiburrillo de periodistas y opinadores cínicos y desencantados como David Brooks, y varios millones de votantes que escuchan las noticias de pasada mientras preparan la cena. Tienen que hacer que las comparecencias generen noticias fáciles de contar, por un lado, y además crear interés prometiendo revelaciones importantes y avanzando la trama a cada paso.
Mi temor, compartido con muchos comentaristas, es que el comité errara en el tono y las formas. A los políticos les gusta escucharse, así que me veía a todos los miembros dando sus discursos para poder salir en MSNBC cinco segunditos y sentirse importantes, creando un bodrio aburrido e infumable. O aún peor, que apostaran por lo dramático, creando una especie de Forensic Files con videos con música ominosa y testimonios en tributo a los héroes que defendieron el capitolio, todo artificio, pero sin demasiada sustancia.
Lo que han hecho es un excelente término medio, haciendo que el comité suene a veces como un podcast estilo Serial, pero sobre un golpe de estado. El tono es solemne, pero no pesado. Los políticos hablan sólo lo estrictamente necesario, dando más espacio al contenido que presentan que a soflamas indignadas. De forma más importante, las presentaciones están dibujadas como un puzle de hechos, historias y acontecimientos, con el comité explicando pacientemente cómo encajan entre ellas. Entre las elecciones de noviembre y la investidura de Biden pasaron muchas, muchas cosas; el comité se ha dedicado a ponerlas en relación unas con otras.
Es una historia complicada.
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