¿Qué hay en el plan de infraestructuras de Biden?
Poniendo un poco de perspectiva a una legislación complicada
Hablar del plan de infraestructuras de Biden es complicado porque no es realmente un plan, sino dos.
Por un lado, tenemos el BIF o Bipartisan Infrastructure Framework, la propuesta de ley que está siendo tramitada por el senado ahora mismo con votos (en teoría - ahora veremos) de ambos partidos. Por otro tenemos el plan de infraestructuras que los demócratas quieren sacar en solitario al mismo tiempo vía reconciliación.
El BIF es mucho más pequeño, mucho menos ambicioso, y mucho menos relevante que el plan bajo reconciliación. Pero estos días se está hablando mucho más del primero que del segundo, porque los medios en Estados Unidos son así de extraños. Veamos.
¿Qué es el BIF?
El BIF es el plan de infraestructuras por valor de un billón de dólares (dólar arriba, dólar abajo) que está siendo debatido ahora mismo en el senado. Es una ley significativa desde el punto de vista político, porque parte de la idea un tanto quijotesca de Joe Biden de que el Congreso de Estados Unidos es aún una organización funcional.
Como recordaréis, el senado, por una serie de legados históricos estúpidos, exige 60 votos para sacar cualquier ley adelante, dando derecho a veto a los republicanos casi por defecto. El presidente prometió, durante toda la campaña, que iba a ser capaz de llegar a acuerdos con el GOP para aprobar leyes de calado, y el BIF representa su intento de conseguir una ley bipartidista para construir infraestructuras. Para sorpresa de muchos, servidor incluido, el senado aprobó debatir la ley (el primer paso en su tramitación) con 67 votos a favor, incluyendo a Mitch McConnell. Quizás Biden esté un poco menos loco de lo que parecía.
Aunque un billón de dólares suena como una barbaridad de dinero, en realidad la cifra es un poco menos impresionante de lo que parece. Las leyes de gasto en Estados Unidos se redactan con un horizonte de diez años, así que hablamos de 100.000 millones al año. No podemos olvidar, además, que Estados Unidos es un país gigantesco e inmensamente rico. En PIB, la economía americana representa quince veces la economía española; en población, es siete veces más grande. Esto quiere decir que el plan equivale a 5.600 millones de euros (en proporción a la riqueza) o 12.000 millones (en proporción a la población) en inversiones en España.
El presupuesto del ministerio de transportes este año será de 16.664 millones de euros, con 4.982 millones provenientes de fondos europeos. Es más, el BIF incluye una cantidad considerable de dinero (450.000 millones) que ya estaba comprometido antes de su aprobación. En realidad, el gasto nuevo son 550.000 millones, o el equivalente a 3.000 millones de euros en España, en proporción a la riqueza.
Es decir, esta enorme inversión que está debatiendo el congreso es inferior, en proporción, al de Fomento en solitario. Y el plan de Biden no sólo incluye gasto en transportes, sino que tiene inversiones en energía, vivienda, y un puñado de otros programas bienvenidos pero un tanto periféricos. El BIF, como mucho, dará al gobierno federal un programa de inversiones más o menos normal para un país desarrollado, más bien tirando a tacaño.
Esto no quiere decir que el contenido sea irrelevante, y más en un país donde la infraestructura se cae a pedazos. La ley incluye 73.000 millones (en diez años, siempre) para modernizar la red eléctrica, 7.500 millones para comprar autobuses y ferris, 15.000 millones para eliminar tubería de plomo, y 65.000 millones para expandir el acceso a internet de banda ancha en todo el país. En cosas estrictamente relacionadas con el transporte, hay 110.000 millones para carreteras, 39.000 millones para transporte público y 66.000 millones para lo que realmente importa, ferrocarriles.
El problema, como siempre, es que en Estados Unidos 66.000 millones de dólares compra muy poco en infraestructuras. Ya he hablado sobre la espantosa incompetencia de esta gente para construir cualquier cosa. En teoría, los 30.000 millones destinados a Amtrak en el noreste deberían bastar para construir una LAV nueva entera entre Washington y Boston, incluso con un coste por kilómetro tres veces mayor a una línea francesa o española. A la práctica, esta burrada de dinero Amtrak estima que quizás le sirva para construir un túnel y una estación en Nueva York, arreglar unas cuantas curvas, y aumentar las velocidades un poquito en Connecticut.
Para desgracia de los contribuyentes americanos, Amtrak parece no saber que su manera de hacer las cosas es entre lamentable y desastrosa, así que, si nadie lo impide, es muy probable que tiren dinero a la basura a patadas. Mi única esperanza es que, en tiempos recientes, bastantes columnistas influyentes han empezado a hablar sobre los absurdos costes en Estados Unidos, así que es posible que se planteen cambiar las cosas.
Una de las propuestas más populares es simplemente ir a países europeos que están construyendo a buen precio e importar a sus responsables para que hagan lo mismo aquí. Si alguien del ADIF quiere mudarse a Washington, quizás tengan la oportunidad de hacerlo pronto.
Por cierto, lo más divertido del BIF es cómo van a pagarlo: utilizando una combinación de dinero no gastado en los planes de estímulo anteriores, asumir retornos de inversión altos, y crujir a las criptomonedas haciendo que tengan que tributar. Esto último no recaudará demasiado (2.800 millones en diez años) pero no deja de ser entrañable.
¿Qué hay en la otra propuesta?
He hablado mucho del BIF en parte porque es la ley que ya está siendo tramitada y de la que tenemos su articulado, en parte porque es la única ley que los medios están cubriendo obsesivamente. La prensa en Estados Unidos está obsesionada con batallas procedimentales y drama político, y el BIF, con su tira y afloja entre los dos partidos, tiene la carnaza que necesitan.
El plan donde están las inversiones de verdad, sin embargo, es el que están negociando los demócratas a puerta cerrada entre ellos. Este costará 3,5 billones de dólares en 10 años, es decir, dinero serio, e incluye las inversiones serias sobre cambio climático, transición energética, regulación sobre emisiones (incluyendo un impuesto sobre contaminación) y otras inversiones verdes. El grueso del plan, no obstante, son lo que Biden llama “infraestructura humana” y no tiene nada que ver con trenes, carreteras y demás. Es básicamente gasto social, desde expandir Medicare a guarderías gratuitas, bajas pagadas por enfermedad y maternidad, o ayudas familiares.
El motivo por el que siguen llamándolo “infraestructura”, supongo, es que sale bien en los sondeos, pero dos tercios de esta ley no tiene mucho que ver con ella.
La parte complicada de esta segunda ley es que su aprobación depende de dos promesas cruzadas. El sector progresista del partido ha dicho que sólo votarán a favor del BIF si la propuesta “grande” vía reconciliación es votada a la vez. Los moderados han insistido que ni van a plantearse la ley “grande” de no mediar un intento de negociación bipartidista sincero. Hablé sobre ello con más detalle aquí. El Congreso es un lugar bastante repetitivo.
La ley grande, por cierto, sí incluye impuestos a patadas. Los demócratas asumen que tienen que pagar lo que prometen, y saben que crujir a impuestos a los ricos es popular.
¿Qué sucederá?
No lo sé, como de costumbre. El BIF seguramente saldrá adelante; los republicanos parecen haberse dado cuenta que los demócratas van a votar algo hagan lo que hagan, así que al menos pueden intentar ponerse alguna medalla. La ley “grande” es otro tema, y aunque creo que sí la veremos, es muy probable que los moderados (es decir, el Emperador de los Apalaches Manchin y la Zar de Todos los Desiertos Sinema) rebajen el coste total.
Joe Biden, de momento, me está sorprendiendo en su capacidad de mover legislación en el congreso. Veremos si llega al final.
Bolas extra
¿Os acordáis de Andrew Cuomo, el gobernador de Nueva York sumido en un escándalo de acoso sexual? La fiscal general del estado ha presentado un informe sobre su investigación, confirmando que es un cerdo atroz. Todo el mundo, desde Joe Biden a casi todos los legisladores del estado, le han pedido que dimita. Está bajo investigación criminal, y preparan su impeachment. Está muerto, básicamente.
Los detenidos por el asalto al Capitolio están alegando ante los jueces que son patriotas y presos políticos. Sale mal.
El cretino trumpista que intentó robar las elecciones desde dentro tiene un nuevo curro bien pagado en una de esas organizaciones de abogados ultraconservadoras. Parte del problema del GOP es que los tipos siempre tienen a algún millonario dispuesto a pagarles por los servicios prestados.
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