Teorías sobre el electorado
Donde explico por qué las encuestas no nos dicen nada este año
Es la pregunta esta semana, la que más veces he tenido que responder estos días. Es una pregunta tan importante que en Jotdown me la hicieron dos veces en la larguísima entrevista (8000 palabras) que publicaron ayer. Los periodistas, gente por la calle, amigos, familia, todos me preguntan quién demonios va a ganar las presidenciales el martes que viene, como si haber escrito un libro sobre política americana (que debéis comprar ya) me diera poderes para predecir el futuro1.
Mi respuesta es que no tengo ni la más remota idea, nadie tiene la más remota idea, y si miras los modelos estadísticos agregando sondeos hemos llegado a un punto donde la distribución de probabilidades es esencialmente alguien gritando “a la mierda” y echándose a llorar:
Preguntas irresolubles
Las encuestas nos dicen que Trump y Harris están muy, muy, muy empatados en los siete estados que cuentan para algo en estas elecciones (Michigan, Wisconsin, Pensilvania, Arizona, Nevada, Georgia, Carolina del Norte2), con sondeos dentro del margen de error. La demoscopia, por su propia naturaleza probabilística, dependencia en muestras aleatorias, y un montón de cosas matemáticas importantes, no es capaz de dar una estimación lo suficiente precisa más allá de unos márgenes de error relativamente pequeños. Si la diferencia entre candidatos de veras está por debajo de los dos o tres puntos, lo único que podremos decir con seguridad es que los dos candidatos están casi empatados, pero poco más.
Empeorando todo este asunto, sabemos que los sondeos están mal. Primero, porque siempre lo están; en las elecciones presidenciales (que son los comicios más estudiados del planeta), el error medio de las encuestas desde 1988 ha sido de 2,3 puntos. Esta es una cifra muy pequeña, pero en unas elecciones así, es la diferencia entre una paliza de Harris o una victoria holgada de Trump en el colegio electoral.
Segundo, y más importante, es imposible saber por adelantado cómo se habrán equivocado. En este caso, el problema no es una cuestión de márgenes de error (en agregado, la media de las encuestas debería acertar) sino porque antes de intentar descubrir qué piensan los votantes, los encuestadores tienen que construir una serie de supuestos sobre las herramientas que usan.
Errores pasados y futuros
Cuando se hace un sondeo, los encuestadores suelen tener tasas de respuesta atroces; por debajo del uno por ciento en algunos casos. El problema es que no tienen ni idea sobre qué factores están influyendo en quién coge el teléfono y quién no lo hace. Eso significa que tienen que construir un modelo previo para estimar esa potencial fuente de errores, a veces añadiendo preguntas para “controlar” si tu muestra es certera, otras ponderando por factores como recuerdo de voto.
Las elecciones del 2016 subestimaron el voto republicano de forma considerable. Parte del problema vino de la demente intervención de James Comey la última semana de la campaña3, pero el factor más importante fue un cambio inesperado en el comportamiento del electorado, la polarización por nivel educativo. En comicios anteriores, los votantes con y sin educación universitaria votaban más o menos parecido, así que si en tu muestra te salían “demasiados” licenciados no tenías por qué preocuparte demasiado. En el 2016, los votantes blancos sin educación superior, sin embargo, resultaron ser mucho más republicanos de lo esperado, y dado que solían coger menos el teléfono, eso introdujo un sesgo considerable en todos los sondeos, fallando por tres puntos largos.
Los encuestadores tomaron nota, y en las legislativas del 2018 hicieron ajustes, intentando encontrar esos votantes que omitieron accidentalmente el 2016. A pesar de que las midterms son mucho más complicadas de estimar, el error medio bajó considerablemente4. Así que en el 2020 fueron todo entusiasmadas a hacer sus predicciones, confiadas de que al fin entendían el trumpismo… y se toparon con una pifia aún mayor que en 2016, infraestimando el apoyo al candidato republicano por 4,1 puntos. Lo que tenía que ser una victoria aplastante de Biden se convirtió en una holgada en el voto popular pero ajustadísima en el colegio electoral.
El origen de la desviación en los sondeos, en este caso, fue la pandemia. Durante las semanas anteriores a las elecciones, durante la segunda ola de COVID, los confinamientos se convirtieron en una cuestión política. Los votantes demócratas eran mucho más propensos a tomar precauciones y no salir de casa, y su tasa de respuesta era mucho más alta que la de los republicanos. Aunque los controles por educación, recuerdo de voto, y ponderación por criterios demográficos limitaron el alcance del problema, no lo hicieron lo suficiente como para producir una desviación fuera del margen de error - porque el margen de error es si tienes una muestra aleatoria, y los encuestadores no se dieron cuenta que no las estaban obteniendo en su trabajo de campo.
La duda, entonces, es si a falta de pandemia, los sondeos volverán a acertar, como sucedió en las midterms del 2018. La buena noticia es que las legislativas del 2022 sugieren que sí, ya que las encuestas fueron muy precisas entonces, incluso para unas elecciones legislativas; no tan buenas como las del 2018, pero sí bastante ajustadas. La mala noticia, sin embargo, es que estimar el voto en unas presidenciales es distinto, porque son elecciones con muchísima más participación.
¿Quién va a votar?
Y este es el problema al que se enfrentan los encuestadores ahora: las elecciones del 2020 tuvieron una participación altísima para los estándares históricos de Estados Unidos. Lo que no sabemos es si esa participación se mantendrá en niveles comparables, y menos aún quién se quedará en casa. Tampoco tenemos ni la más remota idea sobre qué grupos demográficos se han movido hacia un partido o hacia otro, porque estimar eso correctamente requiere una muestra aleatoria decente sobre el electorado, y estimar si alguien acudirá a las urnas es muy complicado, y más cuando la gente que responde a sondeos son probablemente gente chiflada que aún contesta a llamadas telefónicas de números sin identificar y está dispuesta a hablar de política con desconocidos.
Un ejemplo especialmente insidioso: Trump ha hecho campaña para intentar atraer el voto de hombres menores de treinta años sin educación superior, especialmente latinos y afroamericanos5. Este grupo era tradicionalmente demócrata, pero suele votar poco y son de los que nunca, nunca, nunca cogen el teléfono. Por añadido, si los republicanos están ganando terreno aquí, es muy importante saber dónde. Una de las ventajas de Trump el 2016 es que su coalición era muy “eficiente” geográficamente, ya los votantes blancos no universitarios estaban sobrerrepresentados precisamente en los tres estados decisivos en esas elecciones. Los hombres menores de treinta, sin embargo, suelen vivir en estados más jóvenes, y si son hispanos o negros, mucho menos decisivos. Si Trump consigue ganar dos millones de nuevos apoyos, pero estos viven en Nueva York, California, Nueva Jersey y Texas, la subida que vemos en los sondeos puede ser irrelevante por completo en el colegio electoral.
En dirección contraria, Harris ha dedicado muchos recursos a movilizar el voto de mujeres menores de treinta años y republicanos moderados. Ambos contienen universitarios, que suelen votar más, pero también son más propensos a coger el teléfono; es posible tener una pifia similar en este sentido. Y si Harris sigue acumulando márgenes en votantes con educación superior, los estados abrumadoramente demócratas, estilo Connecticut o Massachusetts, tienen exceso de estos.
Mi ejemplo favorito de estos dilemas, sin embargo, es uno que explicaba Nate Cohn no hace demasiado por el NYT. Para “estabilizar” sus muestras, muchos encuestadores están ponderando sus resultados por recuerdo de voto, es decir, utilizando la pregunta sobre a quién votaron en el 2016 para estimar y corregir su representatividad. Esto tiene el problema que “obliga” a que tu muestra se parezca al universo de votantes del 2020, cuando lo que queremos averiguar es, precisamente, si la gente que votará este año es la misma que el último ciclo o no.
Los encuestadores que ponderan de este modo suelen dar resultados más favorables a Trump. También parecen indicar que la ventaja republicana en el colegio electoral sigue intacta. Los que no lo hacen son algo más favorables a Harris y, en algunos casos, sugieren que la ventaja estructural del GOP se ha disipado de forma considerable. Ponderar por recuerdo de voto tiende a sobreestimar el apoyo de quien perdió las últimas elecciones, pero como señala Cohn, las casas que usan este método no parecen ser demasiado republicanas.
En resumen
Todo esto viene a decir, en resumen, que no sabemos nada. Puedo dar media docena de argumentos sobre por qué los sondeos están infravalorando a Harris ahora mismo, y podría dar una cifra similar haciendo lo propio con Trump. La única manera de saber cuáles son válidos será ver el resultado de las elecciones. Si tuviera que apostar (y no recomiendo a nadie hacerlo) creo que es ligeramente más probable que el error en los sondeos favorezca a Harris. Pero no me fío en absoluto de esa intuición.
Me sigue pareciendo absolutamente incomprensible que un idiota terminal y golpista como Trump pueda ganar estas elecciones, pero bueno, ese es otro tema.
Bolas extra
Esta foto es real:
Su origen es increíblemente idiota.
El domingo, en un mitin en Madison Square Garden, un “comediante” que hacía de telonero de Trump se refirió a Puerto Rico como “isla de basura en medio del océano.” Todo el mundo indignado, qué pasote, etcétera. El martes, Joe Biden, en un acto con votantes latinos en Zoom, se hizo un lío intentando criticar ese comentario, y dijo algo que se podía interpretar (tomándolo fuera de contexto y leyendo lo que decía de mala manera) que todos los votantes de Trump eran “basura”. A pesar de que Trump ha llamado “basura” y cosas bastante peores al electorado demócrata repetidamente, el GOP lleva dos días ofendidísimo con ese comentario (inventado) de Biden.
Ayer, para seguir con la historia, Trump decidió montar un numerito: pintó un camión de basura con el logo de su campaña, se vistió como “basurero”, y se puso a contestar a periodistas desde la cabina, casi rompiéndose la crisma en el proceso. La foto es del buen hombre, todo orgulloso y más naranja que nunca explicándole a los medios la chorrada que iban a hacer allá en la plataforma del aeropuerto tan felizmente.
Tras eso, dio un discurso en el que llamó a los votantes demócratas “gente de bajo coeficiente intelectual”.
La economía americana creció un 2,8% anualizado el tercer trimestre, la inflación está sobre el 2%, el paro sobre el 4%, los sueldos subiendo, y el crimen en mínimos históricos, por cierto. Y este tipo puede ganar las elecciones.
Puede que dé esos poderes al lector. Yo de vosotros lo compraría para ver si funciona.
Los otros 43 somos absolutos comparsas.
Para los despistados: Comey anunció que el FBI había encontrado en el portátil del marido de una asesora de Hillary Clinton correos electrónicos que potencialmente podían formar parte de los correos de su servidor privado cuando era secretaria de estado. Días después, volvió a anunciar que no habían encontrado nada, haciendo que los putos emails de Clinton fueran el tema principal de la campaña la última semana de las elecciones.
Comparando con legislativas anteriores y elecciones comparables, es decir, estimaciones a gobernador, senado, etcétera.
Si os preguntáis de dónde viene la pasión por las criptomonedas de Trump, alguien que hace unos años decía que eran una estafa: donaciones millonarias de esa industria a su campaña y atraer estos votantes.
Bueno, las casas de "apuestas" del empresauriado le dan un leve margen al anormal. No aciertan tanto como se suele decir, pero me parece que sí reflejan ciertas preferencias de cierta gente, un método indirecto (como todos, supongo, el directo es el 4 de noviembre). Viggo Mortensen que es un tipo inteligente, le recuerdo una entrevista (en realidad tuvo varias similares) antes de la victoria de 2016 donde decía con mucho tino que Clinton estaba, por así decir, dando miedo, incluyendo a muchos de sus votantes. La situación ahora es al revés, Clinton era conocida, sus pifias jugaban en su contra y Trump parecía (lo es) un payaso. Como en ese santo país nadie se pregunta de dónde sale la gente y una barbaridad de gente piensa que esto o aquello crece en los árboles (una forma de resumir la idea), la victoria de Trump se basó en ese ajuste fino que Roger describe, que fue además muy de lotería (pero hay que jugar). Pasa que ahora el escenario está invertido, es Trump el que es sobradamente conocido, es Trump el que ya ha gobernado y si Biden hizo cagadas monumentales en política exterior, no pocas de ellas sino todas vinieron causadas por la administración (por decir algo) Trump, y esto no es ocultable ni ignorable para nadie, ahora Trump sí da miedo, no como Clinton pero yo diría que casi peor, porque Clinton es una inepta, pero este tío literalmente no tiene nombre. El resultado va a decir mucho de qué soluciones serán posibles en el futuro en EEUU y cuáles no. O ni eso.
La entevista que Roger menciona en Jot Down tiene mal el link. https://www.jotdown.es/2024/10/roger-senserrich-entrevista/