Tres historias incomprensibles
Un aniversario que nadie quiere celebrar y otras americanadas
Ese aniversario
Mañana lunes hará veinte años del inicio de la invasión de Irak.
Mi primera reacción al ver un artículo sobre esta efeméride fue una cierta sorpresa; no recordaba que pasara tanto tiempo entre el 11-S y esa guerra. Los meses posteriores a los ataques a las torres gemelas fueron extraños, de una urgencia paranoica, malsana. La administración Bush hablaba del terrorismo como esta amenaza existencial, ineludible, pero a la vez insistía en señalar y acusar a actores que parecían no tener nada que ver con ningún atentado reciente. El camino a la guerra fue un lodazal de mentiras, exageraciones, y bravuconería estúpida. Y el resultado fue el peor error de la política exterior americana desde Vietnam.
Dos décadas tras el inicio de la invasión, el consenso en Estados Unidos es que Irak fue una guerra estúpida. El establishment de política exterior de Estados Unidos lleva años casi fingiendo que nada de aquello sucedió realmente. Cuando reciben críticas, se escudan en el amplio, abrumador consenso político que había a favor de la invasión en los meses anteriores a la invasión, como si la oligofrenia colectiva fuera excusa para justificar el hecho de que estaban apoyando invadir un país al azar.
A estas alturas, no está ni siquiera claro por qué se fue a la guerra. El debate gira alrdedor de si los motivos explícitos para justificar la intervención (terrorismo, armas de destrucción masiva, democracia) eran sinceros, y Bush, Chenney y demás eran realmente tan estúpidos como para creerse sus propios argumentos, o si había una estrategia racional detrás, como intimidar a Irán o Dios sabe qué. Mi sensación es que Bush realmente se creía lo que decía y le contaban, pero vaya usted a saber qué narices quería Chenney, el departamento de estado y el Pentágono esos días. Fuera el que fuera el motivo, el prestigio y la autoridad moral de Estados Unidos sufrió un daño irrecuperable.
La paradoja de la guerra de Irak, sin embargo, es que veinte años después, el resultado ha sido el “mejor” de las dos guerras de Bush. Tras el 11-S, siempre se habló de la invasión de Afganistán como la guerra justificada y justificable, la “necesaria”, y la de Irak como la “mala” guerra, una agresión absurda contra un país inofensivo y derrotado. Irak es hoy, sin embargo, algo relativamente parecido a una democracia medio estable; quizás no sea un lugar próspero y floreciente, pero es un lugar con un estado semi funcional con derechos y libertades. Afganistán, mientras tanto, acabó con una retirada humillante y el retorno de una teocracia opresiva, el mismo infierno totalitario que tenía antes de la invasión.
Es imposible saber qué hubiera sucedido en Irak si, en el 2003, los americanos no hubieran invadido. Los contrafácticos son entretenidos, pero poco útiles en circunstancias como esta. La trayectoria de Irak sin guerra es impredecible; no podemos decir siquiera si el mundo en el que vivimos hubiera cambiado sustancialmente.
Lo que me parece claro es que el coste sufrido por Irak para alcanzar la estabilidad actual es completamente absurdo, inmoral e injustificable. La guerra fue un brutal, espantoso error que destruyó un país entero, provocó una serie de conflictos civiles devastadores, y desestabilizó aún más la región. Una tragedia colosal, estúpida, y que nunca debiera haber sucedido.
“Defensa propia”
Hace un par de años, Eric Popper cortó delante de otro vehículo mientras circulaba por la autopista camino del trabajo, en Florida. El otro conductor se enfadó y se puso a seguirle de cerca, dándole bocinazos. Popper dio un golpe de freno para que se distanciara; la respuesta del enojado perseguidor fue cambiar de carril y ponerse a su nivel.
Aquí es cuando las versiones sobre lo sucedido empiezan a diferir. Según la Florida Highway Patrol, el otro conductor lanzó una botella de agua al coche de Popper. Según Popper, le disparó con un arma de fuego.
Lo que sabemos es qué hizo Popper para responder a esa acción, porque el buen hombre tenía una cámara de video en el habitáculo:
Para los que no podáis ver el video, Popper sacó una pistola automática y disparó ONCE disparos así, a lo loco, al otro vehículo. Cuando fue detenido por la policía, argumentó que “temía por su vida” y que los disparos los hizo “en defensa propia”.
El viernes, la fiscalía del estado de Florida, tras evaluar el caso, decidió que pegar once tiros desde un coche en marcha en una autopista no era motivo de delito, ya que las leyes de “Stand your Ground” de Florida permiten actuar en defensa propia en caso de que alguien se sienta amenazado de forma creíble. Así que no van a presentar cargos.
Todos los estudios sobre leyes de autodefensa parecidas en concepto a la de Florida han llegado a la conclusión que traen asociadas un incremento sustancial de homicidios con arma de fuego. Me pregunto por qué.
Conspiraciones reales
No sé si os acordaréis, cuando hablaba de Jimmy Carter, sobre los rumores de que a finales de 1980 gente cercana a la campaña de Reagan organizó una diplomacia secreta paralela para convencer a los iraníes que retrasaran la liberación de los rehenes de la embajada hasta después de las elecciones.
Ayer Ben Barnes, un influyente político tejano, explicó en una entrevista al New York Times que los rumores eran ciertos, y que él y John Connally Jr., en un viaje secreto, se reunieron con cancillerías por todo Oriente Medio para transmitir a Irán precisamente este mensaje.
No está claro que Ronald Reagan supiera qué estaban haciendo; Barnes no habló con el entonces candidato. No es tampoco posible confirmar su historia por completo; el NYT señala que los detalles que pueden corroborar apuntan a que es cierta, pero casi todos sus protagonistas han fallecido. El mismo Barnes dice que ha hablado ahora porque quería que la historia saliera a la luz antes de que Carter muriera.
Jimmy Carter fue, realmente, un presidente sin suerte. Y ante sí tenía un oponente con bien pocos escrúpulos.