Una previa (local) a las Midterms
Donde explico por qué un distrito de Connecticut explica el mundo en general
Es difícil hablar sobre cosas que estas viendo un poco demasiado de cerca. Eso es lo que me está pasando estas elecciones legislativas en Estados Unidos este año, francamente; estoy un poco demasiado metido en ellas.
Me explico. Connecticut no es, habitualmente, lo que se llama un battleground state, o “estado campo de batalla”, en la siempre cruda jerga política americana. Las elecciones presidenciales o legislativas no suelen ser demasiado competitivas por estos lares; el último congresista republicano perdió su cargo allá por el 2008, hace 14 años. El estado no tiene un senador republicano desde 1990 (si uno cuenta a Joe Lieberman como demócrata); esto de la alternancia no se estila demasiado.
Este año, sin embargo, tenemos algo la mar de inusual: Jahana Hayes, la representante del quinto distrito, tiene una elección muy competitiva, hasta el punto de estar esencialmente empatada en las encuestas.
Lecciones de geografía electoral
Esto no es necesariamente una sorpresa. Aunque es cierto que el estado ha sido monocolor durante más de una década, hasta el 2006 tres de los cinco representantes eran republicanos. Sobre el papel, tres de los cinco distritos deberían ser mediamente favorables al GOP. El segundo distrito, que abarca la mitad este del estado, es muy, muy rural y tiene un par de bases militares importantes (submarinos nucleares y la academia de la guardia costera, ambas en Groton). El cuarto distrito abarca los distritos del suroeste, inmensamente ricos y llenos de gente del mundo de las finanzas. El quinto, el de Hayes, combina varios suburbios fronterizos con Nueva York también muy ricos (es el lugar tradicional donde los artistas e intelectuales adinerados de la ciudad pasan los fines de semana) con grandes zonas rurales.
Por ahora, el segundo distrito parece bastante seguro, porque si hay algo que su congresista, Joe Courtney, ha vendido con ahínco es su prodigiosa capacidad para atraer contratos militares. En Groton hay uno de los dos astilleros del país que pueden construir submarinos nucleares, y Courtney se esforzó lo indecible no sólo para convencer a la marina que realmente necesitan construir dos submarinos clase Virginia al año (a 2.800 millones por submarino), sino ampliarla a tres anuales. Y no contento con esto, los nuevos Columbia también se fabricarán en Groton, a un ritmo de uno al año (15.000 millones por el primero, y unos 5.000 la pieza por los once restantes).
Para que os hagáis una idea de la magnitud de estas cifras, el presupuesto de defensa de España para el año que viene será de 12.825 millones. Es decir, Courtney va por su distrito (población 706.000) poniéndose la medalla que la marina se gastará ahí más que todo lo que dedica España a defensa cada año. El tipo tiene un 71% de aprobación en su distrito, y la saca 22 puntos a su rival republicano en los sondeos. Buena suerte intentando echarle.
Los otros dos distritos en liza, sin embargo, son un buen ejemplo de cómo ha cambiado la política en Estados Unidos en tiempos recientes y el complicado entorno político al que se enfrentan los demócratas.
El cuarto distrito era un sitio perfecto para un republicano de Nueva Inglaterra de la vieja escuela, conservador en lo económico y liberal en lo social. Aunque hay un par de ciudades pobres (Bridgeport, vieja conocida, siendo la más conocida), estas son relativamente pequeñas; la mayoría de municipios son esa clase de suburbios con rentas familiares medianas entre los 120.000 y los 220.000 dólares anuales.
La suerte que han tenido los demócratas, en este caso, es que uno de los efectos del trumpismo ha sido empujar a los votantes con educación superior hacia el partido demócrata, y en el condado de Fairfield hay muchos votantes con una licenciatura. El efecto educación, al menos durante los últimos años, ha cancelado el efecto riqueza, y esta tendencia es muy pronunciada en Nueva Inglaterra. Eso hace que Jim Himes, el legislador demócrata en el cargo, le saque 16 puntos a su oponente en los sondeos, y que los republicanos no esté invirtiendo demasiado dinero en tratar de derrotarle.
Un equilibrio complicado
El problema para los demócratas es el distrito quinto, el de Jahana Hayes. Para empezar, esta circunscripción sólo es competitiva gracias a un nada sutil ejercicio de gerrymandering, como podemos ver sobre el mapa:
Las claves en este mapa son las dos “antenas” al este del distrito. La del norte se extiende para cubrir tres suburbios de Hartford muy ricos y llenos de empleados de compañías de seguros (Simsbury, Canton y Avon) que son relativamente moderados, y la muy, muy, muy demócrata ciudad de New Britain. La antena sur no sólo se asegura para cubrir la muy demócrata ciudad de Waterbury, sino que evita cuidadosamente los suburbios en el valle del Naugutuck, muy republicanos. La punta alcanza hasta Meriden, que es también una ciudad demócrata.
Al oeste, los pueblos en las colinas de Litchfield (Kent, New Milford, Warren…) son bonitos, prósperos y ricos, literalmente donde viven las chicas Gilmore (Stars Hollow es un refrito de Kent, Cornwall y Washington), pero bastante pequeños. El distrito se apoya en la pequeña ciudad de Danbury, en el suroeste, que a pesar de estar en el condado de Fairfield se mantiene en el quinto para apoyar un poco al incumbent.
El problema es el resto. En el centro del distrito tenemos el valle del Naugutuck y pueblos adyacentes, que son algo parecido a un rust belt post-industrial versión Nueva Inglaterra. La zona oriental de las colinas de Litchfield son muy rurales, están lejos de todo (para ser Connecticut; este es un estado pequeñito) y son relativamente pobres. Finalmente, el resto de suburbios son esos “exurbios” en las coronas externas de las áreas metropolitanas; no tan ricos, con niveles de educación algo más bajos, mucho más blancos y más pobres. Si a eso le añades un par de pueblos que resultan ser intensamente republicanos como Wolcott, que es donde está el mayor club de tiro y armas de fuego del estado, tienes un montón de lugares donde Hayes puede contar con perder por más de veinte puntos.
El problema
El problema para Hayes es que las ciudades en su distrito son demócratas, sí, pero son relativamente pequeñas, primero, y no demasiado demócratas comparadas con New Haven, Bridgeport o Hartford. Waterbury, la más grande, tiene 114.000 habitantes en un distrito de 725.000. Biden ganó allí por veinte puntos el 2020, que es un margen considerable, pero lejos de los setenta puntos de ventaja que sacó en New Haven. Las otras tres ciudades son mucho más pequeñas (entre las tres no alcanzan los 200.000 habitantes) y son aún más conservadoras, hasta el punto que dos de ellas (Danbury y New Britain) tienen alcaldes republicanos, y Meriden tiene un alcalde independiente.
Los que lleváis una temporada leyendo este boletín sabréis que en la política americana, especialmente en elecciones con baja participación, esto de controlar la alcaldía de una ciudad ayuda bastante (cof Bridgeport cof). No tanto por comprar votos o nada por el estilo (cof Bridgeport cof) sino por el hecho de que el partido que tiene cargos electos locales suele tener una estructura organizativa decente, y eso ayuda muchísimo para movilizar voluntarios y miembros del partido para hacer puerta a puerta, montar actos de campaña, y sacar a gente a las urnas. New Haven o Hartford y sus suburbios inmediatos le dan a un legislador en unas elecciones competitivas 50.000 votos de margen casi de manera automática, un margen de seguridad estupendo en unas elecciones en las que votarán, con suerte, 250.000 personas. Hayes puede contar, con suerte, con menos de 10.0000 saliendo de Waterbury, y quizás 10.000 más entre Meriden, Danbury, y New Britain. Tiene mucho menos margen de error.
Tenemos, entonces, un distrito más vulnerable. A eso le sumamos que las zonas más republicanas se han vuelto más conservadoras, mientras que las demócratas no han cambiado demasiado. Tampoco hay suficientes republicanos moderados con alto nivel educativo hartos del trumpismo. Falta el tercer punto: los republicanos han aprendido.
Candidatos y campañas
El candidato del GOP es un tal George Logan, y es de esos políticos que su cara realmente expresa qué clase de candidato es:
Logan es un ejecutivo en una compañía eléctrica, y fue senador estatal un par de legislaturas. Es un moderado sin demasiadas aristas, que habla bien en público, y es absolutamente perfecto para ni generar rechazo entre republicanos moderados, ni generar preocupación entre demócratas bien pensantes. Es, además, afroamericano, el candidato perfecto para erosionar aún más los márgenes entre ese electorado negro que Hayes necesita desesperadamente.
Dicho en otras palabras: los republicanos han nominado a un candidato excelente, la clase de candidato exacto que necesitan en un distrito en que los demócratas dependen desesperadamente de 2-3 ciudades pequeñitas para mantener su mayoría. Si a eso le sumamos un año en el que el GOP tiene el viento a favor (el partido del presidente siempre se lleva un revolcón en las midterms), cantidades ingentes de dinero apoyando a Logan y que las fortalezas de Hayes (educación, sobre todo) no han sido un tema demasiado saliente esta campaña, y tenemos a una incumbent en problemas.
Así que si os preguntáis por qué estos días escribo menos de lo que debería, bueno, este es el motivo: estamos muy, muy, muy, muy liados con esta campaña en particular. A veces directamente (llamadas, prensa, eventos, reclutar voluntarios, publicidad) a veces indirectamente (ayudando a otros candidatos para que el resto del equipo puedan dedicar más tiempo a Hayes), pero básicamente llevamos varias semanas que esta campaña es nuestro alfa y omega.
Genética electoral y evolución
Más allá de la anécdota y las lecciones de geografía de Connecticut (un estado un poco más grande que Murcia y con la población de Madrid ciudad, para entendernos), estas elecciones en particular son indicativas de varias tendencias importantes a nivel nacional.
La primera, y más importante, es que el partido republicano no es estúpido, y que a trancas y barrancas están nominando candidatos más competentes. Esto no es fruto de un diseño consciente; los partidos están demasiado fragmentados para organizarse de este modo. Es más la evolución natural de un partido que en Connecticut lleva muchos años perdiendo, y que finalmente se está moviendo (poco a poco) hacia el centro. No les bastará en las elecciones a gobernador (Ned Lamont parece el retrato robot de candidato demócrata perfecto para este estado) pero al menos han dejado de nominar a fantoches como Linda McMahon.
Segundo, hay un descenso claro en la polarización racial del voto en Estados Unidos del que nunca se habla lo suficiente, y que ambos partidos están intentando explotar. El voto blanco es menos republicano según los universitarios se van al partido demócrata; el voto latino y afroamericano urbano es menos demócrata según el partido pierde a votantes sin estudios superiores. Jim Himes, en Fairfield, explota alegremente su pinta de empollón salido de un hedge fund para ganarse los suburbios; Logan explota que los demócratas no pueden dar por hecho el voto urbano para ser competitivo.
Lo que vale la pena recalcar también, por cierto, es que del mismo modo que el GOP evoluciona hacia alguien como Logan en Connecticut, los demócratas también están presentando candidatos “innovadores” (por así decirlo) en muchos sitios donde no eran competitivos en años recientes. La historia de estas midterms puede que sea la de republicanos metiendo en problemas a candidatos demócratas en estados progresistas, pero también está sucediendo en dirección contraria en sitios como Oklahoma (con un candidato demócrata a gobernador muy, muy competitivo), Alaska, Ohio, Iowa, o Wisconsin. Si es un año malo para los demócratas (y lo es), muchos de estas posibles sorpresas acabarán palmando igual, víctimas de una ola republicana. Pero sus mensajes, sus campañas, entrarán en la base genética del partido, y empezaran a influir en las nominaciones en años sucesivos.
No hay nada ni eterno ni inevitable en el dominio demócrata en las dos costas, ni en el control republicano del Midwest y las grandes llanuras del centro del país. Recordad que Trump, al fin y al cabo, era un candidato muy innovador en posicionamiento político, populista en lo económico y fascista en lo social; una reacción del GOP a las derrotas del republicanismo corporativo de Mitt Romney.
Los partidos aprenden. Falta ver quién evoluciona más deprisa entre hoy y el próximo ciclo electoral.
Bolas extra:
Dado que vienen elecciones, os animo a que dejéis preguntas en los comentarios que responderé en el próximo boletín. ¿Qué queréis que explique? ¿Qué dudas tenéis? Preguntad, preguntad.
Hablando de trabajo y campañas, me entrevistaron en una radio local aquí. Mi jefa estaba enferma y me tocó ir a mí. Yo soy más de escribir en prensa que hacer radio.
¿Es verdad que Jill Cheney esta haciendo campaña para candidatos democratas? ¿Tendra algun efecto en laa elecciones?
Mi pregunta es si sabes de otros blogs o medios, ya sea en español o en inglés, pero mejor en español, que sean del mismo estilo del tuyo. Me encanta leer este blog, pero hay veces que me gustaría que publicaras más a menudo, ya que me quedo con ganas de más (y entiendo que no vives de esto H tienes tu trabajo).