Las vacaciones navideñas me han sentado bien. Aunque este año tuvimos un parón estival en Vermont, hacía dos años que no teníamos un parón largo, ni un vuelo a Europa para ver a la familia. Por supuesto, no nos esperábamos otra ola de COVID a estas alturas, así que el viaje se convirtió por un lado en una demostración de la falacia de costes hundidos, y por otro en una exhibición de paranoia, tanto burocrática como familiar. Mucho papeleo, muchas, muchas pruebas de todas clases, inyecciones de refuerzo y mascarillas KN95, pero al final mi hija pudo ver a els avis y a la tieta, nadie se contagió de nada, y todo salió bien.
Si os preguntáis quién tiene todos los test de antígenos, por cierto, somos nosotros. Los usamos todos.
De las impresiones del viaje a Londres (donde vive mi hermana) escribiré otro día, seguramente en Ruedas y Raíles. Hoy toca reengancharse con la política americana, que hay un buen puñado de noticias y cabos sueltos. Empecemos el boletín este año, pues, con una lista de breves.
El nuevo alcalde de Nueva York
El año empieza con un nuevo alcalde en la ciudad más grande y rica del país: Eric Adams sustituye a Bill De Blasio en la alcaldía de Nueva York.
El legado de De Blasio es complejo y lleno de altibajos. Por un lado, es alguien que desde la alcaldía consiguió cumplir su promesa de reducir las desigualdades en la ciudad del país con mayores disparidades de renta, algo que muy poca gente creía posible. Es cierto que los cambios han sido menores de lo prometido (estrictamente, ha reducido la pobreza, no la desigualdad) y ha implementado un programa de guarderías gratuitas universal que es la envidia de muchas ciudades. La ciudad, sin embargo, ha estado muy mal gobernada en otros apartados, desde la respuesta la pandemia a limpieza o transporte público, y sigue teniendo una burocracia colosal y cada vez menos eficiente. Se ha llevado mal con todo el mundo, empezando con el exgobernador Cuomo, y ha fracasado estrepitosamente en vivienda.
También mató accidentalmente una marmota, en uno de los mayores escándalos de su mandato, pero eso lo dejamos para otro día. Su relación con la prensa fue siempre espantosa.
Su substituto, Eric Adams, es un tipo peculiar. Uno tiene que ser rarillo para meterse en política, y más en una ciudad donde la política es tan absurda, provinciana y bizantina como Nueva York, pero Adams es un tipo curioso incluso para lo que se lleva en Gotham.
Es, para empezar, ex- policía, vegano, y tiene un ego del tamaño del Empire State Building. Su mensaje durante la campaña fue una mezcla entre ley y orden, populismo anti- ricos y hacerle la pelota a todo aquel millonario que se le cruzara. Es más moderado que De Blasio, alguien que tenía por costumbre citar a Karl Marx, pero nadie sabe exactamente qué hará en la alcaldía.
Pero supongo que lo que os interesa son las rarezas, que de medidas concretas tenemos tiempo de hablar luego. Adams es ultra- madrugador, adicto a toda clase de pijadas de wellness y vida sana, quiere cobrar su primer sueldo en Bitcoins y le gusta la ropa cara. Tiene una cierta tendencia a tener amigos curiosos y escándalos inexplicables, como cuando se descubrió durante la campaña que no vivía donde decía su declaración de la renta y culpó a su contable, que estaba viviendo en la calle y pasando un mal momento. Su madre murió durante la campaña, pero inexplicablemente decidió ocultarlo durante meses, pidiendo a su familia que lo mantuviera en secreto. Fue republicano una temporada, durante la alcaldía de Giuliani, aunque ahora dice que se arrepiente. Es la clase de tipo al que le gusta pasar la noche en su oficina, trabajando hasta las tantas, meditando con música iraní de fondo, comiendo frutas frescas y durmiendo en una colchoneta.
Hay una historia de Adams que me parece fascinante, y algo que él describe como el evento que le llevó a la política. En 1992, Rudy Giuliani ayudó a organizar una manifestación contra el alcalde entonces, David Dinkins, primera persona de color en ocupar el cargo. La protesta degeneró en una turba violenta que intentó asaltar el ayuntamiento sin que la policía hiciera nada para detenerlos, porque la mayoría de los manifestantes eran policías. Adams, un capitán en el cuerpo por aquel entonces, lo vio como la confirmación de que el NYPD estaba lleno de racistas y totalmente fuera de control. Durante años, fue una voz solitaria luchando por una reforma en profundidad del cuerpo, antes de dejar la policía para meterse en política.
Es curioso que este Adams, el activista, haya llegado a la alcaldía como el candidato de ley orden. Es un político hábil, un tipo profundamente extraño, y quién sabe si será un buen alcalde. Lo que está claro es que será más divertido que Bloomberg o De Blasio.
Aniversarios de un golpe de estado
El jueves se cumplirá un año del asalto al capitolio, el evento que ha definido la política americana estos últimos doce meses. Las mentiras de Trump y sus aliados en los medios han llevado a un porcentaje preocupante de miembros de su partido a justificar el ataque y estar convencidos de que las elecciones del 2020 fueron fraudulentas.
La cifra más aterradora en los sondeos, sin embargo, viene de esta encuesta: un tercio de americanos creen que la violencia contra el gobierno puede estar justificada. La cifra es aterradoramente alta entre republicanos (40%) e independientes (41%) y preocupante entre demócratas (23%). Por supuesto, de justificar la violencia a liarse a tiros hay un abismo, pero esta clase de escalada en el discurso político del país es preocupante. No es cuestión de que el país acabe a tiros (Estados Unidos es demasiado rico para estas cosas) pero es una señal clara que lo que vimos el seis de enero del 2020 no es una anécdota, y no fue un accidente.
No es que Trump y los suyos estén escondiendo sus planes y modelos de conducta, por cierto. Ayer Trump anunció su apoyo a Viktor Orban, el primer ministro de Hungría, en las elecciones del país. Orban es un político abiertamente anti-liberal y autoritario que la derecha fascistoide americana ve como un ejemplo a seguir. La visita de Tucker Carlson el año pasado no era una anécdota.
Los demócratas intentan legislar
Chuck Schumer, líder de la mayoría demócrata en el senado, ha anunciado que llevará a votación la ley sobre derecho al voto el 17 de enero, cambiando si es preciso las normas del senado para sacarla adelante.
Traducido: si los republicanos objetan e intentan un filibuster, los demócratas cambiaran el reglamento para eliminar el requisito de supermayorías en la cámara alta para aprobar esa ley.
Ya he hablado otras veces sobre lo importante (imprescindible) que es sacar adelante esta ley. La novedad, en este caso, es que Schumer cree tener los votos para reformar el filibuster, y que Krysten Sinema y Joe Manchin están dispuestos a apoyar el cambio (la ley a debatir la reescribió Manchin por completo, así que le gusta seguro). Es posible que las declaraciones de Schumer sean un farol y esté intentando forzar a McConnell y los republicanos a llegar a un acuerdo, y si el GOP no pica, todo quede en nada. No obstante, es un paso significativo. Veremos dónde acaba.
Lo de BBB y el paquete de medidas de Biden, por cierto, sigue encallado en negociaciones. Nada ha cambiado.
Bolas extra
Una ley mal redactada en Georgia está llevando presos a ser ejecutados, a pesar de no poseer facultades mentales plenas. Los legisladores añadieron una cláusula que exigía que un condenado demostrara más allá de cualquier duda razonable que no sufría una discapacidad intelectual, un estándar legal durísimo para determinar el estado del reo; el habitual en otros estados (“preponderance of evidence”) es mucho menor estricto. El supremo decidirá este año si esta ley es demasiado severa; una sentencia previa del tribunal prohibió ejecutar a presos con discapacidades intelectuales.
Nancy Pelosi ha sido, con mucha diferencia, uno de los políticos más hábiles de los últimos veinte años. Pero nadie es eterno, y prepara su retirada. La lucha dentro del partido para sucederla ya ha empezado, y es, como todo, una pelea entre moderados y progresistas. Pelosi es única en su condición de progresista y parte del establishment; substituirla será dificilísimo.
La derecha mediática ultramontana en internet está metida en una lucha fratricida post Q-Anon hilarante. Es como un reality gonzo entre Youtubers, timadores e influencers, pero con fascistas y tarados conspiranoicos.
En noticias locales, New Haven cerró el 2021 con 25 homicidios. New Haven tiene 134.000 habitantes. Como comparación, la Comunidad de Madrid, con sus 6,6 millones de habitantes, tuvo 34. La parte más deprimente de la noticia, sin embargo, es que la policía de New Haven sólo ha efectuado detenciones en un 12% de los casos; del otro 88%, la policía no tiene ni idea de lo que sucede. Esta es una cifra excepcionalmente baja, incluso para los tristes estándares policiales de Estados Unidos.
El NHPD tiene 358 policías, una cifra que se me antoja más que insuficiente - porque parte del problema en Estados Unidos es que sus departamentos de policía son a la vez demasiado pequeños y están excepcionalmente bien pagados. Pero de eso hablamos otro día.
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