La media de los sondeos en las primarias republicanas para ser el candidato del partido a la presidencia el 2024 dice que Donald Trump va líder con un 52,4% de intención de voto. Ron DeSantis, gobernador de Florida (e imitador de Jeb! en sus ratos libres) va segundo con un 18,4% de apoyo. Tercero se sitúa el flipado de Vivek Ramaswamy, probablemente la persona menos preparada de todos los candidatos del GOP para ocupar el cargo con diferencia, con un 6,8%.
Bueno, diréis. Las primarias no son realmente unas elecciones nacionales. Lo que importa son los estados, y Trump lleva varias semanas criticando a la gobernadora de Iowa de forma un tanto inexplicable, a pesar de su enorme popularidad. Eso parece haber hecho daño a Trump, que va líder en Iowa… con “sólo” un 50% del voto. DeSantis, el segundo, está en 17%.
Iowa, sin embargo, es un sitio rarito, con un sistema de caucus que favorece al candidato con los activistas más flipados. New Hampshire es quien decide de verdad las primarias, y allí Trump se topará con un electorado más moderado y con un nivel educativo más alto que le es menos favorable. No es una mala teoría, y Trump realmente va peor en New Hampshire; su apoyo ronda ronda el 41,7%. Ron DeSantis, no obstante, no parece darse por aludido, y tiene un 18% escaso, mientras que un puñado de candidatos oscilan entre un 4 y un 7% de apoyo.
Ahora repasemos alguno de los maravillosos titulares que Trump ha generado esta última semana.
Abogados
Un comité de acción política (PAC) que apoya la campaña del ex-presidente acaba de pedirle sesenta millones de dólares a otro grupo aliado del presidente para poder afrontar las enormes costas legales a las que se enfrenta el candidato. Trump está quemando 1,5 millones de dólares a la semana para defenderse de los dos casos (por ahora) en su contra.
El dinero viene de donantes a su campaña. Trump es un hombre acaudalado, pero para defenderse de la montaña de crímenes de los que se le acusan está utilizando los fondos que su campaña está recaudando de miles de pequeños donantes de todo el país. El ex-presidente lleva una buena temporada desviando fondos de su propia campaña a la PAC, sin declarar explícitamente a sus donantes el motivo, y no está nada claro que esto sea legal.
No que eso importe. Las leyes sobre financiación de campañas políticas en Estados Unidos, por desgracia, son poco menos que papel mojado. La FEC (Federal Elections Commission), la agencia independientes con jurisdicción sobre el tema, está dirigida por un comité compuesto por seis miembros, nominados por el presidente y confirmados por el senado. Por ley, ningún partido puede tener más de tres comisionados, y la FEC sólo puede iniciar una investigación sólo si una mayoría del comité así lo decide. Como os podéis imaginar, los republicanos llevan décadas poniendo en la agencia energúmenos que creen que en política cuanto más dinero mejor. Trump podría recaudar dinero robando bancos a plena luz del día disfrazado de lagarterana o subastando cargos públicos en Times Square, y la FEC ni se molestaría en pedir explicaciones.
Así que el candidato que va líder destacado en los sondeos es alguien que está sablando a pequeños donantes de todo el país para pagar de forma probablemente ilegal a todos esos abogados que necesita para defenderse de múltiples acusaciones creíbles de crímenes.
Dado que los actos delictivos han acabado arrastrando a una pequeña horda de sus empleados a acabar también en los tribunales, Trump esta semana se vio forzado a crear un fondo de defensa legal para pagar a sus abogados también. No está claro a cuántos (porque hay varios fiscales del país preparando cargos adicionales), pero esto no es algo exactamente normal en una campaña. No está del todo claro si aceptar que Trump te pague a tus abogados es buena idea, porque tienen la mala costumbre de intentar proteger al ex-presidente antes que a tí.
Eso es lo que hemos visto esta semana.
¡Más crímenes!
Esta semana a Trump lo han acusado de más delitos estúpidos en el ya de por sí increíblemente estúpido caso de los documentos secretos que se llevó como souvenir de la Casa Blanca.
Según la versión de la fiscalía, cuando las autoridades federales pidieron a Trump las grabaciones de las cámaras de seguridad de Mar-a-Lago a finales de junio del año pasado, el ex-presidente llamó a Carlos De Oliveira, el responsable de mantenimiento de la finca, y le pidió que las borrara. De Oliveira trasladó la petición al encargado de seguridad. Hay mensajes de texto, múltiples testigos, y Trump pidiéndole a De Oliveira “lealtad” y diciendo que le pagaría un abogado. Ese abogado parece que le recomendó mentir al FBI (mala idea), cosa que acabó con De Oliveira imputado por obstrucción a la justicia, y a Trump con otro cargo más en su contra por el mismo motivo, porque pedir a tus empleados destruir pruebas el día después de que el FBI te las pida es increíblemente estúpido.
El tipo que llevaba la seguridad de Mar-a-Lago, por cierto, nunca borró las grabaciones, porque no es tan idiota como su jefe.
Una campaña “normal”
Fuera de los tribunales, mientras tanto, la campaña de Trump no es que sea precisamente normal. Esta última semana se ha dedicado a atacar a miembros de su propio partido porque no le están ayudando con suficiente entusiasmo a vengarse de sus enemigos políticos. Para el ex-presidente, los republicanos en el congreso deberían estar lanzando investigaciones contra Joe Biden y su familia, y cualquiera que no le haga caso debe ser sometido a primarias y echado del cargo. También ha llamado al presidente “tonto hijo de perra”, algo que el 2012 hubiera sido un escándalo espantoso, pero que para Trump es básicamente “sábado noche”.
Mientras tanto, NBC News se dedicó esta semana a preguntar a las 44 personas que formaron parte del gabinete de Trump en algún momento de su presidencia si apoyaban su reelección. Sólo cuatro de ellos dijeron que sí: Matthew Whitaker, que fue fiscal general en funciones, Mark Meadows, jefe de gabinete durante el golpe, Russell Vought, jefe de presupuestos, y Richard Grenell, director de inteligencia.
Y con todas estas, Trump le saca más de treinta puntos a todos sus rivales en estas primarias. Es francamente extraordinario.
Habrá tiempo de hablar sobre los motivos, pero creo que este artículo de Max Tani tiene parte de la respuesta: la fragmentación mediática en Estados Unidos se ha disparado. Hay una cantidad extraordinaria de medios de comunicación nicho, especialmente en la derecha, y los votantes republicanos simplemente o no escuchan o leen nada sobre los problemas legales de Trump, o sólo lo ven a través del filtro de medios afines al GOP. Como además hay tantos medios (podcasts, radio, internet, TV…) cualquier mensaje de los 4534 candidatos alternativos a Trump se difumina mucho, mientras que el ex-presidente, por el mero hecho de serlo, siempre recibe atención.
Las bases republicanas, indudablemente, adoran a Trump. A su vez, tampoco escuchan a nadie criticarle, y no se fían de nadie fuera de la burbuja de medios conservadores que lo haga. Así que le siguen apoyando.
Mientras tanto, Joe Biden…
El PIB de Estados Unidos creció a un ritmo anualizado del 2,4% el segundo trimestre. La inflación está por debajo del 2%. La tasa de paro ha caído hasta el 3,3%. Los salarios están subiendo, especialmente entre las clases medias y trabajadoras. El nivel de confianza entre los consumidores no para de aumentar. La bolsa va camino de alcanzar máximos históricos. La economía va como un tiro, creciendo mucho más rápido que en cualquier otro país desarrollado.
Mientras tanto, los sondeos tienen este aspecto:
Esta gráfica es aún más incomprensible cuando en los sondeos se les pregunta a los americanos sobre su situación económica personal y cómo ven la situación del país:
La mayoría de americanos (casi tres de cada cuatro) creen que a ellos les va bien, pero están convencidos que la economía del país es un desastre. A pesar de que todos los indicadores económicos son buenos o excelentes (¡todos! La economía americana va excepcionalmente bien) los sondeos muestran, una y otra vez, que medio país está convencido de que todo es un desastre.
Parte del problema es que los medios insisten en titulares como este:
O perlas como esta:
Llevamos básicamente un año y medio con todos los medios hablando sobre la recesión económica que viene, precios disparados y cómo la reserva federal iba a frenar la economía en seco con sus subidas de tipos y el paro se iba a disparar. Mientras tanto, la inflación se ha frenado, el paro ha caído a mínimos nunca vistos desde la presidencia de Kennedy, pero los americanos siguen convencidos que todo va mal. Biden tiene la suerte de que las elecciones están lejísimos y que hay tiempo para que esta percepción empiece a cambiar, pero no recuerdo una mayor desconexión entre lo que los sondeos dicen es la percepción sobre la economía y lo que reflejan los indicadores. Es francamente sorprendente.
Bolas extra:
Tommy Tubberville, senador republicano por Alabama, ha decidido bloquear todos los ascensos militares que requieren confirmación en el senado (cientos de ellos) durante los últimos cinco meses. El motivo: está en contra de que el Pentágono pague los gastos de viaje al personal que tenga que ir a otro estado a tener un aborto.
La intransigencia de los estudios ante la huelga de guionistas y actores puede ser el último clavo en el ataud para miles de salas de cine en Estados Unidos. Algo que acabaría haciendo un daño tremendo a los propios estudios.
El final de las medidas de emergencia de la pandemia obligó a los estados a reinstaurar controles burocráticos adicionales en Medicaid (seguro médico para pobres). Sus receptores tenían que demostrar, otra vez, su nivel de ingresos. El papeleo adicional ha provocado que tres millones de personas pierdan su seguro médico.
Hoy es el último día en el que os podéis suscribir a Four Freedoms por sólo $35 al año. La oferta se acaba esta noche.
Interesante analisis, que tiene que pasar en Estados Unidos para que la popularidad de Biden aumente? Lo que comentas sobre la percepcion de los estadounidenses sobre su economia lo he notado al conversar con unos cuantos colegas, muchos estan convencidisimos de que en cualquier momento la economia se va caer y de que todo se va ir al garete por culpa del gobierno de Biden.
¿Podría ser qie esta percepción negativa respecto de la economía no es en realidad una simplificación a la hora de comunicar una percepción que tiene más que ver con lo emocional que con lo tangencial? El daño que Trump ha inflingido en este país es inmenso y va más allá de lo obvio. Yo también siento que mis finanzas están saneadas y que la económia familiar va bien, pero no me siento cómoda a pesar de todo, ni segura, y hasta que no se cierre este negro episodio de la historia de este país la desconfianza seguirá ahí. Y se me ocurre que esta crispación generadora de desconfianza nos afecta a todos (independientemente del color). Me siento mal => la economía va mal es la manera más fácil de expresar desconfianza. Me temo que en realidad quieren decir: me siento mal => no me extraña, nos acaba de pasar una apisonadora por encima. Entiendo que un sondeo no va a poder captar este matiz, por eso me pregunto si esa podría ser una explicación de ese desajuste percepción vs realidad.