Hoy quería hablar de otra cosa. Por hastío, en parte, porque justó escribí sobre escuelas y tiroteos hace un mes después de un correo electrónico francamente extraordinario del colegio de mi hija, y hablé de la matanza de Buffalo la semana pasada. Pero ayer hubo otra matanza, en otro colegio en Texas, la segunda peor masacre en una escuela de la historia del país, y… en fin, es que no puedes pensar sobre otra cosa.
Uvalde, al sur de Texas, es un pueblo de 15.000 habitantes, lejos de todo. Matthew McConaughey nació en Uvalde. Hay un museo dedicado a John Nance Garner, que fue el primer vicepresidente de Franklin Delano Roosevelt y vivió en el pueblo 30 años. Desde su fundación en 1856, la única cosa interesante que había sucedido allí fue la llegada del ferrocarril.
A las 11:30 de la mañana de un martes cualquiera, dos días antes del inicio de las vacaciones de verano, un chaval de 18 años chocó su coche contra una barrera en la entrada de una de las escuelas primarias del pueblo. Iba armado con dos rifles de asalto y equipado con un chaleco antibalas. Dos policías que estaban de servicio en el colegio intentaron detenerle. Fueron forzados a retirarse, heridos cuando este abrió fuego. El pistolero entró en el edificio y asesinó a 19 niños y dos adultos, a sangre fría, sin motivo aparente. Las heridas de alguna de las víctimas son tan aparatosas que las autoridades estaban recogiendo muestras de ADN a los padres para identificar los cadáveres.
No os aburriré con estadísticas, porque a estas alturas no sé ya para qué sirven. Os dejaré esta cita que recoge el NYT, de un familiar de un alumno de la escuela:
“He actually witnessed his little friend get shot in the face,” Mr. Hernandez said. The friend, he said, “got shot in the nose and he just went down, and my nephew was devastated.”
Lo más absurdo de todo este asunto, de las armas, las matanzas, las muertes, es que son completamente evitables. No suceden en ningún otro país con esta frecuencia (desde que empezó el año, ha habido 215 tiroteos con más de cuatro heridos o muertos en Estados Unidos), y la justificación legal detrás de ellas es una ficción, un invento legal reciente de activistas y abogados completamente pasados de vueltas.
Hablemos, pues, de la segunda enmienda. Otra vez.
Historia de una coma
La segunda enmienda de la constitución americana tiene un problema inicial: no se sabe a ciencia cierta cuál es su texto original. La versión “oficial”, o al menos la que el tribunal supremo ha utilizado en sus sentencias, es el siguiente:
A well regulated Militia, being necessary to the security of a free State, the right of the people to keep and bear Arms, shall not be infringed. (una milicia bien regulada, siendo necesaria para la seguridad de un estado libre, el derecho a poseer y llevar armas, no debe ser infringido).
El pequeño problema es que este no es el texto que fue enviado a los estados, o más precisamente, a todos los estados. Esta es la versión que fue ratificada en Nueva York, Pensilvania, Rhode Island y Carolina del Sur:
A well regulated Militia being necessary to the security of a free State, the right of the people to keep and bear Arms shall not be infringed. (Siendo una milicia bien regulada necesaria para la seguridad de un estado libre, el derecho a poseer y llevar armas no debe ser infringido).
Si os fijáis, el texto es el mismo, pero no los signos de puntuación. La primera versión tiene comas esparcidas más o menos al azar, cosa que la hace un tanto ininteligible. La coma entre “arms” y “shall” sugiere que “well regulated militia” y “right to bear arms” es una enumeración, dos cláusulas separadas por una torpe subordinada (“being necessary”) que justifica la necesidad de la primera. Es gramaticalmente incorrecta, tanto hoy como en el s.XVIII.
Este no es un detalle trivial, porque la versión con una sola coma no sólo es gramaticalmente correcta, pero tiene un significado completamente distinto. Aquí la “well regulated militia” es la única parte necesaria para la seguridad de un estado libre; el derecho a llevar armas es siempre en relación con la milicia, no el sujeto de una oración coordinada flotando en el éter intentando desesperadamente encontrar ese verbo en pasiva al final. Sigue siendo una redacción pésima, pero al menos no le pega doce patadas al idioma. Según se dice, Thomas Jefferson, que estaba en Francia cuando fue redactada, prefería la segunda versión.
Durante casi dos siglos, el tribunal supremo de los Estados Unidos interpretó la constitución en base a este segundo significado. Las comas eran confusas y “well regulated militia” estaba allí, en letras bien grandes. Los estados podían regular sus milicias; eso es lo que permitía la enmienda. Limitar la posesión de armas era perfectamente constitucional.
Inventando un derecho
A principios de los años 1970, un grupito de profesores de derecho y abogados empezaron a enviar docenas de artículos a revistas legales defendiendo que la interpretación del supremo sobre la segunda enmienda era incorrecta. El texto, con ese puñado de comas esparcidos más o menos al azar, habla de un derecho individual, no colectivo. El derecho a tener armas de fuego en casa está protegido constitucionalmente.
Muchos de esos artículos estaban financiados mediante becas, cátedras, o think tanks variados por la Asociación Nacional del Rifle, o NRA. Y muchos eran, como era de esperar, invenciones, o tergiversaciones interesadas de debates constitucionales que nunca tuvieron lugar.
A la NRA, sin embargo, le importaban menos los argumentos legales que el poder de movilización política de esta clase de debates. El “derecho a llevar armas” se convirtió en su grito de guerra, un instrumento para recaudar fondos, reclutar miembros y llevarlos a las urnas. La NRA pasó de ser un aburrido grupo de presión para cazadores a un centro de poder político en el centro del debate, con millones de afiliados, presupuestos gigantes y toda una constelación de dirigentes increíblemente bien pagados. Los fabricantes de armas de fuego, por supuesto, lo vieron como una oportunidad de negocio, y financiaron todo el proyecto con entusiasmo.
Warren Burger, que fue juez jefe del supremo durante muchos años, declaró que la reinterpretación de la NRA era “One of the greatest pieces of fraud, I repeat the word fraud, on the American public by special-interest groups that I have ever seen in my lifetime.”
Poco importaba. La segunda enmienda, que era una especie de reliquia extraña de la constitución (tiene varias; mi favorita es la tercera enmienda) fue politizada. Y el movimiento conservador hizo cambiar la interpretación del supremo uno de sus grandes objetivos políticos.
District of Columbia v. Heller
Y eso es lo que consiguieron en el año 2008, en el caso conocido como Heller, en el que el supremo decidió, por cinco votos a cuatro, que la constitución reconoce el derecho individual a tener armas. Parte del debate previo a la sentencia, como no, incluyó largos debates sobre comas.
Lo irónico del asunto es que Heller no fue obra de la NRA, sino de un pequeño grupo de abogados libertarios cansados de que los caguetas del movimiento pro- armas no llevaran nada a juicio. El modelo de negocio de la NRA era luchar por la segunda enmienda, no ganar la batalla (una vez has ganado, ¿Cómo recaudas más pasta?). Lo que hicieron fue buscar un guardia de seguridad en Washington DC que quería poder llevarse su arma a casa para protegerse de criminales, vulnerando una ordenanza de la ciudad de 1976 que prohibía tener armas cargadas en el domicilio. Tiraron por la vía directa… y ganaron.
La sentencia es, en palabras de John Paul Stevens, uno de los cuatro jueces en la minoría, la peor decisión en sus 35 años en el supremo. No se atiende a precedentes, ni al hecho que cuando la segunda enmienda fue aprobada muchas ciudades tenían normas estrictas sobre armas de fuego. No se fija en las consecuencias de permitir que las armas sean completamente imposibles de regular. Es una sentencia política, por encima de todo; una de las primeras grandes victorias de la reconquista conservadora de los tribunales.
De Heller se deriva el hecho de que el autor de la matanza en Uvalde pudiera comprar dos fusiles de asalto el día que cumplió 18 años. De Heller, y toda la agitación política que le precedió, se deriva la ley aprobada por Texas el año pasado que permite que cualquier persona del estado mayor de 21 años pueda llevar una pistola o revolver sin tener que sacarse una licencia.
La opinión pública
La mayoría de los votantes de Texas se opone a permitir que cualquier persona pueda llevar un arma sin licencia. Una mayoría de americanos quiere leyes sobre control de armas más estrictas. Varias medidas, como prohibir los fusiles de asalto, están por encima del 60% de apoyo.
Como era de esperar, los republicanos tienen una mayoría de bloqueo en el senado y el supremo una supermayoría conservadora, así que buena suerte aprobando cualquier ley.
Bolas extra:
De cómo un ayudante de Biden se pegó un palizón de horas en avión para llevar a Corea la ley autorizando ayuda militar a Ucrania para que el presidente la firmara.
Cosas de las que quería hablar hoy si no fuera por el tiroteo: ¿será Biden candidato a presidente el 2024?
Cosas de las que quería hablar hoy si no fuera por el tiroteo: los escándalos de abusos sexuales en la iglesia evangélica.
Cosas de las que quería hablar hoy si no fuera por el tiroteo: los candidatos de Trump en Georgia se han llevado una paliza monumental en las primarias republicanas.
Esto:
Ya sé que es secundario, pero ¿Por qué en las escuelas? ¿Tan traumáticas son las experiencias educativas en USA?
Sin estar yo de acuerdo con la segunda enmienda y la venta libre de armas de guerra, hay que decir que lo de USA es una cuestión fundamentalmente cultural. Hay muchos países con tradición de armas -como Austria, Suiza o Canadá, por no hablar de la Latinoamérica donde es tan fácil conseguir armas ilegalmente- y aún así no se ven estos tiroteos. Y esto no lo digo yo, lo decía el mismo Michael Moore, que no es precisamente un ultraconservador.