El nombre de Marcus Flowers no le sonará demasiado a casi nadie que no ande un poco demasiado obsesionado con la política americana. Marcus es un exmilitar que se tiró casi una década en el ejército; tras ello, trabajó como contratista para el departamento de defensa. Es un tipo moderado, pragmático, y que ha servido a su país en combate durante años; la clase de tipo serio, tenaz y honesto que los americanos dicen apreciar.
Flowers es el candidato al congreso de los Estados Unidos en el 14º distrito de Georgia, y lleva recaudados casi once millones de dólares para su campaña. Esta es una cifra excepcional; la campaña ganadora media en la cámara baja suele costar unos dos millones, y el gasto medio de candidatos que consiguieron desbancar a representantes en el cargo estaba algo por encima de tres. Flowers no es millonario, ni tiene mecenas que le rieguen de dinero a lo Peter Thiel, pero está entre los diez candidatos que más dinero ha conseguido atraer este ciclo.
Si os preguntáis por qué, echad un vistazo a esta imagen:
No, no es porque sea guapo ni porque tenga un sombrero la mar de elegante. La respuesta la tenéis ahí mismo, en rojo: Marcus Flowers se presenta contra Marjorie Taylor Greene, esa congresista republicana tan aficionada a decir cosas como que los incendios forestales de California fueron provocados por láseres orbitales judíos y que se pasa el día diciendo fascistadas como esta:
La buena de MTG está loca de atar, cosa que la convierte en una celebridad en el partido republicano, y es una superfan de Trump, cosa que se pase la vida dando mítines con el ex-presidente. Que alguien como ella esté en el congreso de los Estados Unidos es francamente vergonzoso, así que hay muchos demócratas que quieren hacer todo lo posible para derrotarla, por lo que donan dinero a Flowers, su oponente en las elecciones en noviembre.
Quijotismo electoral
Hay un pequeño problema: Marjorie Taylor Green ganó las las elecciones hace dos años 75-25. Ese fue casi mismo margen que su antecesor en el cargo, el republicano Tom Graves, consiguió en el 2012 (73-27) y 2018 (77-23). Los demócratas ni siquiera se molestaron en presentar a nadie en el 2014 y 2016. El GOP podría presentar literalmente un mono rabioso ciego de heroína armado con dos lanzallamas y seguramente ganarían en ese distrito por cincuenta puntos. Y están presentando a MTG, que viene a ser más o menos lo mismo.
Tenemos, entonces, a un montón de pequeños donantes demócratas regando de dinero a un tipo que tiene una probabilidad asintóticamente cercana a cero de ganar unas elecciones. Una historia trágica, sin duda, hasta que nos damos cuenta que la historia de Flowers no es nada inusual y que su “estrategia” de campaña es un tanto especial.
Para empezar, hay todo un ecosistema de candidatos demócratas presentándose contra famosos ultra republicanos en distritos imposibles. Este ciclo Matt Gaetz y Elise Stefanik tienen un par de rivales casi igual de quijotescos, aunque no tan bien financiados como Flowers. En ciclos electorales anteriores hemos visto campañas casi igual de absurdas contra figuras prominentes del senado (McConnell y Graham). También hay campañas de fantasía parecidas de activistas conservadores, como el tipo que tomó parte en el asalto al capitolio que está intentando derrotar a Ocasio-Cortez (margen de victoria el 2020: 72-27) y lleva recaudado casi un milloncejo, o el tarado (literalmente) que se está presentando contra Maxine Waters por tercera vez, también consiguiendo cifras parecidas de donaciones.
Y esto de presentar gente peculiar no es cosa de republicanos solamente. El propio Marcus Flowers es un tipo un poco especial, la clase de persona que dejó tirada a su mujer en un albergue para personas sin techo para “negociar” un divorcio.
Un modelo de negocio
Si miramos con cierto detalle la estrategia de Flowers y otros candidatos similares, todas siguen un patrón común. Flowers gasta toneladas de dinero en publicidad (diez millones pagan muchos, muchos anuncios), pero un porcentaje sospechosamente alto de todo este gasto (sobre un 75%) es para recaudar más dinero. Es decir, su campaña es una enorme máquina de recaudar dinero de demócratas indignados y dedicarlo a buscar a más gente que también quiera darle dinero. Lo de atacar a MTG es secundario; toda la campaña parece más un ejercicio de extracción de rentas que competición electoral.
Esto no quiere decir que Flowers sea deshonesto o corrupto, por cierto. Es muy probable que el tipo realmente crea que MTG está como un cencerro y que quiera ser congresista, y el mundo está lleno de ingenuos que se autoconvencen que pueden vulnerar las leyes de la gravedad política. Algunos de estos candidatos sí son unos cretinos absolutos, pero no sé si este es el caso. Los actores que realmente merecen ser objeto de oprobio en este asunto son los consultores, estrategas, y publicistas que se ganan la vida montando esta clase de chiringuitos, y que literalmente viven de encontrar campañas de fantasía con las que emocionar a las bases de su partido e hincharse a recaudar.
¿He mencionado en alguna parte que los consultores normalmente cobran un porcentaje de lo que recaudan y la publicidad que contratan como parte de su salario? Bueno, pues ahora sabéis por qué un don nadie como Flowers tiene una campaña así de bien financiada.
Consecuencias variadas
Aparte del pequeño, divertido hecho de que muchos consultores se han hecho millonarios gracias a su talento para incinerar donaciones en campañas inútiles, esta clase de idioteces tienen consecuencias adicionales. Primero, da un altavoz considerable a campañas casi nihilistas, más concentradas en sembrar el pánico (“dame dinero o se acabará el mundo”) que en debatir nada en concreto. Eso hace que gente como MTG, que no debería estar en política en cualquier país civilizado, reciban mucha más atención de lo que debe, y que acaben dominando el discurso.
Segundo, el dinero que va a campañas estúpidas (y puede ser mucho dinero: Amy McGrath recaudó 94 millones de dólares antes de perder sus elecciones contra McConnell por casi veinte puntos) podría ser empleado en cosas mucho más útiles, desde montar naumaquias a meterlo en elecciones competitivas en otros distritos más ajustados.
Pre-internet, antes de que Howard Dean descubriera el arte de pedir donaciones por e-mail, las élites de los partidos tenían cierta capacidad de priorizar candidatos y elecciones. Ahora vivimos en la era de los candidatos de base, y junto a ello, la de timadores, vivales, y oportunistas profesionales que viven de montar un circo y quemar dinero. Ciertamente, lo de las primarias y recaudación centralizada en la élite de los partidos tenía toda clase de efectos secundarios perversos, pero al menos salía más barato.
Bolas extra:
Por qué el Nóbel de economía este año está increíblemente bien merecido.
Alegre racismo contra básicamente todo el mundo en política municipal en Los Ángeles.
Esto de Jon Stewart: