Estados Unidos y los problemas complicados
Saliendo de la crisis en el país más poderoso de la tierra
Por motivos obvios, sigo tanto la política española como la política americana con mucho interés. Una de las cosas que más me fascinan, al comparar ambos países, es fijarme en las cosas que funcionan bien y en las cosas que no lo hacen en cada uno de ellos.
España, a pesar de nuestra habitual tendencia a flagelarnos, es un país que es capaz de hacer algunas cosas muy bien. Somos singularmente buenos construyendo infraestructuras, manteniendo el orden público, gestionando una sanidad eficiente y en general haciendo cosas que requieran personal, burocracia, y recursos. También tenemos una capacidad tremenda para diseñar y planificar espacios públicos funcionales; incluso con los pufos de la burbuja, el urbanismo en España es sorprendentemente bueno.
Estados Unidos, mientras tanto, es completamente incapaz de hacer cualquiera de estas cosas. La obra pública americana es un desastre, la sanidad un engendro kafkiano y la policía acostumbra a mezclar incompetencia y maldad de formas difíciles de entender. El urbanismo americano es espantoso y está constantemente redescubriendo cosas como las aceras o los carriles bus. Con muy pocas excepciones, las ciudades en Estados Unidos hacen que Albacete parezca Oz.
Si miramos las cosas que hace bien Estados Unidos, el contraste con España se mantiene. Los americanos entienden de incentivos. Son muy buenos diseñando legislación flexible y adaptable, y saben (casi siempre) cuándo el gobierno debe salirse del medio. Son capaces de crear instituciones y reguladores adeptos a innovar y buscar soluciones creativas a problemas complicados. Teniendo como tienen un sistema político tremendamente descentralizado, han creado un marco de relaciones institucionales elegante y eficaz. Y si hay que movilizar recursos a lo grande para algo urgente, lo hacen como nadie.
España, sobra decirlo, es muy, muy mala en estas cosas. Tenemos una tendencia espantosa a legislar primero y preguntar después, no hay un problema que no creamos que pueda ser solucionado con un reglamento, Dios libre a un funcionario de hacer algo sin mirar un manual, y como menos hablemos del sistema autonómico mejor. Y lo de las urgencias, ni lo hablemos, porque eso de tener tasas de paro por encima del 20% es algo que siempre podemos solucionar mañana.
Burocracias y creatividad
Lo que me parece fascinante de este contraste, por encima de todo, es que si uno mira la dificultad técnica objetiva de ambas clases de problemas las cosas que hace bien España son mucho más complicadas que lo que hace bien Estados Unidos. Construir líneas de metro a €100 millones el kilómetro es dificilísimo, hasta el punto de que nadie en la UE o fuera de ella es capaz de hacerlo con la consistencia que se hace en España. La sanidad pública es una burocracia enorme, dificilísima de manejar. España tiene una tasa de crimen irrisoria comparada con prácticamente con cualquier sitio no llamado Japón. Todas estas cosas, además, cuestan mucho dinero. Y las hacemos bien.
Los problemas que Estados Unidos soluciona de forma solvente son a menudo casi académicos. Cómo regular de forma eficiente internet, la competencia, el transporte aéreo o el mercado laboral es algo que requiere talento, pero que puede ser diseñado y puesto en práctica por un puñado de abogados y economistas. Un sistema de financiación territorial decente es un problema de contabilidad más que otra cosa. Lo que Estados Unidos sabe hacer bien son cosas que cuestan poco dinero, pero que requieren cierta creatividad y políticos dispuestos a escuchar a expertos.
Ahora que la administración Biden está hablando sobre sus planes para salir del cráter humeante heredado de la anterior administración, estas distinciones me parecían muy relevantes. Estados Unidos se enfrenta, en palabras del propio presidente (adoptando, por cierto, el marco de Sanders y la izquierda del partido), a cuatro crisis: la económica, la sanitaria, la ecológica, y la desigualdad económica y racial. Al menos tres de estos cuatro problemas tienen soluciones que se adaptan bastante bien a las fortalezas del sistema americano.
Saliendo de la crisis
La crisis económica derivada del coronavirus es el resultado de tener que cerrar amplios sectores de la economía para proteger la salud pública. La economía americana es increíblemente flexible y responde muy rápidamente a shocks externos. Me parece probable que una vez la inmunidad al virus se extienda, la combinación del colosal estímulo fiscal reciente y la rápida capacidad de adaptación haga que la recuperación sea rápida.
La crisis sanitaria, mientras tanto, es algo que depende ahora mismo de una movilización de recursos; es decir, fabricar muchas vacunas y pinchar millones de personas al día. Quizás la infraestructura sanitaria del país no sea la de un país europeo (es más, es espantosa) pero lo de montar grandes tinglados en 10 minutos es algo que los americanos adoran.
La crisis ecológica es algo que requiere ahora mismo tres elementos cruciales: dar incentivos al sector privado para que reduzca emisiones, una economía capaz de adoptar estos cambios rápidamente, y cantidades masivas de I+D apoyando esta transición. En contra de la habitual obsesión europea por las grandes cifras, esto no requiere demasiado dinero público más allá de compensar a los perdedores de esta transición (lo sentimos, minería del carbón). Estados Unidos puede hacer estas cosas rápidamente, y de hecho pueden hacerlo incluso sin que el gobierno federal haga demasiado. Las emisiones han caído durante el mandato de Trump; a pesar de los intentos del presidente de revivir el carbón y petróleo, lo cierto es que las empresas estaban anticipando la transición energética incluso sin el gobierno de por medio.
Queda, claro está, la crisis de desigualdad racial, el problema siempre presente y nunca arreglado de Estados Unidos. Esto no es algo que puedas arreglar con soluciones creativas; paliar las desigualdades económicas de un país es algo que necesita burocracia, administración, y gasto público. Las desigualdades pueden reducirse también, al menos parcialmente, con intervenciones y regulaciones bien diseñadas en el mercado; la voluntad de la nueva administración de apostar por el pleno empleo es acertada. Hay también cambios institucionales que pueden ayudar muchísimo (cómo organizas la educación, por ejemplo), pero son a nivel estatal, no federal. A menudo, esos problemas de “diseño institucional” no son tales, sino que están hechos aposta para discriminar racialmente (y son, como es habitual aquí, muy eficaces haciendo su trabajo).
Los demócratas y Biden, por supuesto, lo saben, y saben que el enorme, gigantesco aumento de las desigualdades económicas de los últimos cuarenta años ha hecho aún más difícil arreglar este problema. El presidente dice que es una prioridad, y no dudo que lo sea. Es aquí, sin embargo, donde más difícil lo tiene, donde más riesgos debe tomar si quiere soluciones, y donde le juzgará la izquierda del partido. Es también aquí donde centraré la mayoría de mi atención, por supuesto.
La crisis de la que no habla Biden en voz alta, y que todo el mundo tiene en mente, es la crisis de la misma democracia americana - y del partido republicano. Pero de eso, hablamos otro día.
Bolas extra:
No he querido hablar demasiado sobre los debates acerca de las reglas del senado hoy porque creo que estos días he estado hablando demasiado de procedimientos y no lo suficiente de medidas políticas concretas. De momento el filibusterismo sigue vigente, pero la cosa no está cerrada.
Este artículo es la enésima versión de “a ver qué dicen los fans de Trump”, pero vale la pena leerlo. Lo de “realidad paralela” no es ninguna broma.
El estímulo fiscal número cinco sigue adelante. Los demócratas están decididos a no repetir los errores del 2008, y quieren darle un empujón a la economía tan fuerte como sea posible.
La historia sobre cómo un puñado de frikis de Reddit están manipulando las acciones de GameStop es fascinante.
El partido republicano, el mismo que decía que era improcedente hacer un impeachment a Trump a todo correr en las últimas semanas de su mandato, ahora dice que es improcedente hacerlo con tiempo después. Poco importa que haya varios precedentes del senado juzgando a jueces y otros cargos públicos post dimisión o renuncia. El argumento no es que Trump es inocente ni nada por el estilo; simplemente dicen que no pueden juzgarlo. Imaginad si los acusados de corrupción pudieran usar este argumento ante los tribunales. En fin.
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