La inflación interanual en Estados Unidos el mes de octubre fue de un 6,2%, la mayor cifra en 31 años. Esto, como era de esperar, ha generado una tormenta política, aunque en este caso está plenamente justificada.
¿Por qué suben los precios?
Los precios llevan subiendo desde principios de año. Tras un año largo de restricciones, confinamientos y estar encerrados en casa sin hacer nada, los americanos recibieron las vacunas y el progresivo retorno a la normalidad gastando dinero como posesos. Los tres (¡!) planes de estímulo fiscal (dos bajo Trump, uno bajo Biden) y un año de ahorro forzoso sin actividades de ocio han provocado un repunte de la demanda en toda la economía.
El aumento de la demanda viene también acompañado por problemas en el lado de la oferta. Cuando empezó la pandemia, las fábricas de todo el mundo entraron en hibernación, en parte por los confinamientos, en parte porque muchas empresas temieron que la recesión iba a ser profunda y duradera. Por fortuna, los planes de estímulo fiscal en todo el planeta (si algo ha hecho esta crisis es demostrar que el estado puede responder a crisis económicas) redujeron el impacto de la crisis, y el rápido desarrollo de las vacunas evitaron que esta se alargara en demasía.
Eso es buena noticia, pero ha pillado a muchas industrias a contrapié. Algunas fábricas de componentes claves para automoción, como son los microprocesadores que utilizan todos los coches modernos para funcionar de manera óptima, recortaron producción casi a cero el año pasado, calculando que nadie compraría un coche nuevo durante mucho, mucho tiempo. La rápida recuperación, sin embargo, ha hecho que medio mundo esté con ganas de cambiarse el coche. Dado la compleja red logística detrás de todos y cada uno de los productos fabricados en esta economía global, basta que unas pocas industrias claves se despistaran para generar retrasos que se extienden por toda la economía. Si, además, te encuentras con cuellos de botella y problemas en el sistema de transportes (incluyendo un monumental atasco en los puertos de la costa oeste de Estados Unidos), pues acabas con estantes vacíos y precios más altos.
Que suban los precios no es malo de por sí. Es más, la economía funciona mejor con una inflación moderada; es posible que, en los últimos años, el 2% que era el objetivo de los bancos centrales fuera una cifra demasiado baja. Pero un 6,2% interanual, aunque quizás sea (relativamente) inofensivo para la economía a corto/medio plazo, es una cifra lo suficiente alta como preocuparse un poco del largo plazo, y desde luego, lo suficiente alta como para tener consecuencias políticas.
Arreglando el problema
Si la Casa Blanca y el congreso quieren responder al problema, es importante primero averiguar cuál es su origen, y segundo ver qué herramientas tienen a su alcance para echar el freno.
Hay dos respuestas obvias, y es probable que ambas sean correctas. Primero, Estados Unidos ha hecho no uno sino varios estímulos fiscales enormes, y es muy posible que eso haya contribuido a acelerar la subida de precios. La evidencia no es del todo clara sobre déficits e inflación (Noah Smith tiene una buena explicación sobre el tema), pero si este es el caso, la buena noticia es que el congreso, por ahora, ya no va a añadir más leña a esta hoguera.
Tanto el plan de infraestructuras de Biden como el paquete de gasto social y cambio climático son relativamente pequeños como porcentaje del PIB (medio punto en los próximos diez años) y son neutrales desde el punto de vista presupuestario; los demócratas tienen la intención de subir impuestos en paralelo para pagarlo todo sin aumentar el déficit. De los programas de gasto de estímulos pasados sólo queda uno gastando de fondo, el crédito fiscal para familias con hijos, y caduca, si no ando equivocado, en apenas unos meses.
Segundo, el desbarajuste en el lado de la oferta se arreglará en unos pocos meses, según las empresas vuelvan a producir como solían o abran nuevas para cubrir la demanda. Según a quién preguntes, esto puede llevar unos meses y va camino de arreglarse o es un problema enquistado y se alargará más de un año, pero es algo que el sector privado puede solucionar, con algunos empujoncitos federales para hacer que algunas infraestructuras especialmente ineficientes (cof - estibadores - cof) echen a andar.
Si os fijáis, en ambos casos los políticos no pueden hacer gran cosa para reducir la inflación, más allá de lo que ya están haciendo. Las dos causas principales están arregladas (se acabaron los estímulos fiscales) o en vías de arreglarse, así que ya está todo hecho, o eso parece.
Pero arreglar las causas puede no bastar
Excepto que la inflación tiene la mala costumbre de enquistarse, incluso cuando los problemas que la crearon se han solucionado. Una subida de precios impulsará los salarios al alza, aumentando costes. Estos costes, junto con subidas de precios en otros sitios de la cadena de producción, pueden hacer que las empresas suban precios para mantener márgenes, y así sucesivamente, y el congreso y la Casa Blanca no pueden hacer nada para romper este proceso.
La hora de los banqueros centrales
Ese es el trabajo, por supuesto, de los bancos centrales. La reserva federal puede poner freno a una espiral inflacionaria simplemente subiendo los tipos de interés, haciendo que los ahorros sean más valiosos y produciendo una caída de la demanda. El pequeño problema es que, si lo hacen con demasiado entusiasmo, meterían a la economía en una recesión.
La reserva federal, entonces, se enfrenta a un dilema complicado. Por un lado, es cierto que los dos factores detrás de la subida de precios se arreglarán solos. Saben, además, que reducir la actividad económica subiendo tipos retrasará la solución de los problemas de suministro en la economía, al reducir la inversión. Son conscientes también, por otro lado, que si no hacen nada es posible que los agentes económicos empiecen a creer que el banco central va a dejar que los precios sigan subiendo sin control, aumentando la probabilidad de que un repunte temporal derive en una espiral inflacionaria. La reserva federal, por supuesto, podría cortar esa espiral en cualquier momento (basta con subir tipos), pero necesitaría crear una contracción mayor para frenarla.
El “truco”, por así decirlo, es que deben convencer a todo el mundo de que están dispuestos a reventar la inflación a cañonazos a la mínima que se desmadre, pero a la vez hacer tan poco como sea posible para reducirla. Como señala Smith en su artículo (que debéis leer), esto es un juego de expectativas; si los mercados creen que la Fed es fanáticamente anti- inflacionaria, el riesgo de inflación es menor.
¿Os acordáis del whatever it takes de Mario Draghi? El BCE no hizo realmente nada después de ese discurso, pero el hecho de que los mercados creyeran que hablaba en serio puso fin al pánico financiero. La economía es a veces algo muy extraño.
Dos paradojas
Lo fascinante de todo este embrollo es que primero, no hay una solución “correcta” al problema. Por cada señal de que los problemas de suministro se están arreglando y de que esto es transitorio (el atasco en los puertos es cada vez menor, el petróleo ha dejado de subir, los salarios no están aumentando) hay indicadores en dirección contraria sugiriendo una subida de precios persistente (los precios están subiendo en todos los sectores, los mercados están dando señales de anticipar una inflación persistente), así que no hay una respuesta obvia.
Segundo, y más divertido, aunque el impacto político de acertarla o pifiarla es enorme (llegar a las midterms con una recesión o los precios subiendo al 7-8% sería un desastre absoluto para los demócratas), su solución no está en manos de los políticos. Jerome Powell, el presidente de la reserva federal, es completamente independiente, y no recibe órdenes de nadie… con una pequeña excepción.
El mandato de Jerome Powell termina en febrero, y Biden podría reemplazarlo. Sobre cómo se tomarían los mercados un cambio en la reserva federal con la inflación disparada y un senado muy dividido, sin embargo, sería otro contar.
Bolas extra:
Reemplazar a Powell, que no ha hecho un mal trabajo, sería un error espantoso ahora mismo, por supuesto. Pero hay toda una cohorte de verdaderoizquierdistas pidiendo su cabeza, incluyendo (para mi decepción) a Elizabeth Warren.
Nótese que el atasco en el puerto de Los Ángeles se ha arreglado cuando la autoridad portuaria ha anunciado que impondrá multas a los transportistas que no recojan a los contenedores del puerto en un plazo de seis o nueve días (según sea ferrocarril o carretera). Los incentivos funcionan.
Utah quiere castigar a una central eléctrica de carbón que quiere pasar a utilizar gas natural. Toda la historia es complicadísima.
El secreto mejor guardado sobre la inflación: a los trabajadores no nos va del todo mal. A mí me está reduciendo lo que debo en mi hipoteca, sin ir más lejos.
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