Interludio ferroviario
Sobre cómo Estados Unidos tira dinero gestionando infraestructuras de forma completamente incomprensible
De todas las cosas extrañas que hacen las administraciones públicas en Estados Unidos, ninguna me produce mayor estupor que las extrañas decisiones que toman en política ferroviaria. En contra de lo que se dice habitualmente, los americanos invierten grandes sumas de dinero en ferrocarriles. Lo que es siempre delirante es lo malos que son haciendolo.
Pongamos la Hartford Line, un servicio de regionales/cercanías que comunica New Haven y Hartford, en Connecticut, con Springfield, Massachussets. Es un corredor sobre el papel perfecto para un servicio en condiciones, denso, con núcleos urbanos importantes en ambos extremos y en el centro de la línea. Escribí un artículo bastante largo sobre el tema en Politikon hace un par de años, cuando se inició el servicio, seguido de otro hablando sobre todas las mejoras que podían incorporar por muy poco dinero en un medio local.
Como es habitual cuando escribo de cualquier cosa en internet, nadie me hizo puñetero caso, a no ser que por “hacerme caso” se entienda como “gente del departamento de transportes de Connecticut me llamó idiota repetidamente en varios foros públicos”, que es lo que acabó sucediendo. En ConnDOT (Connecticut Department of Transportation, para los amigos) son inasequibles al desaliento o a operar como una empresa ferroviaria moderna.
Una de mis quejas más machaconas y repetidas es que la Hartford Line (y Shoreline East, el otro servicio de cercanías hacia New Haven) debería operar con mejores frecuencias, con trenes cada 60 minutos en horas valle y cada 30 en hora punta como mínimo. La excusa que siempre me ponen es que no tienen suficiente material para poner más trenes, y que hasta que no compren coches de viajeros nuevos no pueden expandir el servicio.
Esto, por supuesto, siempre me ha mosqueado. Dejando de lado lo absurdo que resulta esto de comprar coches tirados por locomotoras a estas alturas (aceleran peor, contaminan más, gastan más y son más ruidosos comparados con cualquier automotor, pero ConnDOT no los quiere, y no saben explicarme por qué), mirando los horarios y la lista de material rodante, sencillamente no me cuadraba. Por tiempos de viaje y cantidad de trenes, todo apuntaba que tienen un montón de material muerto de risa sin dar servicio durante gran parte del día.
Bien, el gobierno federal publica de forma periódica un informe sobre eficiencia ferroviaria en líneas de viajeros del país, incluyendo una estadística de tiempo medio de utilización de material rodante en servicio al día. Estaba en lo cierto: de media, ConnDOT utiliza sus trenes durante dos horas al día, y sus trenes recorren unas 32.000 millas al año.
Esto, como os podéis imaginar, es muy, muy, muy poco. No hay ninguna administración ferroviaria remotamente racional ahí fuera que tenga trenes parados 22 horas al día; a nadie en Renfe, ni en el peor de sus días, se le ocurriría tener material grafiado de esta manera. Una locomotora, un coche de viajeros, son cacharros muy, muy, muy caros de comprar y mantener. Cada minuto que están parados sin llevar viajeros es dinero tirado a la basura. ConnDOT tiene esta bonita, absurda obsesión de comprar trenes a patadas y no utilizarlos demasiado. Es desesperante.
Es un ejemplo trivial de algo que no importa lo mucho que le repitas a legisladores, funcionarios y políticos, nadie parece estar dispuesto a cambiar las cosas. No importa lo mucho que les repitas que en Europa o en otras administraciones ferroviarias dentro de Estados Unidos hacen mucho más con menos material, siempre me vienen que si personal, que si talleres, que si gaitas, y que no, no pueden poner más servicio y hay que comprar más trenes, a pesar de que tienen material de sobras. Incluso si el problema es la falta de maquinistas (que lo dudo), es absurdo que teniendo los trenes no intentaran contratar más.
Es algo que siempre me ha chocado mucho, mucho de Estados Unidos, a todos los niveles: fuera del imperio hay barbari y dragones, y nunca hay nada que aprender. La cultura política y administrativa del país es excepcionalmente insular, y no van a copiar nada de fuera a no ser que alguien les convenza de que lo han inventado ellos.
Como dinero les sobra, al ser un país tan rico, esto no es un problema demasiado grave por ahora. Pero la cantidad de ineficiencia, ineptitud, y torpeza en gran parte del sector público de Estados Unidos es algo digno de ver.