Peter Thiel, el Supremo y la polarización
Un paseo por tres noticias claves de la semana política americana
En el boletín de hoy revisaremos con un poco más de detalle algunas cosas que me dejé en el tintero al hablar del borrador de la sentencia del aborto en el supremo, recuperaremos ese malvado de película cyberpunk que es Peter Thiel, y nos meteremos un poco en el funcionamiento de la polarización en Estados Unidos.
Son tres historias que parecen distintas, pero que no lo son tanto.
Elon y la polarización
La semana pasada Elon Musk, en uno de sus ratos libres antes de tomar el control de Twitter, publicaba esto en su red social favorita:
Este pequeño dibujito alegró la vida a gentes de extremo centro y conservadores en Estados Unidos, pero resulta que la historia que cuenta es básicamente falsa. Como explica este excelente artículo del WaPo con cierto detalle, los legisladores demócratas en el congreso son, de media, básicamente igual de progresistas ahora que hace veinte años. Si hay un partido que se ha movido hacia el extremo, y lo ha hecho además a buen ritmo, es el partido republicano.
La historia es un poco más complicada si miras el electorado, porque los votantes demócratas sí que se han movido a la izquierda. Es más, las bases del partido están ahora a la izquierda de sus legisladores, algo que no sucedía a principios de siglo. Donde se equivoca el dibujito de Musk es que las bases republicanas en el 2001 ya estaban a la derecha de sus élites, y han seguido moviéndose hacia la derecha a buen ritmo. El cambio es menor que en los demócratas, pero dado que empezaban más lejos del centro, están ahora a mayor distancia que antes. El votante mediano, mientras tanto, se ha movido hacia la izquierda de forma significativa, así que, incluso con el escoramiento demócrata hacia el progresismo más militante, siguen estando más cerca de estos que de los republicanos.
Musk estaba repitiendo un chiste ajeno y no se tiene por qué seguir los estudios de opinión ahí fuera. La idea de que el partido demócrata se ha ido al monte estos últimos años, sin embargo, está tremendamente extendida entre ciertos opinadores americanos, y es algo que Fox News y familia repiten sin cesar, hablando con nostalgia sobre los buenos tiempos de la administración Obama.
Lo que obvian, por supuesto, es que el vicepresidente, en ese lejano 2008 donde reinaba la moderación era un tal Joe Biden, la Speaker era Nancy Pelosi, y el vicepresidente de la mayoría demócrata en el senado era Chuck Schumer, o, dicho en otras palabras, exactamente la misma gente que dirige el partido ahora.
Lo que ha cambiado es el ruido de fondo, y cómo Fox News y los conservadores lo utilizan para atacar a los demócratas. Las bases demócratas estos días están a la izquierda del partido, así que suelen pasarse la vida protestando y pidiendo cosas así todo progresistas, que los cargos electos del partido suelen ignorar de forma rutinaria. Ideas como Defund the Police o el Green New Deal andan por estos lares; las bases del partido están a favor y se pasan la vida organizando movidas para pedir que sean aprobadas, y el emperador Joe Manchin dice que no y se quedan en nada.
Si uno ve Fox News o escucha a los republicanos, sin embargo, el mensaje es distinto. Fox y el GOP cogen las posiciones más extremas o ridiculizables del verdaderoizquierdismo americano, casi siempre repetidas por algún legislador matado que no tiene poder real alguno, y la dan como la versión oficial no ya de lo que quiere el partido, sino de lo que ya están implementando. Los demócratas nunca adoptaron nada remotamente cercano a defund the police (es más, Biden quiere aumentar el gasto en policía), pero el aumento del crimen es culpa de los demócratas despidiendo policías. Lo mismo con el precio de la gasolina, el olor de las nubes y las manchas de ketchup en la ropa; todo es culpa del Green New Deal. Aunque el extremismo de Biden es completamente imaginario, tenemos a gente como Musk convencido que eso es lo que está sucediendo.
Peter Thiel y el extremismo en el mundo real
Hablé sobre Peter Thiel hará unos meses, explicando en cierto detalle cómo un colega de Elon Musk en sus tiempos de Paypal y hombre que se define como racista y enemigo de la democracia liberal (y no es una exageración, insisto: lo dice él mismo en voz alta) se ha convertido en una de las figuras más influyentes del partido republicano.
La respuesta corta es “donando toneladas de dinero a candidatos”. la larga es “consiguiendo que uno de sus candidatos más cínicos gane unas primarias en Ohio”.
Thiel se gastó quince millones de dólares (quince millones) en una de las campañas al senado más caras de la historia apoyando a su candidato favorito, J.D. Vance. Entre su dinero, horas de propaganda gratuita en Fox News (Tucker Carlson es un admirador de Vance) y el apoyo tardío de Trump, Vance se impuso con un 32% del voto en una competida elección con cinco candidatos viables.
La historia de estas primarias es fascinante, empezando por el candidato ganador. J.D. Vance se hizo semi- famoso hace unos años tras publicar un libro francamente estupendo, Hillbilly Elegy, sobre la alienación de la clase obrera blanca en los Apalaches. La gran virtud de Elegy es que hablaba sobre la white trash, ese grupo social tan maltratado y despreciado en la cultura popular americana, con un profundo respeto. Sus conclusiones quizás eran cuestionables, pero la empatía era chocante, al ser tan inusual.
Vance se pasó la campaña del 2016 criticando a Trump y hablando con vehemencia sobre cómo despreciaba a sus votantes. Tras su victoria electoral, sin embargo, decidió que quería hacer carrera política e inició una metamorfosis hasta el más cavernícola de los trumpismos. Ha abrazado la idea de que Trump ganó las elecciones, soltado chorradas racistas, aplaudido a gente que niega el holocausto y dicho que lo que suceda en Ucrania le importa un pimiento.
Uno diría que el votante medio republicano quizás vería este ligero cambio de opinión viniendo de un tipo que fue a Yale y llevaba años trabajando para Peter Thiel como un preocupante ejemplo de cinismo. Las bases del GOP, sin embargo, viven en una dieta de Fox News, y Tucker Carlson se pasó semanas enteras alabando a Vance. Eso, sumado a que Trump decidió darle su apoyo a pesar de que Vance le había comparado con Hitler varias veces, hizo el resto.
El detalle importante en esta historia, no obstante, es ese 32% del voto. En el lado demócrata, cuando un candidato se comporta de forma abiertamente cínica, es un cretino, o tiene posiciones alocadas, los líderes del partido intentan bloquearle. Eso es lo que hicieron en estas mismas primarias con Nina Turner, sin ir más lejos. En el GOP, el voto anti-Trump / Anti- Vance se fragmentó entre cuatro candidatos, con el agravante que al menos dos de ellos perdieron meses de campaña haciéndole la pelota a Trump.
Es así como el partido parece acabar lleno de chalados en el congreso, y con unas élites cada vez más radicalizadas. Dado que la distancia entre los políticos del GOP y sus bases es menor que entre demócratas y progresistas, sin embargo, tienen menos conflictos internos, y sus extremistas son menos visibles.
Una nota final sobre Thiel. Las leyes electorales americanas permiten que alguien se gaste tanto dinero como quiera creando un grupo de acción política (Political Action Commitee, o PAC) para pedir el voto por un candidato. La única condición es que esta PAC no puede coordinarse con la campaña oficial del candidato, ya que sigue habiendo límites sobre cuánto dinero uno puede darles.
Cualquier campaña electoral seria en Estados Unidos se gasta montañas de dinero en encuestas, estrategias, targeting, análisis de sus oponentes y demás. Hacer esto bien es muy caro, y la campaña de Vance no tenía suficiente dinero para hacerlo. Para remediarlo, el PAC de Thiel pagó todos estos informes, hizo todos estos análisis y escribió largos informes sobre estrategia electoral, datos de votantes y demás, y lo colgó todo en internet, en una página de Medium.
Porque no estás haciendo nada en coordinación con un candidato, si todo el mundo puede ver lo que estás haciendo en público, claro. Es perfectamente legal, y completamente descarado.
Oh, y cuando digo que Vance era alguien que literalmente trabajaba para Thiel no es una metáfora o una exageración. Peter Thiel se ha gastado quince millones de dólares en un tipo que no sólo trabajó para él, sino que además cuando fundó una empresa de capital riesgo, lo hizo con su dinero. Eso de que “políticos a sueldo de millonarios” no es una broma.
Sobre el supremo
Mi titular favorito de esta semana es este del NYT:
Que el periódico de referencia de Estados Unidos, en el año de nuestro señor del 2022, descubra ahora que hay gente que cree que el supremo quizás esté politizado es surrealista, como poco. Primero, porque el partido republicano lleva décadas trabajando abiertamente en escoger una mayoría conservadora en el Supremo. Esto no es una “conspiración en las sombras”; la Federalist Society es una organización conocida, bien financiada y que se pasa la vida montando saraos en Washington.
Segundo, y no menos importante, el supremo ha sido una organización híper- política y a menudo espantosamente reaccionaria desde la fundación del país. Aunque la facultad de invalidar leyes federales por parte del supremo es casi tan vieja como el país (Marbury v. Madison es de 1803), el tribunal sólo empezó a emplearla a destajo a partir de 1857, cuando se convirtió en una máquina de bloquear cualquier cosa que oliera a igualdad racial o derechos civiles. Salvo el excepcional (y tremendamente inusual) interludio de la era Warren entre 1953 y 1969, los progresistas han ido al supremo a perder casos, casi sin excepción.
La leyenda que se cuentan las élites del país a sí mismas, sin embargo, es la de ese excepcionalismo americano; la idea de que en este país las instituciones son puras, pero los hombres son falibles. El supremo no es un organismo anti mayoritario con tendencias reaccionarias, sino un sitio que algunos quieren politizar. Este es un país centrista y moderado que algunos políticos quieren llevar hacia los extremos, y la idea de que las decisiones de un tribunal con un largo historial de lecturas creativas de la constitución no son imparciales es escandalosa.
Es el supremo, por cierto, el que decidió invalidar las leyes federales que impedían que alguien como Peter Thiel se gaste quince millones de dólares financiando la campaña electoral de alguien como J.D. Vance. Porque eso de cargarse leyes democráticas es siempre algo neutro, imparcial, y que no tiene nada que ver con la obsesión de un partido político de llenar la corte de reaccionarios.
Bola extra:
Lo mejor de Marbury v. Madison es que en esa sentencia del tribunal supremo los jueces del tribunal supremo deciden que la constitución establece que el tribunal supremo es quien tiene el poder de interpretar la constitucionalidad de las leyes.
El razonamiento legal empleado por la corte es precioso, no lo dudo, pero es un porque yo lo valgo en toda regla. Y no está ni de coña escrito en la constitución en ninguna parte.