Tras quince votaciones, horas de negociación, ridículos constantes y un par de altercados, Kevin McCarthy finalmente consiguió su cargo soñado, Speaker de la cámara de representantes. Es bastante probable que se arrepienta de ello el resto de sus días.
Para empezar, creo que vale la pena felicitar a McCarthy por su testarudez. Hace unos días decía que lo más probable es que acabara por retirarse, en vista de que las concesiones exigidas por la minoría rebelde del partido eran a todas luces excesivas. Pero el buen hombre realmente quería ser Speaker, y nadie de su entorno ha querido o podido hacerle ver que lo iba a acabar pagando. La solución al bloqueo legislativo ha sido darle el control del partido a los 20 rebeldes que se oponían a darle el cargo, haciendo que una minoría tenga mucho más poder, a todas luces, que los otros 202 representantes del partido.
El contenido completo del acuerdo lo conoceremos el lunes, cuando la cámara de representante vote su reglamento y McCarthy haga públicos los nombramientos a cada comité. Lo que sabemos, sin embargo, es bastante notable, y nos asegura unos meses la mar de entretenidos en la cámara baja.
Todo el poder para el soviet
La reforma más notoria es un cambio en la llamada moción para vacancia (motion to vacate). A partir de ahora, un solo representante puede presentar una moción en cualquier momento forzando una votación para sacar al Speaker del cargo. Los republicanos tienen 222 escaños, una mayoría exigua, así que un legislador airado y cinco amigotes de mal humor bastan para dejar al jefe del partido en minoría. La motion to vacate, por supuesto, es destructiva, no constructiva, así que los rebeldes pueden quemar a McCarthy en la hoguera en cualquier momento sin ni siquiera molestarse en construir una alternativa decente.
En otras palabras, McCarthy les ha dado un revolver cargado a los chiflados del partido, y se lo ha puesto en la sien. En el momento en que se desvíe un poco demasiado de la ortodoxia conservadora o les dé por hacer el majara así por las risas, se lo pueden sacar de encima de inmediato.
Aunque esta es la reforma más resultona, hay otros cambios que son igual o más significativos sobre el funcionamiento de la institución en sí. El comité más importante de la cámara de representantes es el llamado “Comité de Reglas” (Rules Committee), que es el que decide qué leyes irán al pleno para ser debatidas y en qué orden. Desde los años setenta (cuando la cámara de representantes elimina el sistema de nombramientos automáticos por antigüedad) los Speaker prestan mucha atención a quién va a formar parte de Rules, y lo utilizan como uno de sus instrumentos principales para controlar la cámara.
El comité tiene 13 miembros, nueve del partido de la mayoría, cuatro de la minoría. En una concesión sin precedentes, McCarthy ha aceptado que tres rebeldes formen parte de Rules. Es decir, la facción de energúmenos trumpistas puede dejarle en minoría en el comité más importante del congreso, en la práctica haciendo que el Speaker no controle la agenda de la cámara.
El tercer cambio importante consiste en el proceso de enmiendas. Una de las tareas de Rules es establecer los términos del debate para las leyes que van al pleno. Para facilitar la aprobación de leyes difíciles, especialmente en temas presupuestarios, imponen límites estrictos a qué cambios pueden proponerse y debatirse, haciendo de los presupuestos un paquete de “lo tomas o lo dejas”. McCarthy ha accedido a cambiar este sistema para hacer que todas las leyes presupuestarias puedan recibir enmiendas sin límite alguno.
Esto puede parecer inofensivo, hasta que te das cuenta de las maldades que permite. Un legislador, por ejemplo, puede introducir una enmienda que elimina fondos para construir un puente o una autopista entre dos distritos claves. Esa partida quizás estaba ahí específicamente para apaciguar un legislador que tenía dudas, así que una vez fuera puede provocar que vote en contra. El debate, además, puede alargarse lo indecible, permitiendo que un grupito de trolls organizado se dediquen a presentar cientos de enmiendas sobre cosas que les irritan personalmente hasta que les hagan casito en otro tema.
Aparte de estos tres cambios del reglamento, los rebeldes han obtenido la promesa por parte de McCarthy de puestos en comités claves. Como he comentado otras veces, en la cámara de representantes la legislación se escribe y prepara en comité, no en el pleno, así que estar bien colocado en lugares clave (defensa, agricultura, inteligencia, justicia…) te permite tener un peso desmedido en la agenda. El nuevo Speaker va a darle un control desmedido sobre el programa del partido a los veinte rebeldes.
Una victoria (in)completa
Lo delirante es que esto lo sabe todo el mundo. El propio Matt Gaetz, posible pedófilo y cabecilla del soviet revolucionario, decía abiertamente antes de la última votación que ya no sabía qué más pedir; McCarthy le había dado todo, sin excepción. Los rebeldes (que se autodenominan el Freedom Caucus) llevan tiempo diciendo que quieren actuar como un “miembro de una coalición”, no como integrantes del GOP. Su estrategia es condicionar a McCarthy del mismo modo que un socio minoritario de un gobierno multipartidista europeo.
El espectáculo estos días, entonces, ha sido algo más parecido a un debate de investidura entre el PP y Vox, aunque (vale la pena insistir en ello) los republicanos y el Fredom Caucus están mucho más a la derecha que Vox. La diferencia, sin embargo, es que no estaban escogiendo un presidente del gobierno, sino el líder de la mayoría parlamentaria de una de las dos cámaras legislativas del país.
Y este será, me temo, el origen de las decepciones y los lloros. Aunque el Freedom Caucus puede presumir de tener al Speaker atado y bien atado, en el sistema político americano eso no significa gran cosa. Primero, porque la cámara de representantes no puede hacer nada en solitario, y los demócratas controlan el senado y la presidencia. Segundo, porque el Speaker es una figura extraordinariamente poderosa dada su capacidad de ejercer un férreo control cobre la agenda de la cámara baja, y McCarthy ha visto su posición tan debilitada que no podrá negociar desde una posición de fuerza.
Las otras minorías
Las reformas impuestas por el Freedom Caucus dan un poder inusitado a una minoría con menos de un diez por ciento de los escaños en la cámara de representantes. La ironía es que esas reformas otorgan ese mismo poder a cualquier minoría que se organice un poco y decida presionar a McCarthy en dirección contraria.
Y eso incluye al partido demócrata.
Volvamos al comité de reglas. Los tres miembros del Freedom Caucus pueden bloquear, en principio, cualquier ley que les pida el Speaker, ya que suman una mayoría con los cuatro demócratas. Eso asume, sin embargo, que los demócratas votarán “no” de manera automática a cualquier cosa que propongan los republicanos; si el Speaker quiere sacar adelante algo importante (léase las subvenciones a la agricultura, que van sobre todo a estados conservadores pero que el sector montañés del partido detesta) siempre puede ofrecer concesiones a los demócratas a cambio de sus votos. La moción para echar el Speaker a patadas puedes ser presentada también por un legislador moderado si el sector centrista del partido llega a la conclusión que McCarthy está totalmente vendido a los radicales. Y los demócratas pueden abusar del proceso de enmiendas con el mismo entusiasmo que cualquier chiflado trumpista, forzando al Speaker a negociar.
Es decir: al debilitar Speaker y la disciplina de partido, lo que han conseguido es que el partido republicano pueda acabar siendo forzado a negociar. Esto no tiene nada de sorprendente, por cierto, porque es exactamente lo que vimos el 2011 y 2013, cuando el sector montañés del GOP tomó las riendas de la cámara. Tuvimos ruido, furia, un cierre del gobierno federal y casi una bancarrota, pero el acuerdo final fue entre demócratas y republicanos moderados, no el sector radical del partido imponiendo su agenda.
Riesgos
El pequeño inconveniente es que, antes de llegar a un acuerdo, es muy posible que McCarthy sea lo suficiente estúpido como para intentar contentar a los chiflados del Freedom Caucus, algo que puede ser peligroso. El gobierno federal americano es esta institución tan peculiar que si no se aprueban los presupuestos cierra, es decir, que los funcionarios dejan de cobrar y se tienen que quedar en casa. Hemos tenido cierres de gobierno en tiempos recientes (Trump se las arregló para tener uno), y son algo más que un incordio; los trabajadores esenciales (FBI, controladores aéreos, gente que vigila el arsenal nuclear, ejército) siguen trabajando (sin sueldo), pero hay muchas cosas que dejan de funcionar, y se se alarga, es un lastre importante.
El peligro real, no obstante, es el techo de la deuda, algo que el congreso deberá votar este verano. El gobierno federal americano no puede emitir deuda sin autorización previa del congreso; de superar el límite legal, no habría más bonos del tesoro. Dado que Estados Unidos tiene un déficit fiscal considerable, esto haría que no tendrían suficiente dinero para afrontar gastos corrientes, incluyendo pagar intereses de la deuda actual. Esto es, estaríamos ante una suspensión de pagos del gobierno que tiene (en teoría) la deuda más segura y fiable del mundo, algo que puede tener consecuencias tremendas en los mercados financieros. Un cierre del gobierno de un par de semanas antes de un acuerdo entre moderados es una cosa; volar la economía mundial es otra muy distinta. Si los líderes del GOP son demasiado temerarios o idiotas para “probar a ver qué pasa” o “intentar forzar a Biden a ceder un poco” podemos tener un problema importante.
¿Algo de optimismo?
Llevo una temporada diciendo, sin demasiadas pruebas, que es posible que el sistema político americano esté moviéndose poco a poco hacia una menor polarización. Estos próximos meses veremos si este es el caso; si el GOP empieza a mirar hacia el centro y pactar con los demócratas a menudo a espaldas del Speaker o si el Freedom Caucus sigue tirando de la cuerda y el resto del partido republicano les sigue o no.
Incluso si esos acuerdos suceden, no obstante, no esperéis demasiada producción legislativa de este congreso. Republicanos y demócratas siguen estando muy lejos ideológicamente, y el GOP no tiene incentivo alguno de darle victorias legislativas a Biden antes de su reelección. Si el congreso consigue que el gobierno siga pagando sus facturas y aprobando legislación rutinaria sin demasiados dramas o aspavientos, sin embargo, creo que será buena señal.
No soy del todo optimista, todo hay que decirlo. Pero las concesiones que ha extraído el Freedom Caucus, con suerte, puede que acaben por reducir el poder de los radicales, no aumentarlo. Falta por ver hacia dónde tira el GOP.