A vueltas con el estímulo fiscal
La segunda ola de la pandemia golpea Estados Unidos, y el congreso negocia una respuesta
Los datos de empleo de noviembre en Estados Unidos fueron decepcionantes. Tras un verano en el que la economía recuperó más o menos la mitad de los puestos de trabajo destruidos por los confinamientos en primavera, el país poco menos que dejó de generar empleo en noviembre. La tasa de desempleo ha disminuido debido a la enorme cantidad de gente que ha dejado de buscar trabajo. Tras un verano donde la híper flexible economía americana pareció recuperarse, el motor se ha vuelto a gripar.
Estados Unidos aguantó mejor el golpe económico de la pandemia gracias al colosal estímulo fiscal aprobado en el segundo trimestre del año. El congreso sacó adelante tres paquetes de medidas que sumaban más de tres billones de dólares, todos aprobados no sólo con votos demócratas, sino con su apoyo decidido. Nancy Pelosi, de hecho, quería más estímulo fiscal, no menos, pero los republicanos decidieron echar el freno y bloquear un cuarto paquete este verano. De forma un tanto inexplicable, un presidente se opuso a aprobar más estímulos fiscales en un año electoral, a pesar de que era obvio que la economía se estaba manteniendo a flote gracias a que el gobierno federal estaba soltando dinero a paletadas todo el verano.
Trump había declarado la pandemia por terminada en junio y la recuperación económica en una marcha imparable hacia la gloria, al fin y al cabo. Pedir más estímulo hubiera sido admitir lo contrario.
Pero claro, eso era en junio. La segunda oleada de la pandemia está resultando ser muchísimo peor que la primera, azotando a casi todo el país simultáneamente. La tendencia casi psicótica de muchos gobernadores republicanos de ignorar o negar la existencia del virus ha hecho que incluso en zonas muy rurales y muy poco pobladas estén sufriendo brotes colosales de COVID. Con casi todas las medidas de estímulo caducaron en septiembre u octubre, el riesgo de recaída económica es considerable, aún con varias vacunas a pocas semanas de ser distribuidas.
Negociando otro estímulo fiscal
Así que el congreso ha empezado a negociar de nuevo, intentando legislar durante la lame duck session (sesión de pato cojo, que es el apodo informal del periodo entre las elecciones y la toma de posesión de un nuevo congreso y presidente). La idea es sacar adelante algo parecido a un “estímulo-puente” que mantenga el país a flote hasta que la población empiece a estar inmunizada.
Esto crea un contexto bastante inusual para las negociaciones. El cambio más inmediato (y más divertido) es que todo el mundo está ignorando lo que dice Trump. A pesar de que sigue siendo presidente (y que medio partido republicano sigue fingiendo creerse las bobadas que dice sobre que ha ganado las elecciones), sus ocurrencias, amenazas, diatribas y salidas de tono son completamente irrelevantes en las conversaciones entre partidos. Trump tiene que firmar la legislación para que sea aprobada, pero incluso cuando amenaza con vetar paquetes presupuestarios para evitar otro cierre del gobierno (dice que si no castigan a Twitter y Facebook no firma) nade se lo toma ya en serio.
El segundo cambio de importancia es que el equilibrio de poder en el congreso cambiará a partir de enero, pero nadie sabe cómo. No por Biden, que será presidente, sino por los dos escaños en el senado de Georgia que se decidirán en una segunda vuelta el cinco de enero. Si ganan los demócratas (difícil, pero no imposible), el partido tendrá entonces mayoría en ambas cámaras y la presidencia, y sacar adelante un estímulo fiscal será mucho más fácil. Si pierden (y dado la tendencia demócrata a pifiarla, es lo más probable), los republicanos seguirán controlando el senado, y cualquier paquete de medidas será necesariamente mucho menos ambicioso.
Las propuestas
Con los líderes de los dos partidos operando bajo este semi- velo de la ignorancia sobre qué posición tendrán en el futuro, han emergido tres propuestas fiscales concretas.
Por un lado, tenemos el paquete ofrecido por Mitch McConnell, el líder republicano en la cámara alta, que ronda el medio billón de dólares. Casi todo el dinero de este plan va a subvencionar pequeñas empresas para que puedan pagar la nómina, dinero para distritos escolares, y fondos para organizar la vacunación a gran escala. De regalo, McConnell además incluye legislación que daría inmunidad legal a las empresas ante posibles pleitos por parte de sus empleados en caso de contraer COVID, y una extraña deducción fiscal a comidas de empresa que al tipo le encanta meter en todas sus propuestas creo que para trollear. Su idea es incluir estas medidas en la continuing resulution (el nombre en jerga legal americana que reciben los paquetes para financiar el gasto corriente federal, en ausencia de presupuestos) y votarlo todo de golpe.
La segunda propuesta nace de un grupo de senadores de ambos partidos (Collins, Murkowski, Romney, Cassidy, Warner, Manchin, Shaheen, Durbin) y ronda los 900.000 millones de dólares. Incluye todas las ideas de McConnell, más dinero adicional en prestaciones de desempleo ($300 a la semana), y una cantidad considerable de fondos para ayudar a estados y ciudades con problemas fiscales (que son casi todos - recordad que no pueden endeudarse). También incluye protecciones legales para limitar la responsabilidad civil de las empresas por contagios de COVID, pero con un horizonte temporal limitado.
La tercera propuesta es menos concreta y viene del ala izquierda del partido demócrata. Dicen que 900.000 millones no es suficiente (y tienen razón) y que dar inmunidad a las empresas que ponen en peligro la salud de sus trabajadores es de locos (Ídem), y piden más dinero para estados y ciudades, otro cheque de estímulo para todo el mundo, y básicamente hacer otro big bang para que el gasto federal sostenga la economía hasta el verano del 2021.
¿Qué sucederá?
Ahora es cuando toca negociar. Dado que el votante mediano en el senado es seguramente Mitt Romney y este resulta ser el líder informal del grupo de senadores que ha ofrecido la propuesta número dos, la propuesta del ala izquierda demócrata seguramente tendrá poco recorrido. Los republicanos moderados no van a ir más allá del billón de dólares, y sin ellos no hay votos para sacar nada adelante.
En condiciones normales el votante mediano del senado sería quien definiría la posición final de la negociación, pero el senado es un sitio extraño donde el líder de la mayoría tiene mucho control sobre qué se vota y cuándo, y aún más sobre cual senador presidirá cada comité legislativo en la próxima legislatura si los republicanos conservan la mayoría. McConnell tiene una bien conocida aversión a ayudar a sus enemigos políticos, y este estímulo fiscal si alguien va a beneficiar es al presidente Biden, que tomaría posesión con una economía más fuerte que si el congreso se queda sin hacer nada. Darle una victoria política ahora, antes de esa segunda vuelta en Georgia que le podría dejar en minoría en la cámara, es algo que pone a muchos republicanos nerviosos. El GOP no tuvo remilgos bloqueándole todo lo que pudieron a Obama en el 2009 (vía filibusterismo en el senado); nadie duda que sabotear a Biden el 2021 les ayuda a ganar las midterms, y que por tanto van a repetir esa jugada.
Pero claro, bloquear sólo sirve de algo si puedes evitar que te echen la culpa. Recordar a los votantes de Georgia que gobernar con los republicanos es imposible es mala idea, y más cuando hay gente de tu propio partido pidiendo un estímulo fiscal. Lo que todo el mundo espera, porque no deja de ser la opción más racional para McConnell, es que van a acabar aprobando algo muy parecido a la propuesta número dos, pero que al menos intentará extraer algunas concesiones de esas que irritan a la izquierda (como la deducción fiscal para comidas de empresa) para que en Fox News n le critiquen demasiado.
Presidente Mitt Romney
Toda esta historia es un pequeño micro-cosmos de lo que va a ser la política americana durante los próximos dos años. Para empezar, no importa quien gane en Georgia en enero, el hombre más importante de Estados Unidos no será Joe Biden, sino un senador centrista. Si los republicanos mantienen la mayoría en el senado, tendremos a Mitt Romney, senador por Utah, como presidente (informal) de Estados Unidos; si los demócratas recuperan la cámara, ese cargo lo “ostentará” Joe Manchin, senador por West Virginia.
Aunque ciertamente no son las peores personas del país para tener esta responsabilidad (Romney es un tipo profundamente decente, y Manchin es un político brillante), vale la pena recalcar que ambos representan estados increíblemente conservadores. En un país donde los demócratas han sacado más votos que los republicanos en siete de las últimas ocho elecciones presidenciales, el tipo que va a marcar la agenda del país está muy a la derecha que el votante mediano a nivel nacional.
Lo repito, otra vez: este es un país de centro izquierda con un sistema político de centro derecha. Gobernar bajo estas circunstancias será muy, muy difícil.
Bolas extra:
La cámara de representantes ha votado a favor de legalizar la marihuana. En el senado ya os imagináis lo que responderán (no).
La PAC que ha creado Trump para recaudar toneladas de dinero para “luchar contra el fraude” (207 millones, para ser más exacto) es una leadership PAC, la subcategoría legal menos regulada y que permite utilizar los fondos para casi cualquier tipo de gasto. Incluyendo, bueno, básicamente, pagar a amigos y familia sueldos colosales. Lo dicho el otro día.
Los hospitales en muchos lugares de Estados Unidos están más allá de su capacidad máxima debido a la pandemia.
Gracias por vuestro apoyo y el de todos los que os suscribís a Four Freedoms; siento no haber escrito más esta semana, pero llevamos unos días de locos en el trabajo. Sí, las elecciones han terminado, pero el periodo de sesiones en Connecticut empieza el seis de enero, y tenemos un montón de leyes que queremos sacar adelante. Todos esos planes legislativos no se van a preparar solos. A ver si escribo de ello la semana que viene.
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Foto: Gage Skidmore.