El crepúsculo de los cafres
George Santos, hombre, mito, leyenda, es expulsado del congreso
George Santos, republicano, miembro de la cámara de representantes, ha sido expulsado del congreso de los Estados Unidos tras menos de once meses en el cargo.
Esta es una historia que en el fondo no tiene demasiada importancia. Santos era un don nadie que ganó unas elecciones en un distrito que no era demasiado competitivo en Long Island, Nueva York, un poco por casualidad, gracias a la excepcionalmente torpe campaña de los demócratas en el estado en las elecciones del 2022. Resulta que este señor era un tanto deshonesto y se había inventado toda su biografía siendo candidato. También había cometido una docena o dos de delitos en eso de presentarse a elecciones y robar dinero a manos llenas.
La historia de Santos, sin embargo, es mucho más que un caso de corrupción aislado. Lo que hizo este tipo es espectacular tanto en su colosal desvergüenza como por el hecho de que si hubiera perdido las elecciones, hubiera sido un crimen casi perfecto.
Vida de este chico
La primera vez que hablé sobre Santos en enero su historia tenía un buen punto de misterio. Los políticos suelen embellecer su biografía cuando se presentan a elecciones, pero Santos más que embellecerla se la había inventado completamente. Cuando el NYT empezó a hacer preguntas sobre su pasado, nada cuadraba; ni su fortuna, ni dónde fue a la universidad, ni su religión, ni sus antecedentes familiares, ni su pasado como campeón de voleibol (¡!), ni su experiencia profesional, ni si había sido drag queen en sus tiempos mozos1.
Dado que la historia de su vida era poco menos que ficticia, la pregunta inmediata para muchos (incluyendo el FBI) fue preguntarse cómo demonios había pagado su campaña electoral. Santos insistía que había utilizado una cantidad considerable de su propia fortuna (medio millón de dólares) dando préstamos a su candidatura para echarla a andar, pero nadie tenía la más mínima idea de dónde salía el dinero. Hablamos de alguien que había estado cobrando el paro hacía nada2 y tenía un largo historial de desahucios y “empresas” que nadie había podido encontrar. En el artículo de enero explicaba que la documentación sobre su campaña tenía una pinta de incluir pufos inenarrables insoportable, y, sorpresa, resulta que estaba en lo cierto.
Un plan sin fisuras
George Santos, en realidad, no tenía ni un duro. Su estrategia era fingir que tenía dinero para aparentar que era un candidato electoral serio, y utilizar esta viabilidad en las urnas para recaudar fondos de donantes despistados. En un timo tan audaz como ingenioso, se inventó ese préstamo de medio millón de dólares a su campaña, dinero que nunca había existido, y simplemente utilizó el dinero que recaudaba intentando ganar un escaño al congreso para “devolver” ese préstamo que nunca existió.
Es decir: Santos utilizó una campaña electoral para transferir dinero de donantes a su bolsillo, sin más. Así por las bravas.
Rizando el rizo
Esto sería la mar de cínico por si solo, pero el bueno de George tenía otras ideas. Aparte de ponerse las botas con su “préstamo”, Santos se dedicó a utilizar los fondos de su campaña electoral como un cajero automático, pagándose toda clase de caprichos, extravagancias y aventuras que nada tenían que ver con su candidatura. Hablamos de cosas como un fin de semana en las Vegas, noches de juerga en Atlantic City, cenas, comidas, spas, botox, bolsas de Hermes y sus cuentas de OnlyFans favoritas.
Pero esperad, que aún hay más. La campaña de Santos adoptó la cuestionable costumbre de cobrar digamos donaciones “espontáneas” a gente que le había dado dinero. Una vez que alguien había dado su tarjeta de crédito para contribuir fondos, la campaña “accidentalmente” les cobrara otra vez semanas más tarde. Aparte del sablazo, el tipo se dedicó a atribuir estos “pagos extra” a otros donantes distintos para aparentar que tenía una base de apoyo mayor. La idea, en este caso, era pedir dinero a un programa del partido republicano que ofrecía fondos adicionales a aquellos candidatos que recibieran muchas donaciones de particulares.
De manera particularmente hilarante, George Santos se dedicó a estos chanchullos no sólo con donantes del montón. George Miller, un congresista de Ohio, y su madre dieron dinero a la campaña de nuestro entrañable timador, y Santos se dedicó a saquear sus cuentas corrientes alegremente durante meses. Antes de la votación para expulsarle, Miller envió una carta a todos los legisladores explicándoles el desfalco.
Dando espectáculo
Si os preguntáis sobre el motivo de toda esta depravación y caos a plena luz del día y por qué Santos se creía que podría fundirse todo este dinero sin problemas, la respuesta es simple: Santos hizo exactamente lo mismo, aunque a menor escala, en las elecciones del 2020. Según la investigación del propio congreso3, nuestro héroe dijo donar a su fallida campaña 80.000 dólares ese año, a pesar de declarar sólo 55.000 de salario y no tener ahorros. La cifra real de “préstamo” fueron 3.500 dólares, así que os podéis imaginar dónde fue a parar el resto.
La historia, entonces, es más sencilla de lo que parece: George Santos, un don nadie fracasado, aprovecha que los republicanos no tenían nadie que quisiera presentarse a las elecciones del tercer distrito de Nueva York en el 2020 para ofrecerse voluntario para la intentona. El hombre descubre (no está claro si antes o después de ganar la nominación; viendo su historial, seguramente antes) que puede utilizar este sistema de préstamos ficticios para forrarse, y acaba embolsándose varias decenas de miles de dólares en el proceso. Pierde las elecciones por goleada, pero a nadie parece importarle lo más mínimo ni le pregunta por el dinero. Así que dos años después, el tipo se viene arriba y decide volver a la escena del crimen, pero esta vez repetir el timo a lo grande, con furcias, casinos y botox.
Es un plan fabuloso, pero se topa con un pequeño problema: esta vez gana las elecciones, despertando la curiosidad de varios periodistas. Y el periódico “local” de Santos resulta ser el New York Times, el último medio de este planeta que quieres que te considere “fascinante”. Sale un artículo sobre sus fantasías, pronto medio país está hablando de él, y todos los medios nacionales (que resultan estar, en su mayoría, basados en Nueva York) están peinando cuidadosamente todo su pasado. A los pocos días media docena de agencias estatales y federales están iniciando investigaciones, y Santos se convierte en un chiste de tal magnitud que sus compañeros de partido ni se plantean protegerle.
Uniendo al país (en su contra)
Es así como acabamos con 23 cargos penales (por ahora), un informe del comité de ética de la cámara de representantes demoledor, y un voto en el pleno de la cámara de representantes para expulsarle. Echar a alguien del congreso requiere una mayoría de dos tercios de la cámara, y Santos logró la proeza de crear un verdadero consenso bipartidista en esta América tan polarizada, con 311 echándole4 y sólo 114 optando por mantenerle en el cargo.
Para dar una idea de lo inusual que resulta esta votación, en toda la historia de Estados Unidos la cámara de representantes sólo ha expulsado a seis miembros. Tres de ellos (John Bullock Clark, John William Reid y Henry Cornelius Burnett), por apoyar al bando insurrecto durante la guerra civil5. Dos perdieron el cargo tras condenas judiciales por recibir sobornos, Michael Myers y Jim Trafficant. El sexto en esta lista es George Santos, alguien que se las apañó para robar dinero a un compañero de partido en una conspiración cutre para hacerse rico.
Repito, una vez más: este tipo es una auténtica leyenda. Un coloso. Un onvre de verdad. Lo echaremos mucho de menos.
Bolas extra
Santos, a partir de ahora, podrá dedicarse a tiempo completo a defenderse en un tribunal federal de todos los delitos de los que se le acusa (23). En una muestra de su extraordinario arte, ha declarado que le gustaría ser un concursante en Dancing with the Stars y/o The Masked Singer. Quiere publicar también sus memorias.
Hay tortas para filmar un documental sobre su historia, pero Santos dice que ha rechazado todas las ofertas. Sobre una potencial película sobre su vida, Santos ha declarado que el papel “no es para una estrella. Esta es la clase de película que hará de alguien una estrella.” Es el puto amo.
Por cierto, habréis visto en muchas de estas historias que uno de los cargos contra Santos es “wire fraud”, o literalmente “fraude por cable”. Este es un delito un tanto extraño y muy típico en investigaciones de cuello blanco en Estados Unidos consistente en “usar algún sistema de comunicación telemática para cometer actos ilícitos”. La pena por wire fraud son hasta veinte años de cárcel.
Wire fraud es un delito un tanto polémico, por cierto, porque se puede “añadir” a prácticamente cualquier delito y lleva consigo una pena enorme para algo que no deja de ser hablar por teléfono. El congreso no parece tener ganas de revisarlo, no obstante.
Sí, le he dedicado más espacio a George Santos (leyendaaaaaa) que a Henry Kissinger. Ambos serán psicópatas, pero al menos Santos no cometió crímenes de guerra.
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De forma ilegal, por cierto. Y le pueden trincar gracias a una ley que estaba apoyando en el congreso.
Concretamente, 206 demócratas y 105 republicanos. Una mayoría del GOP era de la opinión que Santos debía seguir en el congreso.
Literalmente: los tres fueron oficiales en el ejército confederado.
¿Y ahora qué pasa con ese escaño? ¿Nuevas elecciones? ¿Se queda vacante?
114 en contra de expulsarlo, 114. Yo alucino, pero mucho.