Los demócratas intentaron esta semana aprobar una ley para proteger el derecho a voto en los Estados Unidos. La ley realmente hacía eso, proteger el derecho a votar; como he repetido a menudo en ocasiones anteriores, la constitución del país no incluye esa garantía, y es el congreso quien debe aprobar legislación para hacer efectivo ese derecho.
El derecho a votar
La ley era necesaria por tres motivos. El primero es que el tribunal supremo, en uno de esos bonitos ejemplos de activismo judicial conservador, lleva unos cuantos años declarando inconstitucionales artículos al azar de la voting rights act de 1965 y tumbando otras leyes que intentan poner coto a las donaciones privadas para financiar campañas electorales. El segundo es que, tras la derrota de Trump, los republicanos han aprovechado la excusa del “fraude” para aprobar leyes para hacer más difícil votar en los estados en los que controlan, o para ser más preciso, para hacer más difícil votar a la gente que no les vota a ellos. Tercero, y de forma más preocupante, varios de estos estados también han incluido cláusulas que transfieren la administración y supervisión de procesos electorales de instituciones y funcionarios no partidistas a legislativos controlados por el partido en el poder, abriendo la puerta a que un legislativo estatal pueda, en último término, invalidar o cambiar unilateralmente el resultado de una votación.
Esta combinación de factores ha creado uno de esos escenarios absurdos y cada vez más recurrentes en la política americana. La mayoría conservadora del supremo está compuesta, en su mayoría, por jueces nombrados por presidentes que perdieron el voto popular en las presidenciales. Los políticos republicanos que están decidiendo estos cambios legales en gobiernos estatales de medio país lo están haciendo a menudo por mayoría simple y sin la más mínima pretensión de buscar consensos. Las reformas propuestas por los demócratas en el senado, mientras tanto, se han estrellado ante ese absurda, anticuada y ridícula norma que exige 60 votos para sacar cualquier ley adelante.
Sí, amiguitos. Es hora de hablar del filibuster.
Un accidente fuera de la constitución
Resulta que ese requisito del senado de necesitar tres quintos de la cámara (60 votos) para todo no está en la constitución. Es más, no fue ni siquiera la costumbre de la cámara hasta varias décadas después de la fundación del país; este requisito no es sólo brutalmente antidemocrático, sino que es muy posible que sea incluso anticonstitucional.
La constitución de los Estados Unidos, en su artículo primero, deja muy claro que las leyes deben ser aprobadas por mayoría simple en ambas cámaras, sin excepciones. Sabemos que este es el caso porque los redactores de la constitución dejaron por escrito, en múltiples ocasiones, que las mayorías cualificadas eran una idea estúpida, y porque el mismo texto constitucional señala, explícitamente, los escenarios en que el senado necesita supermayorías (aprobar tratados e impeachments).
El requisito de mayorías cualificadas en el senado nace por culpa de un accidente histórico absurdo. En 1805 Aaron Burr, justo después de haber matado a Alexander Hamilton en un duelo (Burr es un poco como el Richard Nixon de los padres fundadores - una persona horrible, pero increíblemente influyente) aconsejó a los senadores simplificar su reglamento para mejorar la calidad del debate parlamentario. Una de sus sugerencias fue eliminar la moción de previous question (difícil traducción, pero básicamente “moción de preguntar para cerrar el debate”) que obligaba a los senadores a cerrar un debate y votar sobre el tema que estaba siendo tratado en el pleno. En esa época de partidos débiles y mayorías inestables, nadie estaba utilizando esa moción para nada; en 1806, haciendo caso a Burr, “limpiaron” el reglamento del senado y la eliminaron.
Nadie se acordó de ese cambio durante más de treinta años.
La evolución del filibustero
No fue hasta 1837 cuando un grupo de senadores whigs se dieron cuenta que podían seguir debatiendo sobre un tema hasta el infinito, y decidieron bloquear una resolución de la mayoría demócrata que intentaba retirar una resolución que censurada el entonces presidente Andrew Jackson. En 1841 los demócratas reutilizaron esa misma táctica para torpedear una ley sustantiva por primera vez, la creación de un banco central. La cámara de representantes no tardó en reinstaurar la previous question, pero no el senado; a partir de entonces, en la cámara alta una minoría de senadores decididos, por exigua que fuera, podía bloquear una ley casi hasta el infinito.
Hasta 1917, el senado de los Estados Unidos siguió operando por mayoría simple en todo, excepto en cualquier tema que fuera importante. Si había algo que ofendía a una minoría (casi siempre, de demócratas segregacionistas sureños), esta siempre amenazaba con un debate ilimitado o filibuster, y la mayoría no tenía opción alguna para romper el bloqueo. Durante esa época hubo múltiples intentos de volver a adoptar la moción de previous question, y todas fracasaron.
Pero en 1917 Estados Unidos estaba en guerra, y el presidente Wilson quería sacar adelante una ley que permitiera armar a los barcos de la marina mercante que estaban siendo atacados por los submarinos alemanes al cruzar el Atlántico. Una minoría de senadores republicanos bloqueó la reforma, y el presidente, alegando seguridad nacional y llamando al fervor patriótico, consiguió convencer al senado de que reformara su reglamento. Fue entonces cuando se inventó el voto de cloture, o cierre; ante un filibuster, una mayoría de dos tercios de la cámara podía terminar el debate y votar la ley.
En años sucesivos, la cámara cambió los requisitos para cerrar el debate repetidas veces (haciéndolo más difícil en 1949, relajándolo otra vez en 1959). El filibuster, sin embargo, fue utilizado de forma esporádica, ya que exigía que la minoría que intentaba bloquear una ley hablara sin parar en la cámara. El debate debía ser real, con alguien dando discursos, y todo Dios durmiendo en el senado hasta que la mayoría se rindiera o la minoría reventara.
Es decir, esto, que es la versión heroica de la idea:
Modernizando la piratería
Los filibusters salvajes de los sesenta tenían el inconveniente que mientras hubiera uno activo, el senado no podía hacer nada. El pleno sólo podía debatir una ley, así que el resto de la agenda legislativa de la mayoría, los nombramientos judiciales, los presupuestos, y todo lo demás quedaba paralizado. En 1970 dos genios legislativos demócratas cambiaron el reglamento para hacer posible que hubiera dos o más mociones siendo consideradas en el pleno simultáneamente.
Esto permitía, por un lado, que la mayoría siguiera legislando sobre otros temas que le interesaran, pero también abría la puerta a que la minoría pudiera bloquear legislación con mucha facilidad. Ya no hacía falta tener a un senador berreando durante horas sobre las maldades del comunismo o leyendo el listín telefónico para bloquear una ley. Si la mayoría no tenía suficientes votos para cerrar el debate (sesenta, a partir de 1965), la mera objeción de un senador de la minoría bastaba para forzar que la moción siguiera activa y la cámara tuviera que pasar a dedicarse a otra cosa.
El resultado fue inmediato: el filibuster pasó de ser una estrategia utilizada de manera excepcional, con el senado funcionando casi siempre por mayoría simple, a convertirse en un requisito de facto de supermayorías en el senado.
Este gráfico representa el número de cloture votes (esto es, llamadas a cerrar debate, exigiendo 60 votos) por año desde 1917 hasta la presidencia de Obama. El senado pasó de ser un incordio lleno de reaccionarios a un cámara donde la minoría podía vetar casi todo:
La ficción del filibusterismo
Lo más ridículo de toda esta historia, no obstante, es que el reglamento del senado puede cambiarse por mayoría simple. En el 2013, hartos con el bloqueo de nombramientos judiciales y cargos del ejecutivo, los demócratas enmendaron las reglas del senado eliminando el filibuster en estos casos. Los republicanos eliminaron el filibuster en el 2017 para los nombramientos al supremo. Este diciembre pasado, el senado eliminó el filibuster para las votaciones sobre el techo de la deuda. Los demócratas, ante la oposición de la minoría republicana a algo tan importante como el mismo derecho a votar, podrían haber cambiado el reglamento y listo.
Eso es lo que intentaron hacer esta semana, pero los dos senadores de siempre, Manchin y Sinema, votaron en contra de eliminar el filibuster. Ellos están a favor del derecho a voto, que conste; lo que les parece mal es que esa legislación no sea aprobada por consenso, de forma bipartidista. Esto es, con la colaboración del mismo partido que está sacando leyes a patadas por mayoría simple reventando el sistema electoral en los estados que controlan. Los republicanos, por descontado, se han negado a negociar nada.
El senado, entonces, nunca votó la ley en sí. Votaron primero sobre si era necesario cerrar el debate, y cuando no llegaron a sesenta, votaron sobre si querían cambiar las reglas, perdiendo esa votación 48-52.
Resumiendo: los demócratas, a lo suyo
Recapitulemos entonces. El senado, una cámara legislativa increíblemente anti mayoritaria que sobrerrepresenta a los estados pequeños hasta límites absurdos (California tiene 68 veces la población de Wyoming y el mismo número de senadores), se ha autoimpuesto una regla que no está en la constitución que permite que una minoría bloquee cualquier legislación que le apetezca, y hacerlo sin más esfuerzo que decir que no quieren que algo se vote.
Por una de esas maravillas del senado, los 48 demócratas que votaron a favor del cambio de eliminar el filibuster representan a 34 millones de votantes más que los 52 senadores que votaron en contra.
Es obvio a estas alturas de que el filibusterismo es una ficción. Nadie duda que los republicanos, en el momento en que controlen ambas cámaras y necesiten sacar algo adelante de forma imperiosa, abolirán la norma por mayoría simple. No estoy seguro si los demócratas moderados están utilizando esta norma como excusa para evitar tener que votar sobre temas que no les gustan o son realmente tan estúpidos como dicen ser (insistiendo que el filibuster es “tradición” o está en la constitución), pero con su obcecación están saboteando a su propio partido en las próximas elecciones.
Actuando como demócratas moderados mientras se suicidan políticamente, vamos. Esa es la tradición del partido.