La de ayer iba a ser la madre de todas las conferencias de prensa. Joe Biden, dos semanas después de su espantoso ridículo en el debate presidencial, se enfrentaba a la indómita prensa americana por primera vez en meses. Tras una larga, agotadora cumbre de la OTAN, el presidente de los Estados Unidos debía demostrar, una vez más, que estaba listo y preparado para gobernar el país más poderoso de la tierra.
El resultado ha sido esto:
Enlazo el video, pero creedme, no hace falta que lo veáis entero, más que nada porque dudo que vaya a cambiar vuestra opinión sobre Biden. Si os parecía que estaba demasiado viejo antes, os parecerá eso mismo ahora. Si creéis que el pánico es infundado y que el riesgo de cambiar al candidato a medio camino es demasiado alto, os parecerá aceptable.
Lo que pensemos nosotros, de todos modos, tiene poco interés, porque la única persona con poder de decisión sobre esta campaña es el mismo Joe Biden. Dudo mucho que tras una hora respondiendo preguntas de la prensa haya cambiado su opinión de que se encuentra estupendamente y que está listo para ganar en noviembre.
Teatro y contenido
La histórica pifia del debate y el hecho de que Biden tiene 81 años (y los seguirá teniendo mañana, y pasado…) han provocado que la rueda de prensa haya sido analizada, sobre todo, como un espectáculo teatral. El presidente tenía que convencer a sus compañeros de partido que está ahí, listo y preparado, controlando la situación, así que los periodistas han evaluado sus palabras con devoción, buscando errores, evaluando cada tos, atrancamiento, aparte o cambio de tono. La idea era estudiar si Biden podía actuar de forma convincente como jefe del ejecutivo, como líder. El debate en Twitter, en columnas y en TV es sobre su apariencia, fortaleza, aspecto.
La tragedia de Biden, y lo que lamentan sus aliados, es que el contenido de la rueda de prensa ha sido muy bueno, pero nadie le presta atención. El presidente ha dado largas, detalladas respuestas sobre geoestrategia y política exterior, ha defendido sus medidas económicas y hablado con desdén y soltura de los enormes defectos y problemas de su contrincante. Lo que dice Biden suele ser así; inteligente, bien estructurado, lógico; quizás no brillante, pero sí coherente y sensato.
El otro ancianito
Comparad el texto de las respuestas con este discurso de Trump de hace unos días en uno de sus clubes de golf en Miami, porque el hombre ni se molesta en viajar últimamente:
Básicamente, nada de lo que dice en este discurso es cierto. Es imposible hacer cualquier clase de factchecking remotamente decente, porque uno se vería obligado a reescribir el texto entero. Es también casi imposible responder a alguien que insiste que en Estados Unidos Joe Biden ha hecho que nadie pueda comer bacon y que se pasa un buen rato de su discurso alabando (otra vez) a Hannibal Lecter. Trump tiene un contacto más bien tenue con la realidad en un día bueno. La diferencia es que no parece que vaya a caer inconsciente a media frase.
Los medios han normalizado a Trump. En algún momento allá por el 2015, supongo que hartos de listar todas las mentiras e invenciones tras retransmitir en riguroso directo otro de sus discursos, los editores decidieron uno tras otro que Trump era alguien que divertía a su público y que lo que decía era irrelevante. Mentía todo el rato, bueno, todos los políticos mienten1. Ataca e insulta a los rivales y aplaude a racistas y conspiranoicos, bueno, es excéntrico. Decía barbaridades, como que iba a rechazar los resultados electorales, bueno, otra broma o bravuconada.
Lástima que no estuviera bromeando en eso de no creer en la democracia, claro. Pero ni con esas los medios han decidido cambiar su trato hacia Trump.
La campaña de Joe Biden, y buena parte del partido demócrata, están profundamente indignados de que ante un escenario con dos candidatos ancianos achacosos con una marcada tendencia a meter la pata espectacularmente cada vez que hablan en público, sólo uno de ellos sea cuestionado, interrogado y atacado por su edad y salud mental. Hay dos viejos medio decrépitos en la papeleta; uno es capaz de responder de forma sensata y entiende cosas como los impuestos y la política exterior, el otro contesta todo con chorradas con mucha más energía. La prensa cree que la salud mental del primero es mucho más importante que la del segundo. No me extraña que estén hartos, con mucha razón, de que a Trump nunca le hayan tratado de esta manera, y más cuando está felizmente alabando a asesinos en serie en todos sus discursos.
El trabajo del presidente
Lo único más irrelevante que la crítica teatral en política, sin embargo, es cuando los políticos deciden criticar a los críticos y quejarse sobre el arbitraje. Biden y sus asesores pueden lamentarse todo lo que quieran sobre la (conocida y eterna) asimetría de los medios de comunicación, pero parte del trabajo de un candidato a la presidencia es vender tu mensaje, y Biden es increíblemente torpe ahora mismo explicando su historia.
Es fácil imaginar cada una de las respuestas de Biden hoy en rueda de prensa pronunciadas no por un comunicador brillante estilo Obama, sino por un político genérico, ni bueno ni malo. No son contestaciones deslumbrantes, pero son (casi todas), coherentes y lógicas. Serían incluso concisas si el que las diera no hablara tan lento como el presidente estos días. La ventaja de este “demócrata-folio-en-blanco” es que los medios y votantes, en vez de fijarse en las constantes vitales del presidente cruzando los dedos para que no se le vaya la pinza, podría prestar algo de atención a los que dice, y quizás ser convencido de algo.
Por desgracia para Biden, la historia de su campaña desde el debate no es ni será nunca sus discursos, sino sus pifias. Todo será crítica teatral. A Trump nunca le darán el mismo tratamiento, y cubrirán sus bobadas como si fueran cosas medio creíbles. A Biden el periódico de referencia le cubrirá una rueda de prensa donde ha generado montones de titulares sobre política exterior con este titular:
Encallados
Eso deja a los demócratas, y al propio Biden, en una situación casi imposible. El presidente realmente ha hecho un buen trabajo, y es alguien que entiende los problemas y retos de Estados Unidos, cómo funciona el país, y qué debe hacerse para seguir avanzando mucho mejor que su contrincante. A su vez, Biden es un mensajero absolutamente espantoso para defender su mensaje. Y lo que es más importante, los votantes no le creen capaz de hacer su trabajo. No se fían de él. El único motivo que le mantiene relativamente cerca en los sondeos es que su oponente es Donald Trump.
El escenario, por tanto, es el siguiente. Biden va por detrás en los sondeos. El margen es relativamente estrecho, pero está empeorando, y dada la peculiar configuración del colegio electoral, al presidente no le basta ganar por la mínima, sino que tiene que ganar por 2-3 puntos. Si quiere imponerse en noviembre, necesita una nueva estrategia para remontar como mínimo cinco o seis puntos en los sondeos, y necesita ser capaz de comunicarla de forma vigorosa y decidida durante los cinco próximos meses.
Es muy poco probable, por no decir imposible, que el Biden actual, a los 81 años, visiblemente más viejo y débil que hace no ya cuatro años, pero seis meses, sea capaz de montar una campaña electoral así. Simultáneamente, este mismo Biden está lo suficiente cerca en los sondeos ahora mismo como para que un demócrata temeroso pueda convencerse a sí mismo que es demasiado arriesgado cambiarle, el presidente seguramente se ve a sí mismo lo suficiente lúcido y coherente como para hacerse a un lado.
El perro del hortelano, que ni come ni deja comer al amo. Biden probablemente no puede ganar estas elecciones, pero tampoco quiere permitir que alguien lo intente en su lugar.
Una posible salida
La única suerte (relativa) de los demócratas es que este equilibrio no se me antoja demasiado estable. Hace un par de días Nancy Pelosi, la ex-Speaker de la Cámara de Representantes y de muy lejos una de las políticas con más talento del partido2, hizo algo distinto y creo que más inteligente que pedir que Biden se aparte: en una entrevista, le pidió que decidiera si iba a presentarse de nuevo.
Biden, por descontado, había respondido a esta pregunta en repetidas ocasiones; sí quiere volver a presentarse. Pelosi simplemente dice que tiene que volver a pensárselo. La idea es, por un lado, recordarle al presidente de que esta va a ser la única pregunta que le van a hacer de aquí a la convención, una y otra vez. Por otro, es también una apelación directa a una de las virtudes de Biden de las que se siente especialmente orgulloso, su pragmatismo, su capacidad de ceder y negociar.
Hacia el final de la rueda de prensa, una periodista le preguntó a Biden sobre un escenario hipotético en el que su equipo le enseñara encuestas en las que su vicepresidenta Kamala Harris sacaba mejores resultados contra Trump que él, y cómo reaccionaría. Biden dijo que no se inmutaría, pero añadió una pequeña excepción: si esos sondeos dejaran claro que él no puede ganar. Añadió, con un guiño, que ninguna encuesta dice eso ahora mismo.
Eso no es del todo cierto (dudo que nadie con criterio le de a Biden más de un 30% de posibilidades de ganar), pero omite un detalle importante: la campaña de Biden está haciendo ahora mismo sondeos comparando a Harris y Biden.
Quizás el presidente sea un irlandés testarudo, pero no es estúpido. Veremos si acaba por entender el mensaje.
Bolas extra
En defensa de Biden, cuando era joven antes de que aprobara la 12º enmienda, el vicepresidente era la persona que había quedado segunda en el colegio electoral. Pero ese es otro tema.
Los datos de inflación de ayer fueron sensacionales, por cierto. Biden ha sacado a Estados Unidos de COVID con un 4% de paro, con la economía a todo tren, y controlando la inflación sin una recesión.
Nadie está más contento de que Biden siga siendo el candidato demócrata que la campaña de Donald Trump.
Los Democratic Socialists of America han decidido retirar su apoyo a Ocasio-Cortez por no ser lo suficiente pro-palestina.
Incluso a los 84 años. Pelosi, por cierto, dejó su puesto como líder de los demócratas en la cámara baja el 2022.
Tengo que discrepar con Pelosi. Como toda persona, podemos ser muy inteligentes pars unas cosas y alucinantemente estúpidos para otras (teorema de Chomsky, creo), pero el paseo que se dio por Taiwan fue lo más estúpido que haya hecho seguramente en su vida ella y cualquier cargo equivalente. Le pasa como a Biden, no hay queja con su política interior pero es desastrosa e infame la exterior, y no son compartimentos estancos. Nunca lo han sido.
Posiblemente a estas alturas ya tengan un plan. Hay múltiples problemas con sustituir a Biden, incluyendo la financiación de la campaña. He leído que una solución limpia es dejar que se presente pero anunciando él que se retira en equis tiempo (un año, p.ej.), obligando a Harris a involucrarse mucho más en campaña.
Es normal todo esto, hasta cierto punto (la incompetencia e imprevisión, no). Roosevelt se presentó en el 44 hecho una mierda. A Einsenhower le patinaba la neurona en el 56. Nixon era un borracho profundo, de hecho durante su presidencia era normal que estuviera indisponible en las crisis con Kissinger contestando el teléfono. Se dice que Ford tenía una tara mental. Clinton usaba su despacho ya sabemos para qué. Bush Jr. se diferenciaba de Nixon en que rara vez estaba lúcido. Trump es un teleñeco. Es normal que Biden proteste, de 9 a 16.
No sé, Roger, yo no vi a un señor haciendo el ridículo sino a un señor mayor, muy cansado, presionado y con problemas de comunicación oral, que siempre los ha tenido. Es indignante que a estas alturas sólo se hable de esto, los medios, así en general, sí que son una vergüenza, que le den cancha a George Clooney, por ejemplo (¿perdón?). Llevamos 4 años no sólo de mensaje sino también de hechos. Y la alternativa es un criminal desalmado, autoritario e ignorante. No sé qué más se puede hacer. Recordatorio de que Trump ganó a Hillary. Si al final las elecciones las van a decidir los desinformados que ni entienden ni quieren entender y los medios van a lo suyo, generar audiencia/negocio, da igual todo lo demás. Especialmente si los supuestos demócratas les dan munición.