El año pasado el municipio de Pomfret, Vermont, tomó la decisión de cerrar Cloudland Road al tráfico del 15 de septiembre al 23 de octubre.
Si miráis en Google Maps, veréis que Cloudland Road no es más que un camino de tierra que discurre al fondo de un valle, entre bosques y granjas. Para la desgracia de los habitantes de Pomfret, sin embargo, es también encantadoramente bucólico y deliciosamente entrañable, y tras ganar cierta fama entre influencers y gente de mal vivir, cada otoño se veía infestado de turistas subiendo sus fotos a Instagram.
Como (ex)barcelonés aclimatado a las hordas del turismo, empatizo profundamente con los vecinos de Cloudland Road que tienen que aguantar estos pelmas cada año. Como alguien que detesta profundamente la economía influencer e Instagram en general1, apoyo con entusiasmo todo lo que implique destruir esa cultura. Más que mi profunda irritación con estas dos tribus, lo que más me ofende de este escenario es que Pomfret es famoso por ser un lugar tan bonito y encantador, cuando realmente no debería serlo demasiado.
No porque no sea bonito, que conste (hemos pasado unos cuantos veranos por ahí, y es precioso), sino porque no debería ser un lugar inusual. Nueva Inglaterra, en general (es decir, Connecticut, Rhode Island, Massachusetts, Vermont, New Hampshire y Maine) está llena de zonas con relieve, arbolado, orografía e incluso granjas parecidas a Pomfret. El problema es que los americanos son excepcionalmente aficionados a destruirlas por completo.
Feísmo
Pongamos, por ejemplo, la Ruta 34, en Connecticut, una carretera que va desde New Haven hasta Newtown, bordeando lagos, un río, y cruzando valles arbolados y granjas. ¡Oh, qué bonito, una granja!
Justo al otro lado, mirando a la izquierda, han construido esto:
Casualmente en los terrenos anteriormente ocupados por una granja y un bonito lago. Al menos esto es algo menos ofensivo que lo que hay justo al otro lado de la colina detrás de la granja:
La 34, que conste, mejora considerablemente un poco más al norte, después de cruzar el río y un pequeño apocalipsis post-industrial; hay un tramo de 10-15 kilómetros realmente esplendoroso, antes de cruzar una presa y meterse en las montañas (donde vuelve a estar rodeada de desastres parecidos). Es una carretera encantadora a ratos. Pero lo increíblemente irritante, y más para un catalán al que le pierde la estética, es cómo un estado tan excepcionalmente bonito parece ser tan aficionado a arruinar lo que tienen, una y otra vez, hasta el punto de que una carretera de gravilla en Vermont debe ser preservada como una especie de rincón excepcionalmente escénico.
Espacio público
Como he comentado más de una vez (varios cientos de veces), el urbanismo americano tiene una comprensión muy pobre de lo que es un espacio público. La idea de que un parque o una plaza es más agradable si está cerca de sitios donde comer algo, tomar un café, o hacer la compra es algo que se les escapa, sin ir más lejos. El credo de los planificadores, aún hoy, sigue siendo una separación estricta de usos, con nodos accesibles ante todo por vehículos de dos toneladas. Tener un colegio cerca de un parque donde los chavales puedan correterar mientras vas a la farmacia les parece un concepto alienígena. Y lo de poder hacer las cosas a pie, ni os cuento.
Esta despreocupación, cuando no ignorancia, de lo que es un espacio público trae consigo una completa falta de interés en crear lugares agradables. Las calles, carreteras, callejuelas y caminos de Estados Unidos son sitios de paso, en el sentido más estricto de la palabra; son conductos diseñados para mover automóviles cada vez más enormes de un lugar a otro, no sitios donde estar o hacer nada. La ruta 34 es una semi-autovía atroz con semáforos y tráfico infernal porque en la ruta 34 no hay nada que hacer aparte de sufrir atascos. Vas de casa al colegio, o de casa al trabajo, o del trabajo al supermercado, sin más.
Como consecuencia, en el urbanismo americano hay una total falta de interés por la estética. Pongamos, por ejemplo, el alumbrado y cableado público tradicional en Estados Unidos:
O el encantador, intrincado diseño de las aceras de las grandes ciudades:
Simplemente, les importa un comino si algo es bonito o no, porque no esperan que nunca nadie decida pasear por allí o hacer algo fuera de su coche.
Como resultado, gran parte del entorno urbanizado en Estados Unidos oscila entre la más profunda mediocridad (casitas unifamiliares sin encanto) o una fealdad casi agresiva, sin aprecio alguno por los humanos que los sufren. Los americanos pasan gran parte de sus vidas deambulando por strip malls, calles enormes de cinco o seis carriles rodeadas de enormes mares de asfalto, edificios bajos, y miles de coches apresurándose de un aparcamiento a otro.
Esto te lo encuentras, además, incluso en lugares increíblemente bonitos, con sus colinas, sus bosques, su granja, su riachuelo y demás. En otoño, cuando Connecticut y sus bosques estallan en rojos, naranjas, amarillos y ocres, nunca deja de asombrarme cómo tienes ciudades enteras así, de espaldas al mundo, y atascos de tráfico en sitios como la ruta 34, pasado el río, con cientos de personas cogiendo el coche para pasearse en un tramo de carretera que durante dos semanas de octubre es absolutamente mágico2.
Como consecuencia, Estados Unidos es un país a la vez inmensamente rico y próspero y que a menudo parece ser presa de la más profunda dejadez. La diferencia entre un municipio rico y uno pobre es si tienen árboles en las calles3 y aceras con grietas o no, pero poco más. No hay nadie paseando, ni nada digno de ver o disfrutar, por el mero placer de que es bonito o medio agradable.
En las contadas ocasiones en las que un pueblo, ciudad o camino rural al azar ha conseguido mantener algo de humanidad intacta, aunque sea de manera accidental, tienes lo que sucede en Pomfret, Vermont, o en ciudades y pueblecitos parecidos por Nueva Inglaterra. Sitios como Essex, Connecticut, son un pequeño encanto, son carísimos, y son utilizados como platós para películas navideñas sin cesar porque son la mar de inusuales.
Los americanos entienden que es bonito. Saben que hay sitios así. Les gustan. Pero no hacen nada para diseñar o construir nuevos. Este país es desesperante. De verdad.
Bolas extra: la ruta 34
La ruta 34 en Connecticut, por cierto, tiene una historia la mar de interesante. Allá por los años cincuenta, como parte del plan de “renovación urbana” en New Haven, la ciudad demolió más de 600 viviendas y negocios para construir el primer segmento de una autopista que cruzaría la ciudad para conectarla con Derby, en las afueras. El plan era una vía rápida de doce carriles, incluyendo amplios laterales, así que destruyeron todo lo que se encontraron en una enorme franja de terreno. Literalmente barrios enteros.
La primera fase fue completada en 1960; el estado procedió a comprar y demoler lo que quedaba para llegar a las afueras durante esa década. El algún momento, a finales de esa década, alguien se dio cuenta que eso era una idea espantosa, y pararon las obras. El daño, sin embargo, ya estaba hecho:
La ciudad de New Haven se está gastando una millonada para desmantelar el primer tramo (ya construido) de la autopista, y revitalizar poco a poco el corredor donde debía ir el resto. El estado impidió construir nada durante décadas, reservando terrenos para un proyecto que nunca debería haber sido diseñado. New Haven es una ciudad con muchos rincones estupendos, pero fue víctima de varias estupideces urbanísticas colosales.
El enorme parque en el lado izquierdo del mapa, por cierto, a la derecha del río, no es tal; es un cementerio. New Haven tiene varios preciosos.
Bolas extra: el lavabo más caro del mundo (II)
¿Os acordáis de ese maravilloso lavabo en San Francisco que iba a costar 1,7 millones de dólares?
Bueno, aún no ha sido construido. Llevan más de un año encallados en trámites absurdos. Necesitan la autorización del departamento de parques y recreo, el departamento de obras públicas, el departamento de planificación, el departamento de inspección de edificios, la comisión de arte, la comisión de infraestructuras, la oficina del alcalde para minusválidos, la compañía eléctrica y el comité por la liberación de los gnomos del jardín.
Sólo la última es ficticia.
Bola extra: primarias en New Hampshire
Ganó Trump. Será el candidato, de no ocurrir alguna desgracia. Nikki Haley sacó mejor resultado de lo previsto, pero perder por once puntos en el estado más favorable para ti es un mal, mal resultado. La siguiente votación de importancia será de aquí un mes en Carolina del Sur, el estado donde fue gobernadora. Si como todo el mundo espera Trump la aplasta en las urnas, esto se habrá terminado.
Si no lo deja antes, claro. Veremos si puede seguir recaudando dinero para sostener su campaña.
El libro
Ya lo podéis reservar en preventa en vuestra librería favorita.
Si os preguntáis cómo demonios Trump va a ser candidato de nuevo y por qué un tipo como él llegó a la presidencia, aquí tenéis casi 300 páginas donde explico por qué. Está disponible tanto en papel como en libro electrónico. Haced la reserva, que se acaban4.
Por ser un envidioso demasiado feo para ganarme la vida subiendo fotos de mí mismo, obviamente.
No os preocupéis, que el departamento de transportes del estado ha encontrado una solución, y van a añadirle más carriles.
En los suburbios más modestos, la compañía eléctrica suele cortar los árboles para que no interfieran con los cables eléctricos. En los ricos, el ayuntamiento a veces paga para mantener los árboles.
Hay un número limitado de electrones en el universo. Si no lo compráis ahora, usarán los electrones para libros de autoayuda y memorias de humúnculos de la casa real británica y nunca llegaréis a entender por qué Trump ganó las elecciones.
De ficticio nada, hasta tienen una facción disidente:
https://www.mirror.co.uk/news/uk-news/the-shadowy-world-of-the-sinister-gnome-liberation-326762
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Muy divertido el artículo de hoy, gracias! Saludos desde Menéame, tienes unos cuantos fans aquí.