El final de un imperio siempre es motivo de fascinación. Mijaíl Gorbachov fue el último hombre que presidió el hundimiento de uno.
Nostalgia por el enemigo caído
Su muerte, a los 91 años, fue portada en todos los medios de comunicación de Estados Unidos (excepto Fox News). Su obituario en el NYT, aparte de estar excepcionalmente bien escrito, es el más largo que recuerdo haber visto en este periódico. La cobertura se ha centrado, como era de esperar, en cómo fue el líder que puso fin a la guerra fría. Se ha hablado sobre esas cimas y tratados históricos sobre desarmamiento con Reagan, sobre la caída del telón de acero y el final de la era Breznev. También, en menor medida, sobre los ecos de la Rusia actual, en guerra abierta con sus vecinos, y el futuro que Gorbachov deseaba crear.
En Estados Unidos siempre hay una cierta nostalgia por la guerra fría. Todos los países se definen a sí mismos como una combinación entre su cultura, su historia, y los enemigos que han combatido. Los americanos tienen un complejo de inferioridad mal disimulado sobre las dos primeras, así que la idea de “una buena guerra”, del imperio idealista que combate la tiranía en el mundo, siempre ha sido un refugio recurrente en su propia imagen nacional. La Unión Soviética fue el último enemigo bueno, decente y honrado al que se enfrentó el país, o al menos el último al que podían tratarle de igual a igual, sin sentirse culpable de estar atizando a un sátrapa desarrapado en Oriente Medio. China es enorme y poderosa, pero nunca ha sido imperial ni un rival ideológico de la manera que fue la U.R.S.S.
El enterrador de un imperio
Gorbachov, como personaje histórico, siempre me ha parecido una figura extraordinaria. La historia de la Unión Soviética, desde sus orígenes revolucionarios, su progresiva mutación en el infierno estalinista, la heroica y brutal resistencia contra Hitler, los intentos reformistas de los cincuenta y la progresiva decadencia bajo Breznev es un mosaico fascinante de vida, muerte, sueños y excesos, extraño, lejano, pero aún aterrador. Fue a la vez un sueño de algo nuevo y una brutal reencarnación del imperialismo ruso de los zares. Una liberación que se convirtió en la más brutal de las cárceles. Gorbachov llega al poder al final de la historia, cuando la irracionalidad, tragedia y crueldad del experimento soviético lo estaban destinando al ocaso.
Fue el hombre que intentó salvarlo. Y acabó destruyéndolo.
Este no es un boletín de política rusa, y desde luego, disto mucho de ser un experto sobre ese país o historia soviética. He leído lo bastante como para entender lo complicado que era el sistema soviético y lo urgentes que debían parecer los problemas económicos y sociales del país en 1985, cuando Gorbachov llega al poder. La U.R.S.S. era un gigante con pies de barro, podrido por dentro, ineficiente, corrupto y donde nada funcionaba como debía. Cómo arreglar nada, sin embargo, parecía un misterio insondable.
Red Plenty
Uno de mis libros favoritos es Red Plenty, de Francis Spufford, una de las novelas históricas más extrañas que he leído nunca; la reseñé en Politikon hace años.
El protagonista de Red Plenty no es una persona, sino una idea, el concepto de planificación central. El libro narra cómo Leonid Kantorovich, un matemático soviético, desarrolló un sistema de ecuaciones para optimizar la producción en una economía planificada. Habla sobre cómo sus ideas llegaron a la élite soviética, y cómo economistas, ingenieros, administrativos y científicos intentaron desarrollarlas. En un capítulo absolutamente maravilloso, describe cómo un planificador del Gosplan resuelve un problema en una fábrica, y después desarrolla todas las maneras por las que el sistema chirría, se agrieta, rechina, cruje y se rompe, entre ineficiencia, corrupción y mentiras.
Red Plenty explica, mejor que cualquier otro libro que he leído sobre el tema, cómo la planificación central eran los cimientos del sistema soviético. El país organizaba su economía bajo esos principios, y el sistema político distribuía y administraba el poder del estado a través de este. En contra de lo que se dice habitualmente, Gorbachov realmente no podía reformar ambas cosas por separado; eran el mismo sistema. Y no había una solución fácil o sencilla a mano para salir adelante.
Gorbachov, sin duda, fracasó en su empeño. La economía soviética se hundió bajo sus reformas, y el delicado equilibrio político que mantenía el imperio bajo el yugo del PCUS se rompió de manera irremediable.
Las consecuencias de un fracaso
Desde el punto de vista ruso, es un fracaso tremendo, excepcional en su profundidad y dureza. Rusia (porque la URSS era el imperio de los zares por otro nombre) pierde la mitad de su población en 1991 en apenas un año; la secesión de las repúblicas soviéticas que componían la unión es el último gran proceso de descolonización del siglo XX.
Los logros que occidente atribuye a Gorbachov no son tanto fruto de su liderazgo, sino de su incapacidad interna. Gorbachov busca la distensión nuclear porque la economía soviética estaba completamente exhausta. Permite elecciones en Polonia y las revoluciones en Europa del este porque no tiene recursos para reprimirlos, y porque media URSS estaba hundiéndose ya en el caos. Es difícil hablar de incompetencia, ya que mi sospecha es que en 1985 la Unión Soviética estaba en una posición prácticamente insalvable. Aun así, hay poca gente que haya conseguido tanto a partir del más espantoso de los fracasos como hizo Gorbachov.
Con la invasión de Ucrania, se ha repetido mucho la aserción de Vladimir Putin de que la caída de la Unión Soviética fue una tragedia. Los que me seguís en Twitter sabéis que tengo una cierta debilidad por los imperios caducos desaparecidos (VIRIBUS UNITIS), y la U.R.S.S. no es una excepción. Es innegable que el sistema soviético era un régimen despreciable, opresivo y genocida, y que su desaparición liberó a millones de personas de una tiranía desalmada. El desastre en que se han convertido los estados sucesores del imperio ruso (con contadas excepciones), el caos, la violencia, las guerras, sin embargo, dan mucho que pensar.
Quizás Gorbachov tenía ante sí una tarea imposible. Quizás el mundo sería un lugar mucho mejor si no hubiera fracasado por completo.
Anexo: la transición china
Siempre se habla de que China ha evitado el destino del imperio soviético limitando sus reformas sólo a la economía, sin tocar el sistema político.
Mi respuesta es… ¿Quizás? Aunque los datos económicos de dictaduras y economías planificadas son peculiares y no del todo fiables, no está de más recordar que el PIB per cápita de China, en dólares constantes, no supera al de la URSS pre- hundimiento hasta el 2014, y que apenas supera hoy las cifras rusas de 1989.
El crecimiento económico chino se ha ralentizado considerablemente estos últimos años, y hay algunos observadores que empiezan a hablar de estancamiento estructural. No soy un experto y no puede decir si los datos chinos realmente apuntan en esa dirección o no, pero China en 1989 era considerablemente más pobre que la Unión Soviética en 1936. Un plan de reformas consistente en “no ser un chiflado psicótico como Mao” por sí sólo debería bastar para crecer a un ritmo decente.
China no tiene las tensiones territoriales de la U.R.S.S. ni sus desmedidas ambiciones imperiales, pero no daría por sentado de que han escapado la trampa.
Bolas extra:
En el próximo boletín, volveremos a la política americana, lo prometo.
La ciudad de Jackson, Mississippi, capital del estado con más de 150.000 habitantes, se ha quedado sin agua potable. Las causas: dejadez, falta de inversión, desidia, y la casualidad de que el 78% de la población son negros.
El embolado en el que se ha metido Trump con eso de robar documentos es de impresión.
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La URSS fue un infierno desde el minuto uno de la revolución "de octubre", donde se sepultaron todas las promesas de liberación de la revolución de febrero -que fue la que derrocó realmente al zar-. No caigamos en el mito de pensar que Stalin convirtió a la Unión Soviética en un infierno, ya eso venía de antes. Lenin era tan sanguinario como Stalin, solo que como reprimió principalmente a los "contrarrevolucionarios" se le mira con mejores ojos que al padrecito Josef. Que hablamos de un tipo que le tenía miedo -y por eso ordenó ejecutar- a un niño inválido que casi ni podía caminar y al que el más mínimo raspón podía resultarle mortal.
Como catalán, ¿que piensas de la evolución de los estados bálticos, en los que los líderes del prucés se han mirado tan a menudo? Sobre todo Estonia y Letonia donde hubo que hacer una construcción nacional casi desde cero -Lituania al menos sí podía remontarse a largos siglos de independencia real como el Gran Ducado en unión personal con Polonia-.
No sé si has leído los diarios de Anatoly Chernyaev, un apparatchik del departamento internacional del PCUS que acabó siendo asesor de asuntos exteriores de Gorbachov. Estuvo con él hasta el último día. El tipo empezó a anotar sus vivencias en 1972, y prácticamente cada año hasta 1991 escribió 50-80-100 páginas. Es una ventana fascinante desde dentro de la URSS del estancamiento brezneviano, escrita por alguien que ya en 1975 veía que aquello hacía aguas por todas partes.