La era dorada del bipartidismo
De cuando la política americana no era una batalla constante (más o menos)
Hoy quiero cubrir dos cosas. Primero, una breve nota sobre el sainete republicano en el congreso, y segundo, hablar un poco sobre la política en el congreso y la polarización entre ambos partidos.
Republicanos a guantazos
Apenas 24 horas tras recibir la nominación de su partido para ser Speaker, Steve Scalise retiró su candidatura. Un grupo considerable de republicanos anunciaron que iban a votar en contra en el pleno; dada la estrecha mayoría del partido (sólo puede perder cuatro votos) era casi imposible pudiera ganar la nominación.
Así que el viernes, el GOP lo intentó otra vez. Jim Jordan, que había quedado segundo, se presentó de nuevo, y ganó la nominación del grupo parlamentario. El problema fue cuando les preguntaron cuántos votarían en su contra en el pleno, y 55 declararon su oposición de inmediato. Dado que Jordan sólo puede perder cuatro, eso hizo que aplazaran la votación hasta el martes, dejando todo el fin de semana para intentar convencer a los desafectos.
Jordan es que es un ultrareaccionario que colaboró con el golpe del seis de enero, tiene un par de escándalos horribles en el armario y que los moderados del partido no sólo le detestan, sino que están muy molestos con él por torpedear a Scalise hace nada. A su favor tiene que las bases del GOP están chifladas, el hombre es muy popular entre el sector más ruidoso, y están todos haciendo una campaña la mar de vociferante para convencer a los moderados que aparquen las diferencias y le apoyen.
Lo más habitual es que los moderados del GOP sufran un ataque de nervios cada vez que les miran mal y se rindan de inmediato, pero Jordan es muy extremista y es muy, muy odiado por muchos de ellos. Veremos qué sucede los próximos días, pero dado que con cuatro tipos cabreados basta para hundirle, es perfectamente posible que el martes Jordan vaya al pleno y se la pegue con todo el equipo.
La idea de que acabemos con un Speaker de consenso con votos demócratas sigue siendo un tanto descabellada, pero es menos descabellada que hace unos días. Steve Womack, un republicano de Arkansas, decía hace unos días que quizás no hay nadie en el grupo parlamentario republicano que puede sacar 217 votos. Quizás lo impensable acabe siendo la única salida.
Una vuelta al bipartidismo de tiempos pasados. Quién lo iba a decir.
Polarización y bipartidismo
Los políticos son casi siempre gente nostálgica, muy amigos de insistir en eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor. En España, esta clase de abuelocebolletismo se refleja en loas inacabables a la “generación de la transición”, y esa idea de que allá por los ochenta había nacionalistas y socialistas buenos, no como los de ahora. En Estados Unidos, aparte de la eterna glorificación de los padres fundadores, la era dorada son las décadas entre 1950 y 1990, cuando los hombres eran hombres, los políticos honestos, y en el congreso se cerraban grandes acuerdos bipartidistas para legislar.
Como todas las leyendas y cuentos infantiles, esta no es una idea del todo errónea. Hasta los años noventa, el congreso de los Estados Unidos solía ser el escenario de negociaciones bipartidistas y acuerdos entre demócratas y republicanos. Era relativamente habitual que un legislador votara en contra de las propuestas de su propio partido, y era también común que las leyes salieran adelante con votos favorables de los dos bandos.
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