Parecía un plan sin fisuras. Tras la dramática caída de Kevin McCarthy del puesto de Speaker a manos de un puñado de compañeros de partido, los republicanos iban a dedicar el fin de semana a reagruparse, reorganizarse, vitaminarse y dibujar una hoja de ruta para no hacer el ridículo. Iban a escoger un nuevo líder.
El plan
La idea es que ayer miércoles, tras varios días de reflexión y arrepentimiento, los republicanos votarían a puerta cerrada. Lo harían a la antigua, con el viejo método del GOP disciplinado y eficiente de antaño de debatir en privado, escoger a alguien por mayoría dentro del grupo parlamentario e ir después todos a una al pleno, votando en bloque en gloriosa sincronía de lealtad al partido y amor a la patria.
Las cosas empezaron a dar señales de torcerse ya de buena mañana. Un grupito de legisladores intentó sin éxito cambiar el método de votación, exigiendo que no saliera nadie nominado hasta sacar 217 votos, es decir, una unanimidad suficiente dentro del grupo como para poder ganar la votación en el pleno. Algunos republicanos sospechaban que de no cerrar una candidatura sólida de entrada, se verían expuestos a la vergonzosa tanda de quince votaciones en el pleno de principios de año.
Les deberían haber hecho caso.
Dramatis Personae
Los republicanos tenían que decidir entre dos candidatos. Por un lado tenemos Steve Scalise, que representa el mismo distrito de Luisiana en el que David Duke fue escogido en 1989. Es un sitio un tanto conservador, a la vieja usanza. El “cargo público” que Duke había ocupado antes de ganar sus elecciones al congreso era fundador y presidente del Ku Klux Klan.
El pequeño problema para Scalise no es su antecesor en el cargo, sino que él mismo, cuando era “joven” (a la tierna edad de 37 años) dio un discurso en un grupo con el nada sospechoso nombre de “European-American Unity and Rights Organization” que había fundado ese tal David Duke. En esa convención de supremacistas blancos que Scalise insiste que no tenía ni idea de que eran racistas cuentan que alardeó que era “David Duke pero sin sus lastres”1, una expresión tan ingeniosa que la repitió a varios periodistas en años posteriores.
Aunque el bueno de Steve ha pedido perdón profusamente de su profundo error en esos lejanos tiempos de juventud, cuando era ingenuo e imbécil, lo cierto es que sus ideas no es que sean demasiado distintas a las de David Duke. Quizás el racismo sea un poco menos explícito, pero Scalise es muy, muy, muy conservador. Dado que el GOP está lleno de chiflados y que era el número dos de McCarthy hasta su caída (aunque, según dicen, se llevaban a matar), partía como favorito en la votación; el candidato más moderado en liza2.
Sí, moderado. Jim Jordan, su oponente, es alguien que está a la derecha de Scalise, uno de los legisladores más trumpistas del congreso. Las bases y la mediocracia montañesa del GOP le adoran gracias a su estilo combativo, su infinita capacidad de poner a todo el mundo de los nervios y el hecho de que es un cretino. Entre sus méritos se incluyen que Liz Cheney le haya acusado abiertamente de formar parte de la conspiración detrás del asalto al congreso el seis de enero del 2021:
Donald Trump adora a Jim Jordan y sus alegres tendencias fascistas, y el viernes anunciaba que le apoyaba para Speaker3. Eso hizo que varios de los tarados más entusiastas del partido anunciaran que votarían por él.
Tristemente, estas realmente son las virtudes de Jim Jordan, que tiene un escándalo aún peor que el de Scalise en su haber. Entre 1987 y 1995, Jordan fue entrenador ayudante del programa de lucha libre de la universidad de Ohio State. Durante ese periodo el médico del equipo se dedicó a abusar sexualmente a múltiples alumnos del programa. Varios estudiantes de la época han declarado que pidieron ayuda a Jordan entonces, pero que no hizo nada para protegerles. Algunos han hablado estos días en oposición a que sea Speaker.
Uno diría que esto en un planeta normal sería un problema, pero estamos en el GOP y esto es el año 2023. Nancy Mace, una representante presuntamente moderada, votó a favor de cargarse a McCarthy porque no cumplió sus promesas de proteger a víctimas de violaciones y abusos sexuales. El domingo anunció que iba a votar a Jordan, diciendo que no estaba al tanto de esas acusaciones. Sigue apoyándole.
Caos. Otra vez.
El debate a puerta cerrada fue, según todas las fuentes, muy tenso. Enfrentándose a la importante decisión de escoger a un racista furibundo o un fascista que tolera abusos sexuales, el grupo parlamentario republicano se inclinó por el primero, 113 a 99.
Era el momento de las buenas palabras, lealtad de partido y demás floritudeces. Las divisiones, sin embargo, eran obvias, y ya saliendo de la reunión varios legisladores republicanos anunciaron que no iban a apoyar a Scalise. Jordan, que se ofreció a ser la persona que le propondría al cargo en el pleno, se negó a hablar públicamente. A las tres de la tarde, cuando estaba prevista la votación en el pleno, era obvio que Scalise no tenía votos suficientes, y la elección del Speaker fue aplazada hasta el día siguiente. El partido entero estaba otra vez sumido en el caos.
La novedad en este sainete es que esta vez no es sólo un grupito de radicales montañeses anunciando que van a bloquear la elección. Ayer hubo representantes de todas las facciones del GOP, de moderados a dementes, declarando abiertamente que no apoyarían a Scalise o no querían a Jordan. Ken Buck, un moderado de Colorado, andaba indignado por los pasillos contando a todo aquel que tuviera micrófono que había preguntado a ambos si creían que las presidenciales del 2020 las ganó Biden, y se negaron a contestarle, así que iba a votar en contra de ambos. George Santos, el hombre que conquistó Iwo Jima con un mondadientes y salvó la Navidad, iba diciendo que votaría a cualquiera que no le expulsara del congreso tras ser acusado de diez delitos federales más4.
Para ganar la votación para ser Speaker sólo con votos republicanos, un candidato sólo puede perder cuatro votos; el GOP tiene un margen de maniobra muy, muy pequeño. Nadie parece tener un recuento sólido sobre cuántos votos tiene Scalise ahora mismo, cuantos son leales a Jordan, y cuántos se oponen a ambos. El ala montañesa del partido está dividida (Gaetz está contento con Scalise, pero Marjorie Taylor Greene votará en contra porque tiene cáncer5); mientras tanto algunos moderados parecen haber descubierto que las matemáticas también funcionan para ellos y flirtean con pedir concesiones6.
¿Y ahora qué?
Si hay algo que he aprendido trabajando en política es que nunca nadie sabe nada. Ahora mismo, nadie tiene ni la más remota idea sobre si habrá pleno mañana, si Scalise puede ganar una votación o si todo seguirá bloqueado. Los mecanismos de disciplina interna del GOP saltaron por los aires en enero, cuando McCarthy decidió vender su alma al Freedom Caucus a cambio del privilegio de que estos le patearan los cojones durante los nueve meses siguientes. Lo de ahora es un paseo aleatorio por posibles soluciones que quizás, sólo quizás, acabe por dar un Speaker esta semana si los republicanos deciden que dejar de hacer el ridículo es más importante que atizarse entre ellos sin descanso.
Mientras tanto, el Congreso de los Estados Unidos no pueden aprobar nada en absoluto, porque una Cámara de Representantes con el Speaker en funciones no puede votar nada que no sea escoger un nuevo Speaker.
Os preguntaréis, supongo, por qué nadie dentro del partido republicano ha tomado la decisión obvia de simplemente buscar algún arreglo con los demócratas, montando una coalición centrista o algo similar. Para empezar, cualquier republicano que hiciera eso sería metafóricamente fusilado en una primarias por las bases (o literalmente por algún tarado al azar), y nadie tiene ganas de incinerar su carrera política de esta manera. Segundo, la distancia ideológica entra ambos partidos es considerable, y los republicanos “moderados” están muy a la derecha de los demócratas más centristas. Sería un salto considerable.
Si el bloqueo se alarga, el congreso sigue sin aprobar leyes, el cierre del gobierno federal es inminente y la cámara de representantes ni siquiera puede enviar dinero a Israel, quizás haya una posiblidad remota que eso sucediera. Por el momento, está bastante lejos.
Nota teórica-bibliófila
Lo que no deja de ser interesante es el choque entre un diseño constitucional que presupone partidos muy poco disciplinados y negociaciones constantes (o ausencia completa de partidos) con dos formaciones políticas que intentan votar en bloque y actuar como si estuvieran en un sistema parlamentario.
Sobre esta tensión entre partidos, coaliciones y disciplina interna hablo mucho en el libro que tengo en camino; lo dejaremos para entonces.
Bolas extras
La principal causa de la enorme deuda pública de Estados Unidos son las bajadas de impuestos. El gasto federal, en términos reales, apenas ha variado.
Esta historia de un policía de St. Louis saboteando abiertamente juicios por homicidio porque cree que el fiscal es un progre comunista woke es de locos. Hay una auténtica huelga de celo en algunos departamentos contra cargos electos que les caen mal.
Sarah Huckabee Sanders, gobernadora republicana de Arkansas, y el escándalo del podium de 19.000 dólares.
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“David Duke without the baggage”
Si os suena el nombre, Scalise fue víctima de un tiroteo el 2017 por parte de un lunático anti-trumpista. Se pasó tres meses en el el hospital.
Alguien le contó a Trump que ser Speaker no te da inmunidad contra cargos criminales y que además tienes que trabajar, así que renunció a la candidatura.
Entre las nuevas acusaciones, la fiscalía dice que Santos se dedicó a coger las tarjetas de crédito de donantes a su campaña para donar dinero a una ONG ficticia y comprarse ropa de diseño. Varios compañeros de partido quieren expulsarle del congreso. Leyenda.
MTG realmente ha dicho eso.
Me extrañaría mucho que les dure demasiado. El ala moderada del GOP vive para rendirse.