En agosto de 1619, un barco llegó a Point Comfort, un puerto en la colonia de Virginia. En su bodega transportaba 20 esclavos africanos.
Esta triste, casi olvidada efeméride, fue el origen del “Proyecto 1619” una serie de artículos y reportajes que el New York Times publicaría 400 años después, en verano del 2019. El punto de partida de estos trabajos era dar una visión de la historia de Estados Unidos no desde fundación en 1776 o desde la llegada de los colonos a Jamestown (1607) o Plymouth Rock (1620), pero desde el día de su pecado original, el principio de la esclavitud y la segregación racial. En muchos sentidos, 1619 es el año fundacional de la otra América, la de los oprimidos y desplazados. Una mirada atrás pero no desde los que escriben la historia tradicionalmente, sino los que la sufren desde abajo.
El “1619 project” es un trabajo periodístico extraordinario; fue reconocido con un Pulitzer y alabado por comentaristas y lectores. Algunas de las afirmaciones y tesis de sus artículos fueron polémicas, como la aserción que una de las causas de la independencia americana fue la voluntad de preservar la esclavitud, amenazada por el creciente abolicionismo en la metrópoli (un tema fuertemente debatido entre historiadores, hasta donde alcanzo a entender). Aunque imperfectos, los artículos generaron debate, ideas, nuevas perspectivas.
Lo que en el fondo no era más que una inspirada colección de reportajes muy bien escritos, sin embargo, para algunos se convirtió en una obsesión. La mayoría de los americanos se olvidaron de 1619, Point Comfort y los debates sobre la esclavitud en el siglo XVIII, pero un sector particular de la derecha americana, incluyendo los irreprimibles cretinos de Fox News, nunca han dejado de hablar de ello.
Su preocupación no es la desigualdad racial, el legado de la esclavitud ni nada por el estilo, por supuesto. El mayor enemigo de América, según esta gente, son las oscuras fuerzas del anti-racismo.
El anti-anti-racismo de la derecha americana
Como he comentado alguna vez, una de mis distracciones ocasionales es escuchar a los iluminados de la derecha americana hablando de política, para saber qué están diciendo en ese lado del planeta tierra. Desde hace dos años, muchos comentaristas conservadores están hablando sin cesar como una oscura conspiración de progresistas, marxistas, socialistas, globalistas, personas woke, George Soros, élites cosmopolitas, y Dios sabe quién más están montando una campaña organizadísima para imponer un pensamiento único a niños y adultos en todo el país de que Estados Unidos es un país malvado y cruel, no la nación más extraordinaria que jamás ha existido, con el fin de imponer una transformación radical hacia el comunismo ateo y globalizado donde el cristianismo es ninguneado y el país es saqueado por corruptos estatalistas en nombre de la justicia social. Según ellos, el “Proyecto 1619” es una pieza clave en esta estrategia.
Ojalá estuviera exagerando, pero no, no estoy exagerando en absoluto. Preguntadle a Glenn Beck. O a Tucker Carlson. o básicamente a medio movimiento conservador.
Aunque ciertamente no hay demasiados que lleven el argumento a los niveles de histeria de Glenn Beck (porque francamente, no hay demasiada gente tan chiflada como Beck), el GOP y sus amiguetes mediáticos siguen hablando sin cesar del “Proyecto 1619”, como si fuera la cosa más absolutamente peligrosa y demencial del mundo.
Un par de ejemplos. La semana pasada la universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill iba a decidir si Nikole Hannah-Jones, la directora del “Proyecto 1619” en el NYT, iba a ser nombrada catedrática (“tenured”) en su facultad de periodismo. Una gigantesca campaña mediática orquestada por grupos conservadoras y amplificada de forma incansable por Fox News acosó a los líderes de la universidad durante semanas. El consejo rector (board of trustees, elegidos directa o indirectamente por el legislativo estatal y el gobernador) decidió votar en contra de su nombramiento.
En Texas, los legisladores están presentando una batería de leyes prohibiendo que los colegios públicos del estado enseñen nada relacionado con el “Proyecto 1619” a los niños. No son los primeros; Idaho ya lo ha prohibido, y en Luisiana, New Hampshire, Tennessee y Oklahoma están en ello. Se ha convertido en una de las prioridades legislativas del GOP en todo el país. Cuando la líder del sindicato de maestros de Estados Unidos, Randi Weingarten (que es un poco como Satán en la cosmovisión de esta gente) declaró en TV que no se opone a que se enseñe el “proyecto 1619” en las escuelas, los editoriales iracundos en el NY Post y medios adyacentes no se hicieron esperar.
Es un espectáculo absurdo. Para los que no viven en la burbuja mediática conservadora, el “Proyecto 1619” es un debate académico, sobre los matices de la historia americana. Es también un sano ejercicio mental de analizar la historia del país desde otra óptica, la de los excluidos de la promesa americana.
Para los que viven dentro del mundo paranoico del GOP, el “Proyecto 1619” es algo que debe ser combatido, extinguido, prohibido y derrotado, un caballo de Troya en una amplia estrategia para imponer la agenda de dominación progresista. El problema no es Estados Unidos ya sido un país racista, o que quizás lo siga siendo. El problema es que los anti- racistas quieren destruir América, así que el objetivo de la guerra cultural es oponerse al anti- racismo. Es ser anti-anti-racista.
La guerra cultural permanente
Ahora mismo, si escuchas a políticos republicanos o ves programas de Fox News así de pasada, a menudo necesitas un traductor. Yo soy alguien que literalmente trabajo en la izquierda woke y anti- racista que el GOP cree que es el principal mal del país, y hay veces que cuando se ponen a hablar sobre las prioridades del socialprogresismo marxista que azota el continente no tengo ni puñetera idea de lo que están hablando.
Desde hace un año, en Fox están obsesionados con cosas como critical race theory, que es básicamente una aproximación académica que consiste en analizar como los prejuicios raciales pueden influir en leyes e instituciones. Es algo que nadie en la izquierda estaba discutiendo hace 2-3 años, pero Fox se puso a hablar sobre ello sin parar el año pasado. Ahora el GOP anda buscando prohibirlo también. Es como si alguien decidiera intentar prohibir la regresión estadística por considerarla marxista. También siguen en su guerra sin fin contra las malvadas tecnológicas por “censurarles” y ser “socialistas”, cuando la izquierda en bloque lleva años intentando cargarse a Facebook.
Lo fascinante de estos “debates”, que son más un montón de comentaristas conservadores hablando entre ellos y gritando muy fuerte que todo mal, es que son extraordinariamente insulares. Si uno lee el NYT, WaPo, o ve las noticias en CBS, NBC o CBS, el 99% de estas polémicas son del todo invisibles. Toda esta ira, todo este ruido, es desde la derecha para la derecha; es un ecosistema mediático cerrado, que sólo entra en contacto con el mundo exterior de vez en cuando, como cuando consiguen cancelar una periodista de prestigio en la universidad o que la AP eche a una empleada por haber hablado a favor de Palestina en su época de estudiante.
Es obvio, porque es el principio animador del GOP desde tiempo inmemorial, que las batallas culturales son y han sido una de las estrategias del partido para no hablar de otras cosas. Acusadme de marxista, pero se habla sobre los horrores del “Proyecto 1619” para no hablar de clase social o subir impuestos a los ricos.
Pero esto no es sólo una batalla política, porque el movimiento conservador no es un ejército disciplinado, sino el mismo caos de borrachos pegando alaridos que es la izquierda, sólo que con más banderitas.
Por un lado, hay mucho de convicción, de gente que están genuinamente horrorizados ante la idea de que se cuestione la santidad del proyecto político americano y de la bondad del país en la actualidad. Por otro, hay también una cantidad considerable de oportunistas y emprendedores de la indignación; activistas, personalidades mediáticas y cadenas de televisión enteras que han hecho de sobreexcitar al personal contra enemigos reales o inventados su modelo de negocio y lo explotan de forma descarada, una y otra vez.
Siempre he sospechado (y no tengo pruebas, pero es una sospecha) que Glenn Beck no se cree absolutamente nada de lo que dice, y todo lo que hace es por dinero.
Consecuencias
Si esto fuera inofensivo, casi que ni me parecería mal, pero todos sabemos que la polarización tiene sus consecuencias. Cuando llevas años diciéndole a tus bases que los demócratas son un puñado de psicópatas come niños que quieren vender el país al comunista George Soros, es muy difícil que los líderes políticos que representan a esas bases en el congreso lleguen a acuerdos con los demócratas, por no decir que alcancen el poder con una agenda política que no consista en ser un primate naranja.
El movimiento conservador llevaba años con esta clase de estupideces, ya desde la era Clinton. Trump no fue un accidente.
Bolas extra
Amazon quiere comprar MGM, porque estamos en un mundo donde las megacorporaciones de Silicon Valley tienen tanto dinero que ya ni saben qué hacer con él.
Joe Biden es una persona excepcionalmente aburrida. Y si me conocéis, sabéis que esto es para mí un cumplido.
Para sorpresa de nadie, las negociaciones con los republicanos sobre infraestructura no están llevando a ninguna parte.
El persistente mito de la confederación y la causa perdida en los estados del sur.
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"Siempre he sospechado (y no tengo pruebas, pero es una sospecha) que Glenn Beck no se cree absolutamente nada de lo que dice, y todo lo que hace es por dinero."
Pues por supuesto que no se lo creen. Como Losantos y tantos otros en España. Saben perfectamente que estas exageraciones son mentira, no tienen ningún soporte. Pero necesitan inflamar los ánimos entre sus oyentes. Necesitan, por poner un ejemplo, retratar a gente como Pablo Iglesias (que no es que sea santo de mi devoción) como un irredento ultraizquierdista bolivariano stalinista cuando no dejaba de ser un tibio socialdemócrata.
Sería interesante tu opinión y análisis sobre el movimiento woke como los artículos que ha escrito Argemino Barro en el confidencial.