Estados Unidos es notorio por la insularidad de su cultura deportiva. Con la excepción del baloncesto, ninguno de los deportes de las grandes ligas profesionales (beisbol, hockey hielo, fútbol americano) se practica más que en un puñado de países. Muchos de los grandes mitos del deporte del país son casi completamente desconocidos fuera de sus fronteras, simplemente porque sus logros y hazañas son esencialmente incomprensibles para el resto del planeta.
Esa cosa llamada beisbol
Como he comentado alguna vez, de los cuatro deportes preeminentes, siempre he sentido cierta debilidad por el beisbol, aunque me es bastante difícil explicar por qué.
En lo esencial, es un deporte bastante simple1; un lanzador (pitcher) tiene que arrojar una bola con suficiente fuerza y precisión a un cácher (catcher, y sí, esta es la traducción más habitual) para que el bateador no la golpee. Para eliminar a un bateador, tiene que conseguir hacerlo tres veces, esto es, lanzar tres strikes. Si la bola es lanzada demasiado lejos del bateador (demasiado alta, baja, o a los lados), el lanzamiento no es válido, y se cuenta como ball (falta) contra el pitcher. Si comete cuatro faltas, el bateador puede avanzar a primera base, lo que llaman un walk.
Un partido de beisbol tiene nueve entradas, y en cada una de ellas el lanzador debe eliminar a tres bateadores. Si los bateadores están golpeando con éxito y avanzando a base, una entrada puede durar por un tiempo indefinido. Si al final de nueve entradas hay empate, se sigue jugando hasta que alguien gane. El beisbol es uno de los pocos deportes donde un partido puede tener una duración infinita; el partido oficial más largo se alargó hasta llegar a 33 entradas, con ocho horas y 25 minuyos de partido. Pero la base siempre es la misma: nueve entradas, 27 bateadores.
Lo que me gusta del beisbol es que es una especie de tanda de penaltis. Es un juego tenso entre un ariete que intenta lanzar bolas a más de 150 km/h a una pequeña ventana invisible a 18,44 metros de distancia defendida por un señor por un palo enorme. Cada lanzamiento tiene el potencial de producir o bien absolutamente nada (un strike o ball) o un súbito frenesí de actividad en caso de que haya contacto y el bateador intente alcanzar una base.
Datos y efemérides
Dada su naturaleza disciplinada, con jugadas, posiciones, y acciones discretas y fáciles de separar, el beisbol es además el deporte de los números. Hay estadísticas absolutamente para todo, datos que cubren cualquier detalle y actuación, y formas de valorar a jugadores a miles, todas ellas codificadas y (cuando es posible) monetizadas. Dado que es también el deporte más antiguo y ritualizado de los cuatro grandes (la primera liga oficial con estadísticas detalladas fue en 1876), tiene dos de las marcas más sagradas y veneradas del deporte americano, el récord de home runs y partidos perfectos.
Del récord de home runs escribí un artículo no hace mucho en Jotdown que podéis leer aquí. Aunque parece una cifra fácil de evaluar, no hay un consenso sobre quién lo tiene realmente. El debate, como todo en el beisbol, es deliciosamente arcano.
El partido perfecto
La otra marca o hito de este deporte no es tanto un récord sino un acto de talento y heroísmo individual. Es cuando un pitcher, en un partido, juega las nueve entradas del partido completas y elimina a los 27 bateadores del equipo rival sin conceder ni un solo golpeo ni una sola falta (walk). 27 entran, 27 salen. Ni un solo error, ni un lanzamiento errado. Es lo que se conoce como un perfect game (partido perfecto), y es algo excepcionalmente difícil de conseguir.
En la MLB, los bateadores de media llegan a primera base un 32% de las veces que les toca a batear2. Eso quiere decir que, aunque la probabilidad de ganar cada duelo individual es alta, la probabilidad acumulada juega en contra del pitcher. Y más cuando, según va lanzando durante el partido, empieza a fatigarse y perder precisión. En toda la historia de las grandes ligas, desde 1876 hasta hoy, se han jugado más de 237.000 partidos de beisbol3. De estos 237.000 partidos, un lanzador ha conseguido un partido perfecto sólo en 24 ocasiones, o uno casi cada 10.000 partidos.
Así que cuando a finales del mes pasado Domingo Germán, un pitcher de los New York Yankess, lanzó un perfect game, la proeza fue noticia en primera página en muchos periódicos. Era la primera vez que nadie lanzaba uno en once años; es algo verdaderamente excepcional, que exige una concentración brutal durante las casi tres horas que suele durar un partido.
La mística
Lanzar un pitch es algo que requiere una precisión tremenda; mover un dedo, o abrir la mano centésimas de segundo pronto o tarde pueden hacer que salga con demasiado efecto, o se vaya alto, o no tenga suficiente “movimiento” (los pitchers de élite son capaces de darle un efecto brutal a la bola) y acabe con un hit o fuera de la zona.
Durante el mismo partido, hay toda una mística, un ritual cuando un lanzador está acercándose a la perfección. Las normas no escritas del deporte (y el beisbol tiene montones de normas no escritas) exigen que nadie hable con el pitcher sobre el hecho de que está a punto de conseguir esta proeza. Incluso los comentaristas televisivos, sin son un poco a la antigua (y todos los son), sólo aludirán a la posiblidad indirectamente, diciendo que no tiene walks ni hits en contra, pero mencionando la palabra “perfect” lo mínimo posible, para no romper el hechizo.
Dentro de los 24 partidos perfectos, por supuesto, hay clases. El apoteosis es lanzar uno durante la World Series (la final del campeonato), algo que sólo ha sucedido una vez. También hay algunos partidos donde el lanzador los ha conseguido con más strikeouts (es decir, eliminando sólo con lanzar, no con el bateador golpeando pero no con suficiente fuerza para llegar a base) que otros.
Mi favorito, y el más célebre de todos, fue en 2010; en una de esas rarezas imposibles del beisbol, el lanzador, Armando Galarraga (Detroit Tigers), eliminó a 26 bateadores en rápida sucesión. Cuando se enfrentó al vigesimo séptimo, el bateador hizo contacto y corrió a primera base, pero sus compañeros de equipo lanzaron la bola rápidamente para eliminarle. En un inexplicable error arbitral, el umpire dijo que el bateador había llegado a tiempo, rompiendo la cuenta de Galarraga. Tras gritos, protestas, y cabreo, el propio Galagarra volvió al montículo y procedió a eliminar a otro bateador. Es decir, no tuvo su partido perfecto oficial, pero sí un partido donde de hecho eliminó a 28 bateadores.
Patanes y héroes
Lo fascinante de estos partidos perfectos (porque obviamente hay una lista con videos de todos), además, es que muchos de los pitchers que los han conseguido no eran jugadores excepcionales. El propio Germán, el último en conseguir la proeza4, está teniendo una temporada bastante mediocre con los Yankees, y en los partidos post- perfección ha tenido unos números bastante espantosos. Philip Humber (que consiguió uno con los White Sox el 2012) es un tipo que tuvo una carrera corta con estadísticas bastante atroces5, pero que una noche al azar tiró un crítico tras otro durante nueve entradas. Incluso Don Larsen, el tipo que lanzó uno en la World Series, siempre fue un jugador bastante mediocre, que inexplicablemente tuvo la noche de su vida en el partido más importante de su carrera.
Lo divertido del beisbol, por cierto, es que hay unas cuantas jugadas que son aún más inusuales que un perfect game, aunque no requieran hacerlo durante todo el partido. La triple eliminación hecha por un sólo jugador sólo ha sucedido quince veces en toda la historia del deporte; cuatro home runs por un mismo bateador en un partido sólo dieciseis. Pero eso son más rarezas o momentos únicos, no la proeza zen que es lanzar un partido entero de nueve entradas sin que nadie pueda derrotarte. No hay nada parecido a un perfect game en ningún deporte.
Y por supuesto, no hay nada que defina mejor el beisbol que el hecho que un partido perfecto es cuando un jugador consigue que no suceda absolutamente nada.
Las reglas son increíblemente complicadas, pero la estructura básica del juego no lo es. No demasiado.
“On base percentage” - para los que habéis visto Moneyball, esta es la estadística que los Oakland As descubrieron que era clave. Hasta entonces los equipos se fijaban en “batting average”, o el porcentaje de veces que un bateador conseguía conectar, sin darse cuenta que había toda una clase de bateadores que eran muy buenos forzando faltas.
Sí, hay estadísticas completas para todos ellos.
Contra los Oakland As, que son el peor equipo de la liga con diferencia, y quizás el peor equipo de la historia. ¡Aunque sigue siendo una proeza!
371 entradas, 5,31 carreras concedidas por partido (nueve entradas); la media de la liga está sobre 4,3.