OVNIs, máscaras y golpes de estado
Boletín cajón de sastre, con varios de los temas a debate en Estados Unidos
Escribo hoy con los dulces tonos de fondo (es un decir) de un debate parlamentario. Son casi las once de la noche, pero el senado de Connecticut sigue en sesión, con los senadores pidiendo la palabra y hablando cortésmente sobre una variedad de leyes a trámite.
Aunque me gusta mucho la política y los debates parlamentarios aquí son a menudo bastante interesantes, esto no es algo que haga por gusto. Hoy es una de esas noches que tenemos una proposición de ley esperando ser votada (llevamos dos semanas trabajando como locos para sacarla adelante), y estoy esperando a que la aprueben para enviar notas de prensa, comunicados y demás.
Así que mientras que escucho a un senador republicano quejarse de que exigir a las empresas que den los horarios a sus trabajadores con al menos una semana de antelación es comunismo, aquí van unas cuantas historias que me han llamado la atención en política americana estos días.
Investigando la insurrección
Durante las últimas semanas, republicanos y demócratas han estado negociando una ley para establecer una comisión de investigación sobre los sucesos del seis de enero, el día del asalto al capitolio. El viernes pasado el presidente del comité de seguridad nacional de la cámara de representantes anunciaba un acuerdo con el líder de los republicanos en el comité John Katko, para formar una comisión con miembros de ambos partidos y expertos independientes.
Los jefes de la minoría republicana en la cámara, sin embargo, no se pronunciaron. El partido acababa de purgar a Liz Cheney por quejarse demasiado sobre la insurrección y las conspiranoias del ex-presidente sobre las elecciones, así que lo de formar una comisión no parecía ser una prioridad. Aun así, no dijeron nada en voz alta, así que quizás tenían algo de esperanza de que se llegara a un cierto consenso. O al menos, eso insistía el amplio sector centrista de la prensa de Washington, siempre ansiosa por otear el horizonte del bipartidismo.
Ilusos. Ayer martes, el ex-presidente lanzó uno de sus peculiares comunicados- diatriba diciendo que la comisión de investigación era un fraude, un escándalo, y una trampa para distraer a los republicanos. Poco después, Kevin McCarthy anunciaba su oposición a la ley, y la intención de animar a sus compañeros de partido a votar en contra.
Los demócratas, en teoría, pueden votar a favor de la comisión en la cámara baja y enviarla al senado, donde Mitch McConnell todavía no se ha pronunciado sobre si va a votar a favor o en contra. Como siempre, está diciendo que “lo estudiarán”.
La ley necesita sesenta votos, es decir, al menos diez republicanos. Con los antecedentes de McConnell, sin embargo, me sorprendería mucho que no haga una reflexión profunda, escuche los alaridos de Trump de fondo, y diga eso de que condena la insurrección pero que hay que pasar página.
Y los demócratas se quedarán con cara de tonto, otra vez.
De máscaras y sorpresas
El debate recurrente de estos últimos días ha sido, otra vez, las máscaras. La CDC pilló por sorpresa a todo el mundo la semana pasada anunciando sus nuevas recomendaciones sobre uso de máscaras para personas vacunadas contra el coronavirus. Aquellos que están inmunizados no necesitan cubrirse la cara ni siquiera dentro de edificios o lugares cerrados; sólo en recintos con mucha gente o en el transporte público aconsejan seguir utilizándola.
Desde el punto de vista de salud pública, no tengo una opinión definida sobre si esto es buena idea o no. Todo apunta que las vacunas son increíblemente efectivas, así que los inmunizados no tenemos nada que temer; COVID es, ahora sí, poco menos que una gripe. En Estados Unidos estos días, si quieres vacunarte, puedes; el acceso a la vacuna es gratuito y universal de veras. Nada ni nadie impide que uno pueda ponerse las dos dosis necesarias de Moderna o Pfizer, que son poco menos que mágicas y sin efecto secundario relevante alguno.
Políticamente, el efecto de las recomendaciones de la CDC ha sido un tanto hilarante. Mucho de los estados más progresistas han dicho que muy bien, muchas gracias, pero que van a mantener la obligación de llevar las máscaras en interiores por ahora, diga lo que diga la CDC. Huelga decirlo, estos son los estados donde hay una mayor proporción de vacunados. Mientras tanto, los estados más conservadores o bien se han apresurado a eliminar cualquier obligación a llevar máscaras, o bien hacía semanas que lo habían eliminado. Texas incluso prohibirá que ciudades y condados impongan restricción alguna. Son, cómo no, los estados donde hay más reticencia a recibir la vacuna.
Estas decisiones paralelas siguen la distinción, ya conocida, entre demócratas y republicanos respecto a las vacunaciones. Entre los primeros, me he hartado de escuchar gente diciendo que no se piensan quitar la mascarilla, digan lo que digan las autoridades y aunque estén inmunizados. Entre los segundos, abundan los comentarios de alegres negacionistas diciendo que ni mascara ni vacuna, y quien siga con la cara cubierta es una nenaza.
No sucede demasiado a menudo que la politización de una determinada materia puede acabar por matarte, pero COVID en Estados Unidos va camino de ello.
El aborto, otra vez
El tribunal supremo de los Estados Unidos anunció el lunes que va a tomar en consideración la constitucionalidad de una ley estatal de Mississippi que prohíbe casi todos los abortos a partir de la decimoquinta semana de embarazo. Esto representaría una reducción de ocho semanas en el plazo establecido como razonable en la jurisprudencia actual, en un tribunal donde los jueces conservadores tienen una mayoría 6-3 a su favor.
Dicho en términos simples: el supremo está a punto de dar los primeros pasos para derogar la sentencia que legalizó el aborto en Estados Unidos, Roe v. Wade, y permitir que los estados aprueben restricciones mucho más duras.
La buena noticia es que, dado que este es un país federal, el aborto seguirá siendo legal en la mayoría de los estados del país. La mala noticia es que en casi todos estados del sur del país el aborto será prohibido casi de inmediato; en muchos lugares hay legislación en los libros que entraría en vigor en el momento en que el supremo derogue Roe.
Allá por el 2012-2014, muchos demócratas intentaron convencer a Ruth Bader Ginsburg que se retirara del supremo. Querían evitar un escenario en que un presidente republicano ganara el 2016 y RBG muriera durante su mandato, dando otra nominación al GOP. Ginsburg se negó. Y aquí estamos.
¡OVNIs!
Llevo varios días dando la tabarra por Twitter sobre ello, pero este es un tema curioso.
El gobierno federal americano lleva varios meses hablando abiertamente de cómo sus pilotos y militares están encontrándose OVNIs todo el santo rato allí fuera. Han estado publicando videos, imágenes de FLIR y de radar que muestran claramente cosas inexplicables volando, y permitido que pilotos expliquen lo que se están encontrando en los medios. 60 Minutes, el informativo clásico de CBS, le dedicó un reportaje el viernes donde se recogen imágenes y testimonios increíbles. Marco Rubio, senador por Florida, habla sobre comisiones de investigación. El congreso ha dado un plazo de 180 días al Pentágono para que emita un informe y cuente todo lo que sabe sobre estos fenómenos.
¿La reacción del público americano? Unas cuántas bromas en Twitter, un (excelente) artículo de Ezra Klein en el Post insistiendo en que esto es importante, y… nada más. La verdad está literalmente allí fuera, y sólo ha sido recibida con bostezos.
Todas las revelaciones y la relativa falta de debate y/o histerismo en los medios me han hecho pensar en este fabuloso artículo en el New Yorker el mes pasado que explica cómo el gobierno de los Estados Unidos ha hablado sobre OVNIs a lo largo de la historia.
Es una evolución curiosa. En los años inmediatamente posteriores a la segunda guerra mundial, el Pentágono hablaba abiertamente sobre la existencia de OVNIs y cómo estaban respondiendo a cada avistamiento, pidiendo la colaboración del público. Según avanzaron los años, sin embargo, los platillos volantes y hombrecitos verdes se convirtieron en el circo de histéricos, flipados y conspiranoicos que todos conocemos, así que allá por los setenta el tono cambió y el gobierno emitió varios informes negando categóricamente que hubiera nada relevante. Cualquier piloto que informara haber visto algo era tratado como si estuviera un poco chiflado. Los OVNIs pasaron a ser un tema tabú en el Pentágono, algo que ni era reconocido ni investigado.
En los últimos 4-6 años, sin embargo, el tono ha cambiado, gracias a una extraña coalición de colgados, políticos un poco lunáticos, el cantante de Blink-182 (no, no es broma) y varios analistas y serios hombres de estado que se han empezado a mosquear de que haya todos estos avistamientos y que nadie esté investigando nada. Así que los OVNIs están otra vez en los medios, el Pentágono está investigando, y todo va a salir a la luz, o eso dicen. Es una historia fascinante de veras.
Y no, no creo que sean alienígenas. No tengo ni idea de qué son todas estas cosas, pero hay explicaciones más sencillas que hombrecitos verdes. En los sesenta, muchos de los avistamientos de OVNIs en Estados Unidos eran vuelos del híper- secreto SR-71; Dios sabe qué estará probando el pentágono estos días.
O quizás digo esto porque yo soy un hombrecito verde. Nunca confiéis en nadie.
Bola extra:
Mientras escribía esto, el senado ha votado a favor de nuestra propuesta 20-16. Ahora toca la cámara de representantes, donde nos tocará sudar más para conseguir sacarla adelante.
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Enhorabuena!