¿Por qué Trump puede ganar las elecciones?
Entendiendo al votante americano y sus despistes
Durante las últimas semanas, Joe Biden ha recibido dos noticias sobre los sondeos, una buena y una mala. La buena es que ha recortado algo de distancia respecto a Trump en la media de las encuestas, y ha pasado a estar a unos tres puntos a estar apenas un puntito por detrás, básicamente un empate técnico. La mala es que sus cifras de aprobación siguen siendo catastróficas, y los americanos siguen obcecados en estar convencidos de que la economía va mal:
Recordemos, por enésima vez: la tasa de paro en Estados Unidos está en el 3,7% (¡tres coma siete por ciento!) y la inflación interanual ha bajado hasta el 3,4% (con la subyacente, además, en descenso). Los salarios están subiendo más deprisa que los precios, y las desigualdades están disminuyendo. Los hogares americanos son más ricos ahora, y por un margen considerable, que antes de la pandemia; el PIB creció un 5,3% y la bolsa subió un 24%.
El problema en todos los sondeos parece ser siempre el mismo: la edad de Biden. Trump es sólo tres años más joven que él y basta verlo hablar en público para darse cuenta que está perdiendo la cabeza, pero por algún motivo incomprensible los votantes no se dan por aludidos.
Estas cifras, entonces, explican el empate en los sondeos. Lo que es necesario explicar, no obstante, es por qué gran parte del electorado americano ha llegado a estas conclusiones tan peculiares respecto a la economía o la la capacidad mental de ambos candidatos.
La teoría ASOBAL de la política
Os voy a contar un pequeño secreto sobre los votantes: no están prestando atención. Si estáis leyendo estas líneas, es muy probable que estéis más al tanto sobre lo que sucede en la política de este país que tres cuartas partes de los votantes indecisos en las presidenciales. Esa cifra, de hecho, es la proporción de votantes indecisos que según sondeos internos de la campaña de Biden no saben que Trump será probablemente el candidato republicano a la presidencia.
Para muchos votantes, las elecciones, la presidencia, y todo lo demás es algo que está muy, muy, muy, muy lejos de sus preocupaciones más urgentes. No ven las noticias, y cuando las ven, no les prestan demasiada atención. Los telediarios en Estados Unidos son cortos y no hablan demasiado de política; raramente ven a Biden o Trump decir nada. Dado el asqueo generalizado con el congreso y los partidos, es probable que incluso cambien de canal cuando salen.
Cuando pensamos sobre políticos y opinión pública, hay una pregunta que suelo repetir a candidatos sobre lo que los votantes saben sobre lo que sucede en el congreso, el legislativo estatal o en unas elecciones: ¿Quién ganó la Stanley Cup el año pasado1? En que casi todas las reuniones hay alguien aficionado al hockey hielo (es el cuarto deporte del país, al fin y al cabo), que levanta la mano como si fuera un examen. La mayoría de gente se encoge de hombros o frunce el ceño, intentando recordar si vio la noticia en alguna parte.
Esa es la relación que tiene la mayor parte del electorado con la política: algo que saben que existe, pero a lo que no le prestan demasiada atención. La pregunta equivalente en España sería, probablemente, quién gano la liga ASOBAL2, la serie A italiana o algo parecido, pero os hacéis una idea. El votante medio es consciente que hay una competición/elecciones, sabe el nombre de unos cuantos jugadores/candidatos (no necesariamente aún en activo) y tiene alguna idea sobre quienes son los “suyos” (¿hay un equipo en Benidorm, verdad?), pero a no ser de que haya algo muy, muy serio o espectacular, no sabe que está pasando ahora mismo.
Esos votantes “indecisos” son gente que tiene muchas cosas más interesantes a las que prestar atención que a esto de la política. No se creen que Trump será el candidato porque recuerdan haber escuchado hace unos meses que tenía problemas judiciales serios, pero dado que nadie ha votado aún en primarias y nadie ha ganado nada, no tienen ni idea sobre cómo van. Esta es la razón, entre absurda y perversa, por el que sacar un buen resultado en Iowa y New Hampshire es tan importante: para mucha gente será la primera vez que tendrán alguna idea sobre quién puede ser candidato.
Memoria y votantes
Aparte de esta alegre (y la verdad, bastante sana) desconexión de muchos votantes con la batalla política, tenemos también la naturaleza capciosa de la menoría histórica. El NYT publicaba la semana pasada uno de esos artículos clásicos en los que se entrevista a doce votantes aleatorios en Iowa a quién van a votar y por qué. Estas piezas, en general, son más anécdota que otra cosa, pero esta en particular tiene algunas opiniones dignas de mención.
Una votante dice lo siguiente:
“We had him for four years and I think he did a terrific job,” she said. “When Covid happened, he made sure the American people were taken care of, gave us the stimulus package, especially with groceries and gas prices.”
La cita es interesante, porque es un buena cápsula de la opinión de muchos americanos sobre la presidencia de Trump. Es la idea de que la economía fue muy bien durante su mandato hasta que llegó la epidemia, pero no creen que eso fuera culpa del presidente. Lo que recuerdan fue el enorme plan de estímulo fiscal (3,6 billones de dólares3), la bajada del precio de la gasolina y cómo el gobierno federal respondió con energía a la crisis.
Poco importa que el plan fuera diseñado por Nancy Pelosi y los demócratas del congreso, y que sus dos medidas más populares ($600 semanales adicionales a todo aquel que estuviera cobrando el paro y poco menos que cobertura sanitaria universal durante la pandemia) se aprobaran ante la oposición del GOP y del mismo Trump. La idea de que las cosas iban bien entonces y que bajo Biden en cambio ha habido inflación y malos resultados económicos es muy difícil de romper.
Eso a pesar de que la economía y los salarios reales (ajustados por inflación) son mejores bajo Biden, incluso si limitamos la economía pre-COVID:
La inflación tiene esta peculiar característica de que cuando los precios suben, es culpa del gobierno, pero si tu sueldo está subiendo más deprisa que los precios es gracias a tu propio esfuerzo personal, ya se sabe.
Yo, de los míos
Finalmente, tenemos ese viejo amigo de este boletín, la identificación partidista. La inmensa mayoría de votantes usan (usamos) la ideología como un atajo cognitivo para ahorrarnos tener que pensar demasiado sobre algo tan aburrido y farragoso como la política. Casi nadie tiene opiniones formadas y consideradas sobre la fiscalidad del capital, regulación de emisiones de centrales eléctricas, normas sobre edificación o derecho penal, pero todo el mundo tiene una cierta idea sobre si es progresista, liberal, moderado, conservador o de centro centrado.
La identificación partidista es lo que produce artículos como este:
El texto es fascinante por ser, por un lado, una maravillosa oda a la racionalización ideológica, con citas maravillosas:
“Trump has been in the White House once, and maybe he has a better lay of the land this time and will know who’s who and what’s what”
“But now I prefer Trump because Democrats are trying to find any way they can to jail him”
“It’s a little bit like a teenager who’s rebelling — a part of me is like, Maybe I should go for Trump because everyone is telling me not to. Part of my thing is: Why are they so scared?”
Por otro, es otro ejemplo más de cómo los periodistas, incluso en el NYT, parecen incapaces de entender esta idea tan básica de que muchísimos votantes primero escogen a quién van a votar y después deciden por qué. Para millones de americanos que se ven a si mismos como “republicanos”, “conservadores” u “cristianos”4 su candidato será aquel que nomine el GOP, y su motivación será alguna idea cogida más o menos al azar de ese almacén de conceptos económico-sociológico-tribales que todos llevamos dentro. Eso a menudo hace que acaben (acabemos) apoyando a candidatos con ideas tremendamente impopulares (Trump tiene muchas de ellas), y a menudo una reacción de incredulidad cuando alguien les (nos) dice que ese es el caso (“no me creo que quiera bajar los impuestos a los ricos”).
Esto es lo que explica, por cierto, por qué los votantes republicanos están convencidos que el país va fatal, a pesar de que su situación económica personal es buena:
Así que, en un país con un 3,7% de paro y creciendo al 5,2% tenemos un artículo sobre las primarias del GOP señalando que las tres palabras más repetidas por los votantes de Iowa son fear (miedo), anxiety (ansiedad) y hopelessness (desesperanza), y una campaña donde se ha hablado repetidamente sobre la posibilidad de otra guerra civil.
Resumiendo
Las elecciones están a diez meses de distancia, y la realidad es que casi nadie les está prestando demasiada atención. Sobre un 40-45% del electorado votará republicano, pase lo que pase, y un porcentaje similar votará demócrata. Ese 10-20% del medio son gente que están intentando evitar la política tanto como sea posible, no tienen ni la más remota idea sobre qué está pasando en el congreso y que creen que las cosas fueron medio bien con Trump, la pandemia no fue culpa suya, y los precios han subido mucho con Biden.
La campaña electoral, entonces, será una batalla frustrante por parte de los demócratas para convencer a la gente que la economía va bien para todos (porque incluso entre republicanos, los que dicen que las cosas les van mal son una minoría) y recordarle a esos despistados lo increíblemente chiflado que está Trump. A favor de Biden, la economía realmente va muy bien, y Trump tiene cuatro juicios criminales en ciernes que servirán para recordarle a todo el mundo que el hombre dio un golpe de estado.
En contra de Biden, el hombre tiene 82 años y el país entero cree que eso es mucho peor que tener 79 y haber intentado destruir el régimen democrático del país.
Bolas extra:
Ahora imaginad la división partidista en esta pregunta:
¿Os acordáis de eso de Trump citando a Hitler y diciendo que los inmigrantes contaminan la sangre del país? El partidismo mola de veras.
Las Vegas Golden Knights. Sobre la racionalidad de tener un equipo de hockey hielo en el desierto hablamos otro día; la NHL es desesperante en estas cosas. Hartford solía tener un equipo, pero se mudó a Carolina del Sur.
El Barça ha ganado todos los títulos desde el 2011, por cierto.
El equivalente en España serían 500.000 millones de euros; Estados Unidos se gastó casi cinco puntos más de PIB para sostener su economía.
Algo que se ha convertido en una identificación partidista.
Desde que ha entrado Biden solo hay guerra y destruccion en el mundo, muertes y conflictos. Trump se oponia a la guerra de Ucrania donde han fallecido casi 200.000 inocentes mientras rl genocida demócrata solo ha hecho avivar el fuego y enviar municion para que hombres jovenes blancos se maten entre ellos. Dios quiera que gane Trump y vuelva la paz al mundo.
Me ha impactado ese 50/50 entre mantener una democracia funcional y tener una economía fuerte, aunque no creo que esa valoración ande muy lejos de lo que se percibe cada vez más en otros países (léase Argentina, por ejemplo). Minarquistas de un lado o tecnocapitalistas de Estado al estilo chino, cualquiera es hoy escuchado mucho más que hace tiempo. La democracia en crisis, sin capaz de argumentar su ventaja competitiva y, a este paso, peligrando. Esperemos que no haga falta una gran guerra para recordarnos por qué nuestros abuelos eligieron democracia.
Gracias por la magnífica publicación.