¿Un nuevo populismo demócrata?
Un candidato inusual quizás señale un futuro mejor para el partido
No sucede demasiado a menudo, pero hay veces que la mejor manera de presentar a un político es con una foto. Este es John Fetterman, teniente gobernador del estado de Pensilvania, y candidato demócrata al senado:
A principios de este año, Fetterman recibió a Joe Biden en Pittsburgh, poco después de que un puente se hundiera. Lo hizo con este aspecto:
En Pittsburgh en enero hace frío. Fetterman está ahí, recibiendo al presidente de los Estados Unidos, en una sudadera y pantalones cortos.
Si hay algo que es algo inmediatamente aparente de John Fetterman, es que no tiene el aspecto de político tradicional. El tipo es calvo, corpulento y sencillamente enorme; mide más de dos metros, tiene la complexión de un jugador de fútbol americano y siempre va vestido como un alguien camino de cambiar un ventanal o repartir bombonas de butano. El tipo, de hecho, tiene un traje y una corbata, y sólo se los pone cuando le toca presidir el senado estatal, donde es obligatorio llevarlos.
Que alguien así gane unas elecciones primarias a senador en un estado como Pensilvania, uno de los sitios que decidirán las presidenciales en el 2024, es algo que llama la atención, y ha creado un debate considerable entre los comentaristas demócratas. Vale la pena, creo, echar un vistazo a quién es este John Fetterman, y analizar con cierto detalle qué significa su victoria para los demócratas.
Un político inusual. Más o menos.
Aunque tiene pinta de ser un tipo de clase obrera (y su estética es a menudo entre bro un poco demasiado aficionado al deporte y white trash), Fetterman proviene de una familia acomodada. Su padre era socio en una compañía de seguros en York, y creció en un suburbio exclusivo allí. Sus padres, por supuesto, eran sólidamente republicanos. John fue a la universidad a Albright, en Reading, un college privado de cierto prestigio (el “tercer nivel” en la taxonomía que hice el año pasado) y se fue a Uconn a sacarse su MBA.
Fue allí donde Fetterman, según cuenta, se “cayó de su caballo” y descubrió su consciencia social. Trabajó con niños pobres en un programa de voluntariado en New Haven, y se dio cuenta de lo privilegiado que era. Tras hacer de profesor con Americorps en Pittsburgh un par de años y sacarse un máster de políticas públicas en Harvard (porque a ver, tendrá consciencia, pero tiene titulitis como todo el mundo), se fue a trabajar en una aseguradora. Pero el tipo seguía inquieto, y tras hacer de voluntario en Braddock, un pequeño pueblo al oeste del estado, se enamoró del lugar y acabó por mudarse allí.
Braddock
Braddock es un lugar importante en la historia industrial de Estados Unidos; fue allí dondre Andrew Carnegie construyó su primera empresa siderúrgica. Cuando uno se imagina la industria pesada de finales del siglo XIX, todo acero, vapor, carbón y metal, está pensando en un lugar como Braddock:
La historia posterior es, por desgracia, tristemente habitual en el medio oeste. En 1920, Braddock tenía 20.879 habitantes censados. A principios del siglo XXI, cuando Fetterman se mudó allí, no alcanzaba los 3.000. En el último censo, la cifra había caído a 1.721. Aunque la siderúrgica sigue existiendo (aunque hoy en día se dedica a producción especializada, y es una sombra de lo que fue), Braddock es una víctima más de la brutal, tenaz, implacable desindustrialización del Rust Belt durante las últimas décadas.
Cansado de la persistente decadencia y abandono del lugar, Fetterman decidió el 2005 presentarse a alcalde. Tras ganar las primarias por un voto, se convirtió en el mayor propagandista, emprendedor, animador y activista en favor de su pueblo, y empezó a ganar cierta fama tanto dentro como fuera de Pensilvania.
Es difícil evaluar su gestión como alcalde, porque es muy posible que Braddock sea un problema esencialmente irresoluble. Aun así, Fetterman al menos se las arregló para poner el pueblo en el mapa, atraer algo de inversión, reducir la tasa de homicidios a cero, pelearse con un montón de gente y tener algún incidente sonado con el resto del consistorio.
Mirando hacia arriba
El tipo armó suficiente ruido, sin embargo, como para montar una campaña medio viable al senado el 2016, donde a pesar de no tener un duro consiguió movilizar al sector progresista del partido y acabó quedando tercero, con 20% del voto. Eso le sirvió de trampolín para presentarse a las primarias de teniente gobernador (en Pensilvania, como en muchos estados del país, las primarias de gobernador y teniente gobernador son separadas), aprovechando que el tipo en el cargo estaba siendo investigado por maltratar a sus empleados, y se impuso con un 38% del voto. En noviembre del 2018, fue escogido para el cargo.
Lo divertido de todo este asunto es que el puesto de teniente gobernador de Pensilvania apenas tiene responsabilidades. Igual que el vicepresidente del país, está ahí para romper empates en el senado, hacer encargos para el gobernador, y esperar a ver si este se muere, así que Fetterman no es que tuviera gran cosa que hacer.
Con todo, un buen político siempre se las arregla para atraer la atención, y Fetterman es un buen político. El gobernador le encargó que se ocupara de diseña la legalización de la marihuana en Pensilvania, y se paseó por todo el estado haciendo campaña a favor de la medida, aunque no acabó siendo aprobada. Como miembro del consejo que revisa las peticiones de clemencia en el estado, se dedicó a pedir reformas penales con vehemencia. La combinación de su activismo y el hecho de que es tan enorme que literalmente siempre sale en todas las fotos, más a sus guiños a la izquierda del partido, le mantuvieron relativamente visible.
La primera vez que Fetterman recibió algo de atención en medios nacionales, sin embargo, fue a finales del 2020, cuando Donald Trump y sus mariachis se dedicaron a inventarse conspiraciones sobre “elecciones robadas” en Pensilvania mientras intentaban dar un golpe de estado. Fetterman dedicó gran parte de su tiempo a mofarse de Giuliani y el resto de su equipo en medios nacionales, montando una defensa sólida y feroz del recuento en su estado. Su aspecto de wrestler con malas pulgas combinado con su elocuencia le hicieron una estrella mediática casi de inmediato. Cuando Pat Toomey, senador republicano por el estado, anunció que dejaba el escaño, Fetterman inmediatamente se postuló para sucederle.
Primarias al senado
A las primarias demócratas al senado se presentaron tres candidatos. Por un lado, los sectores más progresistas del partido (incluyendo Working Families) apoyaron a Malcolm Kenyatta, un representante estatal de Filadelfia. Kenyatta es lo que se conoce como un movement candidate; alguien que ha sido activista en su comunidad durante años, super conectado con los sindicatos, movimientos sociales y demás. El establishment demócrata, mientras tanto, se decantó por Conor Lamb, abogado, ex-marine, y congresista en un distrito relativamente conservador a las afueras de Pittsburg.
Ya que estamos con esto de imágenes que definen a políticos, Lamb es, casi literalmente, el ideal platónico de político moderado y responsable que uno se espera ver en el congreso, representando al centro centrado demócrata:
La campaña fue, esencialmente, un largo debate entre Lamb, insistiendo que el partido demócrata debe presentar candidatos moderados y que prometan gobernar de forma responsable, y Fetterman, pidiendo un partido más populista y combativo. Kenyatta, mientras tanto, apelaba a su capacidad para atraer el voto de minorías y movilizar el electorado en el este del estado, siendo como era el único candidato de Filadelfia.
Pensilvania no es un estado exactamente progresista; no olvidemos que Biden lo ganó por un punto escaso el 2020. Tiene dos áreas metropolitanas grandes (Filadelfia y Pittsburgh), pero el resto o es rural, o está lleno de la clase de ciudades pequeñitas postindustriales en decadencia que se han decantado hacia el partido republicano en las últimas décadas. En este contexto, Fetterman se impuso con un 58,7% del voto, por 26,3% de Lamb y 10,8% de Kenyatta. El tipo le sacó veinte puntos o más a Lamb en todo el estado; la única excepción fue Filadelfia, donde Kenyatta quedó segundo (37-34).
Es decir, el tipo arrasó, y lo hizo en contra del candidato oficialista que había recibido la inmensa mayoría de apoyos del resto del partido, y sin el apoyo abierto y directo de la izquierda.
¿Cómo ganó Fetterman?
Fetterman es, sin duda, considerablemente más progresista que el merluzo sin sal que es Lamb. Políticamente está cerca de casi todo lo que dice la izquierda del partido (con la excepción del fracking y defund the police, algo que, por cierto, la izquierda está discretamente abandonando también), pero como candidato no habla como un izquierdista al uso, con la jerga incomprensible del feminismo, la inclusión, los latinx (ugh), o el fervor casi- religioso de lo woke. Fetterman habla como alguien que mide más de dos metros y que ha trabajado en unos altos hornos toda su vida; de forma directa, sencilla, sin rodeos - sobre respetar a aquellos olvidados y no dejar nadie atrás.
Y Dios, qué bueno es este anuncio:
Lo divertido, por supuesto, es que, visto desde Europa, esta clase de mensaje no parece demasiado extraordinario. Respetar a los votantes. Comunidad. Desigualdad. Honestidad. One Pennsylvania. Llevo tiempo diciendo que el partido demócrata debería dejarse de historias y copiar la retórica de los one nation tories de Disraeli, pero adaptada a tiempos modernos. Hablar como conservadores para defender idear progresistas. Fetterman hace esto constantemente, y parece que las bases demócratas del partido están encantadas con él.
Más que su retórica y sus ideas políticas, sin embargo, mi sensación es que el atractivo de Fetterman es inseparable de su jeta, del aspecto físico, de su personaje. El tipo, en el fondo, no deja de ser un hijo de papá que se metió en política en un pueblo de mala muerte a las afueras de Pittsburgh con el apoyo de su padre, que a base de TED Talks y talento político consiguió meterse de forma oportunista en dos primarias clave. El tipo es indudablemente listo y está la mar de preparado, pero si en vez de parecer una montaña calva con barba tuviera el aspecto de Ben Wyatt no se hubiera comido un rosco. Hay mucho de política emocional, de apelar a una cierta identidad cultural obrera, rural, de esa América olvidada que no sale en televisión más que para mofarse de ella en Fetterman. Es un bro, uno de los nuestros, un tipo con el que tomar una cerveza, fumar maría y ver la NFL los domingos.
Siempre insisto que Estados Unidos es, a pesar de su retórica de clase media, un país increíblemente clasista en muchos aspectos. Fetterman tiene el aspecto de alguien de clase obrera, de esa Pensilvania olvidada que el ala izquierda demócrata, con su súbita obsesión con el multiculturalismo inclusivo anticolonial feminista y ecológico de tiempos recientes parece haber olvidado que también deben representar. Los progresistas estos días han celebrado más la derrota de Lamb que la victoria de Fetterman, pero harían bien de mirar de cerca lo que representa y dice. Es muy probable que ese sea la clase de mensaje y político que deben copiar.
Queda lo difícil
Por supuesto, todo esto es muy bonito en unas primarias demócratas, pero a Fetterman aún le queda tener que ganar en noviembre. Las elecciones al senado en Pensilvania van a ser brutales, siendo como es uno de los estados más competitivos del país. Los demócratas tienen la fortuna (relativa) de que los republicanos aún no saben quién será su candidato, ya que los dos candidatos más votados poco más que empataron y habrá un recuento. Trump, que había apoyado a uno de ellos, anda diciendo por ahí que le han robado la victoria otra vez, como era de esperar.
Pero sobre las primarias republicanas hablaremos otro día, tanto en Pensilvania como en otros estados. Hay mucho que contar.
Bolas extra:
Algo que los progresistas de Pensilvania (y muchos líderes negros) recuerdan a menudo es que Braddock es un pueblo de mayoría negra, y que Fetterman a veces iba un poco de white saviour al hablar de su trabajo. La izquierda se preocupa demasiado por la estética, aquí y en todas partes.
Los progresistas tuvieron una muy buena noche de primarias, por cierto, con dos victorias impresionantes en Oregón (para la cámara de representantes, incluyendo echar a un congresista que recibió el endorsement de Biden) y otra en Pensilvania.
El candidato a gobernador republicano en Pensilvania es un fascista espantoso que se cree todas las mentiras del golpe de estado de Trump del 2020.
Algo que me parece increíblemente irritante de los aeropuertos americanos: si no te gusta perder el tiempo en controles de seguridad, la TSA (la agencia que los gestiona) ofrece un programa llamado TSA PreCheck donde pagando una tasa adicional, puedes pasar por una cola exprés mucho más rápida. Esto es, una agencia pública ofrece un pase VIP para aquello que quieren pagar por ella. Y si quieres ir aún más rápido, tienen un contrato con una empresa privada llamada Clear con controles aún más abreviados.
Esto, por cierto, no es inusual en muchos servicios públicos aquí. El departamento de estado se toma entre ocho y once semanas para renovar un pasaporte, pero si tienes prisa (y pagas extra) te lo pueden hacer en cinco. Y sí, el papeleo en el gobierno americano es excepcionalmente lento.
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