El mes pasado hablaba sobre cómo uno de los fenómenos más curiosos del trumpismo es como vivía extremadamente en línea, con un mensaje y argumentario de campaña autorreferencial, confuso y muy centrado en las paranoias del día de la derecha conservadora en Twitter/Parler.
La izquierda americana tiene su elenco de conspiranoicos y flipados en sus filas, aunque no domina el debate del partido. Lo que anima al sector más ruidoso y extremadamente en línea es el activismo anti- “cosas”, y los guardianes de la inclusividad y la pureza ideológica.
La pureza ideológica, huelga decirlo, es un clásico de la izquierda; siempre infelices con el que manda, no importa quién sea. Lo de la inclusividad y el activismo anti- sí que es un poco más nuevo. Os lo habréis encontrado en internet, porque es algo que en España los sectores más pelmazos de la izquierda también están en una línea parecida: el nutrido, vociferante, e increíblemente ruidoso colectivo de activistas que son anti- heteropatriarcado, anti- machismo, anti- racismo, anti- transfobia, indigenistas, multiculturalistas, inclusivos y biodegradables, y que te van a llamar de todo en el momento en que uses el pronombre equivocado o cometas algún pecado de apropiación cultural.
Como alguien que está en contra del patriarcado, el machismo, el racismo, la transfobia, etcétera, y que de hecho ha hablado y escrito sobre esta clase de temas aquí y en otras partes a menudo (véase aquí y aquí), no puedo decir que estos activistas me caigan mal. Porras, trabajo en uno de estos grupos; llevo años metido en esta clase de cosas. De hecho, es muy posible que sea parte del problema.
La estrategia de la izquierda
En estas últimas elecciones el partido demócrata en general, y la izquierda americana en particular, han hecho un esfuerzo considerable en intentar llegar a grupos cuyas voces están infrarrepresentadas en el sistema político para intentar amplificarlas. Esto incluye inmigrantes, latinos, personas con identidades de género no tradicionales, gente de color, personas con discapacidades, y en general, toda la nube de definiciones de colectivos que votan poco, tienen indicadores sociales atroces y creíamos que podíamos movilizar electoralmente. Esta estrategia, junto a un mensaje económico populista, iba a dar las primarias a Bernie Sanders y recuperar la Casa Blanca y el Congreso para el partido demócrata.
Bueno, no ha funcionado. Bernie (y Warren) perdieron las primarias por goleada, y aunque Biden ha ganado la Casa Blanca con cierta solvencia, el partido demócrata ha naufragado en el congreso y en cámaras legislativas por todo el país otra vez. De forma más preocupante para el nutrido contingente de verdaderoizquierdistas de diverso pelaje, parece que muchos de los grupos a los que estábamos intentando atraer y ganar su confianza se han ido hacia Trump, en algunos casos de forma masiva.
El voto latino
Aunque es temprano para decir qué grupos han votado a quién en el electorado (las encuestas postelectorales no son fiables aún), parece relativamente claro que los demócratas han perdido una cantidad considerable del voto latino especialmente en dos regiones del país, el sur de Texas y el sur de Florida. Esto se debe en parte a una brillante campaña publicitaria de los republicanos, con anuncios como este (que Emilio Doménech no se cansa de enlazar - ahora intentad sacaros la música de la cabeza):
También se debe, en parte, de uno de los problemas endémicos del verdadeeroizquierdismo americano, especialmente en su rama más identitaria: sus colosales, infinitas reservas de condescendencia con la gente a la que decimos querer representar.
Mi ejemplo paradigmático es una palabra que me pone de los nervios, latinx.
Empecemos por los sondeos. En una encuesta reciente de Pew (probablemente los mejores encuestadores sobre opinión pública del país) un tres por ciento de hispanos en Estados Unidos usan la palabra “latinx”. Tres cuartas partes de los encuestados no habían escuchado nunca esa palabra. Dentro de esa misérrima cuarta parte de encuestados que habían escuchado el término alguna vez, dos tercios rechazan su uso. El término preferido por más de un sesenta por ciento de los entrevistados es “hispanos”, un 29% prefiere “latinos”. El sondeo de Pew, por cierto, dista mucho de ser un caso aislado. Todos los estudios que he visto van en la misma dirección.
¿Qué palabro lleva utilizando la verdadera izquierda de forma obsesiva estos últimos dos años? Sí, lo habéis adivinado. Latinx.
El término tradicional en el mundillo de activistas, académicos y periodistas había sido “latino”, que ya de por sí era no era el preferido por la comunidad de la que estábamos hablando. He tenido un puñado de discusiones bizantinas y un tanto absurdas con colegas de ONG y organizaciones sociales (siempre anglos, por supuesto) sobre por qué era mejor usar “hispanos” por el mero hecho de que es mucho más común y aceptado. Sin excepción, siempre la discusión siempre acababa girando sobre la etimología de la palabra “hispano” y cómo era una referencia a la potencia colonial opresora (¿?) y que “latino” era más preciso, porque sólo se refería a gente que habla español, no brasileños (¿?), entre otros argumentos parecidos. Casi nunca me hacían caso, porque Dios nos libre de escuchar a alguien que habla el idioma, o algo parecido.
La cuestión es que la palabra “latino” tiene género, es masculina, y eso es problemático. No tengo ni idea sobre quién empezó a utilizar la X (creo que viene del movimiento LGBTQIA+), pero a alguien se le ocurrió que llamar a las personas provenientes o descendientes de una cultura de habla castellana “latinos” era excluyente y machista, y empezaron a utilizar el término latinx.
No importa que en inglés las palabras no tienen género, que si quieren una palabra neutral siempre pueden recurrir a “hispanic” incluso eliminar la vocal, porque “latin” también es una palabra que fuera de la burbuja progresista significa lo mismo (“no, que no hablan latín” me dicen). Les da igual.
Latinx. En términos de comunicación política, es un poco como entrar por la puerta y decir “hola, amigos, quiero que me votéis porque estoy en contra del racismo, pero vuestro idioma está mal y os voy a explicar por qué”.
Y sorpresa, parece que a muchos votantes latinx ahí fuera que alguien venga y les diga eso no les ha parecido un argumento convincente.
Para ser justos, hay bastantes voces en la misma izquierda que llevan meses diciendo que el término latinx es absurdo y poco menos que insultante. El día después de las elecciones, Rubén Gallego, congresista por Arizona, repetía este mismo mensaje; muchos otros cargos electos y activistas (latinos) han dicho lo mismo las últimas semanas. El problema no es tanto la palabra, no obstante, sino la actitud condescendiente implícita en el término. La aproximación de los demócratas y la izquierda americana al voto latino era la de alguien que cree saber los problemas de los votantes mejor que ellos mismos sin tener que escuchar lo que dicen.
La ficción del voto latino
Porque por supuesto, el voto latinx como tal no existe. En Estados Unidos hay casi sesenta millones de personas que pueden ser clasificadas como latinos, pero hablar de ellos como un bloque electoral es una simplificación sin sentido. Es tan latino alguien que se apellida Alarcón y es descendiente de los primeros colonos españoles en Texas llegados a finales del siglo XVII que un tipo que se llama Juan López, llegado hace tres meses de Nicaragua. El primero será, a estas alturas, un tipo más tejano que Tommy Lee Jones y que seguramente votará como un anglo. El segundo no podrá ni votar.
Básicamente, a los latinos los puedes clasificar según un montón de criterios que definirán en gran medida cómo votan y qué temas les preocupan. Algunos ejemplos:
Distancia temporal desde su llegada al país: esto va desde “estábamos aquí antes de que el país existiera” a “tengo muchos familiares deportados”. Al primer grupo hablarles de inmigración es perder el tiempo.
Raza: ser latino y negro es muy distinto, en términos de lo que vives en el día a día, que ser latino y blanco. Muchos latinos blancos se ofenderán si les hablas de racismo.
País de origen: sólo en Estados Unidos un cubano, un chileno y un argentino serán metidos en el mismo saco con la misma alegría. A un cubano no puedes hablarle de socializar la medicina, obviamente.
Religión: La mayoría son católicos, sí, pero hay una minoría evangélica muy conservadora.
Edad y género: jóvenes y mujeres son mucho más de izquierdas que hombres y mayores. La brecha de género es muy probable que sea mayor entre latinos que con votantes blancos.
Durante toda la campaña se habló mucho sobre cómo Biden no tenía una estrategia clara para atraer al voto latino, así que la izquierda activista demócrata ha llevado la voz cantante en muchos lugares. El problema es que el modelo de esa izquierda era la campaña de Sanders en las primarias, en las que Bernie consiguió atraer una cantidad considerable del voto latino al menos en apariencia. Lo que era menos visible es que Bernie estaba ganando el voto joven (y los latinos son más jóvenes de media), no al votante latino que Biden necesitaría en las generales.
Un problema que resolver
El partido demócrata y la izquierda americana van a debatir, y mucho, sobre las lecciones del 2020. La erosión del voto latino será uno de los temas centrales, así como la pérdida de apoyos en otros grupos sólidamente demócratas. No estoy seguro hasta qué punto el término latinx va a formar parte de la agenda, pero desde luego, espero que se hable sobre esta actitud del activismo de izquierdas de coger el micrófono y aleccionar a aquellos que dice representar. He hablado de la comunidad latina porque es el problema que mejor conozco, pero este es un problema común en muchos sectores y del activismo americano, especialmente en años recientes, cuando el lenguaje de la solidaridad se ha empezado a complicar salvajemente.
Los movimientos sociales son, por su propia estructura, menos representativos de lo que dicen ser. La gente que tiene tiempo para el activismo (o que se las arreglan para trabajar en ONGs profesionalmente) son por definición individuos un poco extraños, muy politizados, muy activos, y seguramente mucho más extremadamente en línea de la gente que dicen representar. Los buenos activistas son conscientes de esto, y trabajan muy intensamente para no ser quienes deciden la agenda. Mantener esa disciplina es muy, muy difícil, y más cuando hay elecciones a seis meses, tenemos que recaudar fondos, salir en los medios y reclutar voluntarios.
En el frenesí de la era Trump, el partido demócrata se ha llenado de blancos universitarios súbitamente movilizados contra el racismo, y la izquierda parece haberse olvidado que estar muy soliviantado y leído no tiene mucho que ver con tu capacidad para hablar con y organizar votantes de forma efectiva.
Desde luego, espero que al menos el mensaje en el próximo ciclo no sea “déjame salvarte a ti mismo de tu idioma retrógrado”.
Bolas extra:
No quiero ni meterme en el embolado que es el activismo LGBTQIA+. Hablar sobre cuestiones de género es algo que me supera del todo.
Uno de los regalos de despedida de Trump es intentar que el censo no incluya a aquellos que están en el país ilegalmente. El supremo parece que va a tumbarles la idea, en no poca medida porque la constitución dice casi exactamente lo contrario.
Hablando del supremo, el domingo escribía por Voz Populi sobre una sentencia muy significativa sobre libertad religiosa que ha pasado bastante desapercibida.
¿Os acordáis eso de Trump de recaudar dinero para su “fondo legal” que en realidad iba casi todo a su bolsillo? El tipo ha recaudado $170 millones desde el día de las elecciones.
Un buen artículo sobre el auge y caída de los grandes almacenes (Sears, Macy’s..) en Estados Unidos y su impacto en la clase media.
El misterioso monolito en el desierto de Utah ha desaparecido.
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Lo del voto latino es otro síntoma más de esta sociedad racista que es la norte americana que tiene de clasificar a la gente. Cómo bien dices no le hables igual a un cubano de Miami que no tiene problemas de inmigración con un Mexicano o Centroamericano que si los tiene o ha tenido.
A una colega de trabajo (vivo en California) le expliqué que esto de poner tu raza y etnia en una encuesta o una solicitud de trabajo no lo había visto mas que en USA, ella creía que era normal.