El Partido Libertario ocupa un espacio peculiar en la política americana. Por un lado, ellos insisten ser una formación política seria, con organizaciones estatales en los cincuenta estados de la unión. Son la clase de garito que organiza convenciones nacionales, presentan candidatos, y tienen algo parecido a un espacio ideológico propio, con suficiente presencia como para que Pew haga encuestas sobre ellos. Es difícil establecer un porcentaje exacto de apoyos reales (Pew les daba un 11%), pero lo cierto es que hay segmento no irrelevante del electorado que creen en un estado mínimo, derechos de propiedad fuertes, regulación inexistente y armas de fuego para todos.
Desorden y entrismo
Una ideología política que abraza el “porque yo lo valgo” sobre todas las cosas, sin embargo, no es la mejor materia prima para construir partidos políticos coherentes y disciplinados, así que los libertarios, como movimiento político organizado, son un puto caos en un día bueno, y un manicomio mutante lisérgico en llamas1 cuando andan a la greña y/o están un poco subidos. Como habitante de un partido de la verdadera izquierda americana que intenta muy fuerte no liarse a galletazos cada dos por tres (con bastante éxito, por cierto), ver al reflejo demente de los nuestros en una de sus periódicas aventuras por el absurdo siempre me complace profundamente2.
Este fin de semana el glorioso Partido Libertario de América celebraba su convención nacional para nominar a su candidato a la presidencia de Estados Unidos. En este tan magno evento, 900-y-pico (más o menos)3 delegados se reunieron en Washington DC bajo el lema “become ungovernable” (hazte ingobernable) en un acto que a alguien le debió parecer una buena idea en algún momento, aunque es francamente difícil explicar por qué.
Empecemos con los meses previos a la convención, porque vienen precedidos de una larga, confusa y ligeramente casposa guerra civil dentro del partido.
Desde su fundación en su encarnación actual en 19724, el Partido Libertario había tenido una relación de amor-odio con los republicanos. Aunque sus candidatos presidenciales han aparecido en la papeleta en casi todos los estados desde 1980 (el primer partido minoritario en conseguirlo desde los socialistas en 1916), sus campañas han sido generalmente simbólicas y poco efectivas. Más que competir con el GOP, los libertarios han ejercido como ocasional fuente de candidatos y activistas, con gente pasando de un partido a otro según las procelosas aguas de primarias al congreso, gobernador o presidenciales5.
En las presidenciales del 2016 y 2020, sin embargo, los candidatos libertarios a la presidencia consiguieron un número pequeño pero en absoluto irrelevante de votos. El 1,2% en el último ciclo, de hecho fue casi suficiente por sí solo para negarle una victoria en el colegio electoral a Trump6. Ese detalle no pasó desapercibido en el partido republicano, especialmente en el sector más avispado del trumpismo, así que no tardaron en buscar una forma de minimizar esa amenaza.
Dado que el Partido Libertario es pequeño, caótico y siempre ha estado gobernado por gente con la misma concepción de orden y organización interna que la verdadera izquierda, los operativos del GOP decidieron recurrir a un viejo favorito del trotskismo / revisionismo / maoísmo / juche, hacer entrismo. Es decir, organizar pelotones de voluntarios MAGA-trumpistas de toda la vida, plantarlos en asambleas, comités y demás garitos orgánicos del partido, y tomar el control de la institución purgando a todo aquel que les mirara mal. Hay un buen puñado de artículos, estos últimos años, de izquierdistas entretenidos, libertarios indignados ahora en la disidencia y observadores aficionados a luchas fratricidas describiendo el proceso. Todas las historias me han dado una enorme nostalgia de mis lecturas sobre la Militant Tendency y los laboristas británicos en los 19807 y no es que sean demasiado ocurrentes o hábiles; la diferencia es que el “golpe” para reventar a los libertarios desde dentro estaba muy bien financiado.
La convención
Toda la batalla interna acabó con un montón de metafóricas botas humeantes en el comité nacional libertario donde antes había leales libertarios, un grupo considerable de gente con pasados de extrema derecha en su lugar, y al partido invitando por primera vez en su historia a un candidato presidencial de otra formación a hablar en su convención nacional. Tras muchas puñaladas, vaporizaciones y aclarados políticos, decidieron que el sábado por la noche, Donald J. Trump iba a pronunciar un discurso en el pleno, tratando de convencer a los delegados de que le apoyaran.
Dejad de lado que en la inmensa mayoría de estados del país un candidato sólo puede aparecer en la papeleta bajo las siglas de un único partido. La esperanza para los trumpistas era publicidad, apoyos, y con suerte, conseguir que los libertarios decidieran no presentar a nadie en las generales. No sé si por las risas, porque el hombre es un plasta o porque los libertarios están casi tan chiflados como él, también se invitó a Robert F. Kennedy Jr. a hablar en la convención y (en su caso) ofrecerle a que presentara su candidatura a la nominación.
Aquí es cuando las cosas empezaron a torcerse para todos los implicados. Trump llegó a la convención el sábado, se plantó delante del pleno, y se llevó un sonoro abucheo por parte de la inmensa mayoría de asistentes. Quizás el GOP había conseguido subvertir el comité nacional, pero los delegados de la convención eran más gente de partido de toda la vida, y no se tomaron nada bien eso de tener visitas.
Trump, visiblemente nervioso, dio un discurso torpe, incoherente y caótico (nada nuevo: siempre son así), aderezado con múltiples momentos más dignos de Veep que de una campaña presidencial seria.
La campaña de Trump respondió con aliados y amigos diciendo que los abucheos venían de una minoría (falso) o diciendo que fue un discurso glorioso. Trump básicamente ha decidido que todo el mundo le aplaudió y que si no tiene la nominación libertaria es porque no quiere:
Tres factores han evitado de que esto se convirtiera en objeto de mofa y burla a nivel nacional para Trump. Primero, hoy es Memorial Day, festivo, y en un fin de semana de tres días nadie está prestando atención a las noticias. Segundo, por esta persistente incapacidad de los medios de cubrir a Trump o de que nada de lo que diga “entre” en el debate. Tercero, porque Robert Kennedy Jr. estaba allí para pifiarla aún más.
Aquí lo tenemos, dando su discurso ante el pleno, vestido por el peor sastre del mundo:
Si os parece un chiflado de libro y un orador pésimo, bueno, es que RFK Jr. es eso. Dado que está aún más loco que Trump, sin embargo, fue mejor recibido que Trump, aunque le sirviera de poco.
Resulta que RFK Jr. quizás quería la nominación, o quizás no. Cuando tocó votar, nadie parecía saberlo. Así que en un momento delicioso de la convención, la presidenta del evento tuvo que llamarle desde el estrado para ver si quería presentarse o no.
La respuesta inicial de RFK Jr. fue “espera, ahora os vuelvo a llamar y os lo digo”, algo que lo sugiere un guionista de Veep y lo echan del equipo por inventarse cosas absurdas. Tras pensárselo un poco, el buenazo de Kennedy debió pensar que ya que me curré el discurso, pues lo intento, oye. Fue eliminado en la primera ronda de votaciones tras recibir el apoyo de 19 delegados, o un 2,07% del total.
Resultados
Tras siete rondas de votación (los libertarios realmente el reflejo del espejo de la verdadera izquierda), los libertarios acabaron por escoger como candidato a Chase Oliver, un ex-demócrata de Georgia que reventó las elecciones al senado a los republicanos el 2022 forzando una segundo vuelta. Un tercio del partido acabó votando por “none of the above” (nadie de la lista), a buen seguro una combinación entre trumpistas infiltrados, el tradicional nihilismo ácrata de activistas que odian a cualquier figura de autoridad y gente demasiado bebida a esas horas como para tomar decisiones.
Las consecuencias políticas de este sainete son un tanto contradictorias. El ridículo de Trump y Kennedy pasará desapercibido, porque nadie está prestando atención y los medios se habrán olvidado de todo ello el martes. En las generales de noviembre, sin embargo, los márgenes en los estados clave serán tan estrechos que este 1-2% de libertarios pueden significar la diferencia entre una victoria o derrota. Hacer sondeos a un grupo de votantes tan pequeño es muy complicado, así que estimar a quién le ayuda o perjudica todo esto es casi imposible.
Divertir, nos habremos divertido, eso sí. Al menos hasta la guerra civil que viene.
Bolas extra
Escribiré más sobre ello en otro artículo, porque no quiero que este boletín vaya sólo sobre sentencias del Supremo, pero la semana pasada el tribunal esencialmente dio via libre al gerrymandering sin límite alguno, poco menos que derogando por completo media Voting Rights Act.
Si habéis leído “Por Qué Se Rompió Estados Unidos” (compradlo ya en vuestras librerías) recordaréis que una de las grandes aficiones del Supremo ha sido coger las enmiendas post-guerra civil de la constitución y vaciarlas de contenido cuando les place. Este año se han dedicado a volar por los aires la 14º, primero con eso de permitir que un insurrecto sea candidato, ahora diciendo que eso de que todos los votos deben ser iguales es opcional.
Un boletín escrito con el apoyo de sus lectores normalmente tiene un 10% de suscriptores de pago comparado con el total de gente en la lista. Ahora mismo, Four Freedoms ronda el 8%. Si os gusta lo que escribo y os lo podéis permitir, primero comprad el libro, que aunque me da menos dinero es mucho más texto escrito que lo que os pongo aquí y me hace mucha más ilusión. Segundo, enviadme una foto del volumen y os daré seis meses de suscripción gratis. Si aún así insistís en darme dinero aquí, os podéis suscribir a Four Freedoms por $20 el primer año, de aquí al 4 de julio8.
Si usted, estimado lector, es libertario y carece de sentido del humor, mejor que deje de leer ahora. Van a caer muchas, muchas collejas.
He coincidido con los dirigentes del Partido Libertario de Connecticut en unos cuantos saraos. Son gente encantadora, idealista y rotundamente chiflada.
El número de delegados votando en la convención ha oscilado durante todo el fin de semana. Es complicado.
Una reacción, en parte, a la salida de Estados Unidos del patrón oro bajo Richard Nixon. Sí, Nixon sale en todos los artículos de este boletín tarde o temprano. Lo de los libertarios con el patrón oro es patológico.
Ron Paul es el caso más conocido, pero gente como Gary Johnson, Bob Barr o Wayne Allyn Root han dado tumbos de un lado a otro en el pasado.
El partido sacó un 3,3% el 2016, suficiente para negarle a Trump un puñado de Estados… pero menos decisivos que los votos a los verdes fueron para Clinton.
Mi tesis era sobre disciplina interna en partidos políticos parlamentarios; mi amor por las guerras fratricidas viene de lejos.
FREEEEEDOMMMM
Loquísimo... Qué país. Poco nos queda a llegar a eso por aquí.
Hola Roger. Tengo una pregunta, un poco fuera de contexto del articulo, pero… ¿Como os las arregláis en Estados Unidos sin DNI? He oido algo de “carnets estatales”, pero tampoco sé si son comparables.
Hablando del tema, ¿hay algo parecido a cl@ve o el certificado digital, que permita hacer practicamente cualquier trámite por internet?