Biden contra las rocas
La presidencia de Joe Biden se topa con problemas, y no resuelve ninguno
La caída empezó en julio del año pasado, cuando Delta golpeó con fuerza los estados del sur del país y la pandemia, lejos de desaparecer, reapareció con fuerza. Siguió con la retirada de Afganistán, y no hizo más que empeorar cuando la inflación empezó a subir con fuerza en otoño.
Los demócratas tuvieron un rayo de esperanza con la aprobación del paquete de infraestructuras en el congreso, pero las negociaciones sobre Build Back Better, la ley central de la agenda del presidente, se encalló en el senado. Aplazando su aprobación hasta febrero, Biden se lanzó a intentar sacar adelante una ley para proteger el derecho a voto, sólo para ser saboteado, otra vez, por los moderados de su propio partido. Entre recriminaciones cruzadas, ómicron llegó a Estados Unidos; dejando el país otra vez con más de 2.000 muertes diarias.
La verdad, me extraña que Joe Biden esté sobre un 42% de popularidad. Con la que está cayendo, uno se esperaría algo peor.
Es aún muy temprano para hablar de la muerte y ruina de una presidencia a apenas un año de la toma de posesión, pero lo cierto es que sólo hay un presidente reciente que estaba donde está Biden a estas alturas de mandato, Donald J. Trump. Y todos sabemos cómo acabó su mandato.
Como en todos los berenjenales políticos en los que se mete un jefe del ejecutivo, la posición de Biden nace de la combinación de errores propios, factores fuera de su control, y pifias ajenas. Los votantes, en general, son bastante torpes distinguiendo entre unos y otros, así que importa bien poco de quién es la culpa. Dado que la Casa Blanca debe intentar arreglar cada uno de ellos, o fingir que los arregla y rezar para que se solucionen solos, es buena idea revisarlos con detalle.
La pandemia
La pandemia es, como bien saben todos los políticos democráticos ahí fuera estos días, a la vez algo que está casi totalmente fuera del control de los políticos y un tema sobre el que los votantes les van a echar la culpa igual.
Biden se encuentra con Delta a poco de llegar al cargo, y allí donde los planes de vacunación de la Casa Blanca se llevaron a la práctica, esa oleada hizo poco daño (en el noreste apenas la notamos). Lo que no se esperaba casi nadie, sin embargo, es que el GOP abrazara el nihilismo antivacunas en medio país, y muchos estados del sur acabaran por tener los peores picos de toda la pandemia este pasado verano.
Irónicamente, la ola de ómicron ha acabado por ser mucho peor de lo que debería por culpa de una promesa cumplida del presidente. Durante la campaña electoral, Biden prometió que escucharía a los expertos de la CDC y FDA al establecer medidas para controlar la pandemia. Cuando los primeros análisis y estudios sobre la efectividad de terceras dosis de vacunas de mRNA se hicieron públicos, la Casa Blanca empezó a hablar sobre la necesidad de dar dosis de refuerzo para prevenir una posible ola invernal. La CDC, sin embargo, repitió los mismos errores que lleva cometiendo durante toda la pandemia, y en vez de aceptar esos primeros estudios y preferir más protección que menos, se embolaron en uno de esos argumentos de psicología barata que tanto parecen adorar (“si recomendamos una tercera dosis los antivacunas serán aún más antivacunas”) y forzaron aplazar la decisión durante meses. En vez de afrontar ómicron con tres o cuatro meses de preparación y dosis de refuerzo, Estados Unidos llegó a diciembre con la CDC explicando profusamente por qué había cambiado de opinión otra vez.
Y los antivacunas, por supuesto, siguen sin estar convencidos.
Aparte de errores no forzados y los procelosos azares de las mutaciones virales, Joe Biden se ha encontrado además con el poder judicial - o más concretamente, con una resolución absurda del supremo que le ata las manos sobre qué medidas puede tomar el gobierno federal para aumentar el número de vacunaciones. Los votantes, por supuesto, culparán también a Biden por no hacer nada.
Esta serie infinita de errores y mala suerte que ha sido la pandemia, sin embargo, no tiene por qué continuar. Es difícil decir si ómicron es la última variante o no, pero es posible que así sea. Si la pandemia empieza a normalizarse y “gripalizarse” (aunque sea como una gripe especialmente mala), es posible que lleguemos a otoño sin grandes tragedias en casi todo el país. Entre las vacunas, las nuevas terapias antivíricas que parecen ser tremendamente efectivas y que el virus ha infectado a todo Dios a estas alturas, a lo mejor Biden tiene suerte. El azar y Darwin tienen la palabra.
Afganistán
A estas alturas no creo que sea un problema para Biden. El país está sufriendo una hambruna, y la prensa americana en bloque está pasando absolutamente del tema. Fox News sigue con su peculiar mitología de los afganos que “dejaron atrás”, en paralelo con la de “todos los refugiados afganos son potenciales terroristas”, pero fuera de las ciénagas del movimiento machote-heroico conservador, cuesta ver a nadie molesto con el tema. Fue una buena decisión.
Inflación
Sobre inflación escribí en noviembre, y no es que haya cambiado demasiado de opinión. Es posible que el estímulo fiscal de Biden contribuyera a la subida de precios, pero dado que toda la OCDE está viendo la misma escalada, es poco probable que sea su principal responsable. El cambio de los hábitos de consumo durante la pandemia (más bienes, menos servicios), sumado a la caída de la producción industrial (ya que nadie pareció anticipar el cambio) y el efecto acumulativo de los cuellos de botella en la cadena logística han hecho el resto. El único consuelo para Biden es que en Estados Unidos sólo ha subido el precio de la gasolina (tras hundirse el 2020), pero no la electricidad.
La suerte (relativa) para Biden es que la inflación es más o menos fácil de controlar, y la reserva federal, que es la agencia independiente que controla el cotarro, va a entrar a machetazos en las próximas semanas. El problema para Biden es que el instrumento que va a usar la fed para ello es subir los tipos de interés, y eso puede ralentizar la economía. Dado que gran parte del problema viene del lado de la oferta, no de la demanda, puede que los precios bajen más lentamente de lo que la Casa Blanca preferiría. Empeorando aún más las cosas, China parece además estar intentando combatir ómicron con los cierres completos de ciudades y fábricas de su política de cero- COVID, con el inconveniente añadido de que no sabemos si esa estrategia funcionará con una variante tan contagiosa.
Vale la pena recordar, sin embargo, cómo le fueron las cosas al último presidente que acabó su primer año de mandato con una inflación por encima del 7% y una tasa de aprobación bajo mínimos. Fue en 1982, y ese mismo presidente acabó siendo reelegido con 515 votos en el colegio electoral.
También es cierto que Reagan perdió 26 escaños en las mid-terms, pero ese es otro tema.
El pifostio del congreso
Cosa que nos lleva al senado, y el sainete eterno que es BBB, Joe Manchin, y la incapacidad de los demócratas por sacar leyes urgentes e imprescindibles adelante.
Empecemos por BBB, porque este es un debate que era una piedra en el camino completamente visible, pero en la que los demócratas han tropezado igual. Sabemos, porque esto es algo obvio, claro, y notorio desde el mismo día en que los demócratas sacaron su voto número cincuenta en el senado ganando en Georgia, que el hombre más poderoso de Estados Unidos era Joe Manchin. Llevo un año entero haciendo el mismo chiste malo de llamarle emperador, etcétera, etcétera, pero realmente no es un chiste. En este país se aprueban las leyes que Joe Manchin quiere, porque él es el votante mediano del senado, y lo que él diga va a misa.
Por un motivo que se me escapa, los demócratas, desde la Casa Blanca al sector más progresista del partido, parecen haber olvidado este importante detalle. Todo el mundo que no se llama Joe Manchin ha adoptado lo que Brendan Nyhan llama la Green Lantern Theory of Politics (GLTP), o la idea de que el presidente de los Estados Unidos (o una facción del partido gobernante) pueden hacer que algo suceda mediante persuasión, discursos, convencer a la opinión pública y desear muy, muy fuerte de que algo suceda.
El pequeño problema es que uno puede ponerle toda la voluntad del mundo a cualquier tema, pero Joe Manchin sigue siendo el votante mediano, el tipo sigue representando West Virginia, y sigue sin tener el más mínimo incentivo de cumplir las promesas que hizo Bernie Sanders o Joe Biden durante la campaña presidencial. Él es Joe Manchin, objeto inamovible e inevitable. La voluntad de cambio será enorme, pero las instituciones y los incentivos que crean no desaparecen.
Esto es: BBB sólo puede incluir lo que Joe Manchin quiera incluir, y este año largo de poner cosas sobre la mesa y prometer la luna a todo el mundo sin consultarle ha resultado ser una enorme pérdida de tiempo. Es muy posible que Manchin se haya hartado y no quiera aprobar nada a estas alturas, a pesar de que las medidas que quería sacar adelante tenían sentido político y estratégico. Mi intuición es que veremos algo y será lo que Manchin quiera, pero a saber con estos patanes. Serán, por descontado, medidas insuficientes por completo, pero de eso va el centrismo estos días.
Sobre la reforma electoral y el derecho a voto, la situación es parecida, aunque el cuello de botella aquí es tanto Manchin como su colega de Arizona, Krysten Sinema.
Este es un tema un poco más complicado, sin embargo, porque hace falta hablar de otra ley bastante compleja sobre la que los republicanos sí quieren negociar. Hablé sobre ello un poco aquí, pero lo desarrollaré con más detalle en otro artículo.
Bolas extra:
Trump y su círculo cercano están en una guerra semi- declarada contra Ron DeDantis, el gobernador de Florida, y probable rival en las primarias del 2024.
La ley sobre el aborto de Texas (que ilegaliza el aborto de facto en el estado) sigue en vigor por ahora.
Una historia extrañísima de las elecciones del 2020 que se me pasó del todo: un montón de republicanos falsificaron documentos para intentar ejercer de electores en el colegio electoral y dar un pucherazo.
Cómo “Encanto” (y “Moana”) explican Estados Unidos.
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