Ha sido un año largo, larguísimo, con muchos artículos escritos, sin haber parado para casi nada desde Navidades. Así que, por el bien de mi salud mental y para recargar un poco las pilas, mañana vamos a coger el coche y hacer una de esas tradiciones americanas, un road trip en toda regla.
No nos vamos demasiado lejos, y no será mucho tiempo; nuestro destino es Montreal, donde pasaremos unos días ahí escuchando a gente hablar raro, comiendo poutine y visitando cosas así todo canadienses. A pesar de que llevo bastante tiempo en Connecticut, sólo nos hemos ido al vecino del norte una vez, en las cataratas del Niágara, así que me hace cierta gracia.
Y sí, “no demasiado lejos” en Estados Unidos son 590 km en coche.
Como de costumbre, pondré las subscripciones de pago en pausa los días que estaré fuera, y las reactivaré cuando vuelva. Si os queréis dar de alta con el descuento especial veraniego (¡sólo $35! ¡un año entero!), por supuesto, aún estáis a tiempo.
Y ahora, si me permitís, una pequeña nota aleatoria para un día de elecciones.
“Never fall in Love”
En Estados Unidos hay elecciones constantemente. Sean locales, estatales o federales; sean unas primarias, elecciones especiales, legislativas, o lo que caiga esta semana, siempre estamos votando, en un sitio u otro. Por trabajo, normalmente sólo tengo que preocuparme del calendario de Connecticut, que suele ser municipales en años impares, con primarias en verano y elecciones en otoño, y estatales en años pares, con la misma cadencia, también con primarias estivales y generales en noviembre. A los pobres que les toca coordinar campañas en la oficina nacional, básicamente cada mes tienen que estar salvando el mundo en algún estado.
Como he contado alguna vez, los partidos políticos en Estados Unidos no son estructuras organizadas y estables como en Europa, sino algo más parecido a franquicias que los candidatos usan como bandera. Tando demócratas como republicanos pueden dar algo de asistencia técnica, acceso a listas de votantes y proveedores, pero en contadas ocasiones ayudarán a organizar la campaña o enviarán personal. Así que cada aspirante a político acaba teniendo que montar su propio mini-partido en su distrito, recaudando fondos, voluntarios y personal.
Esto quiere decir que, cuando en WFP (donde me gano la vida) trabajamos con un político en una campaña, acabamos teniendo una relación peculiar con ellos. Y siendo como somos frikis de la política medio chalados todos (empezando por el propio candidato) casi es fácil que acaben por caernos bien. Nuestro trabajo consiste en convencer a los votantes que son tipos maravillosos. Y para ello tienes que creer, aunque sea un poquito, que este tipo cuando llegue a la alcaldía, o al capitolio, o donde sea será alguien que cambiará las cosas, que votará las leyes que nos gustan, y que estará a favor del bien y en contra del mal.
Cuando eso empieza a suceder, y empezamos a ilusionarnos un poquito, siempre hay alguien en la oficina que repite la primera regla de las campañas políticas, y un consejo que siempre, siempre, siempre es la primera cosa que te dicen cuando te metes en este mundillo: “never fall in love”, nunca te enamores.
Tarde o temprano este político por el que te estás partiendo los cuernos llamando gente, organizando eventos, editando artículos, escribiendo programas, preparándoles para entrevistas, reclutando voluntarios, explicándoles leyes extrañas o simplemente dándoles ánimos después de que un votante al azar les diga algo soez te va a decepcionar. Siempre. Hará algo estúpido, defenderá algo con lo que no estás de acuerdo, romperá alguna promesa electoral o te pegará una puñalada trapera votando en contra de una ley que juró que iba a apoyar en el capitolio (cof, cof). Y eso te cabreará, te enojará y hará que caigas en el desánimo, incrédulo que esta persona al que tanto tiempo le dedicaste pueda comportarse de esa manera.
Lo que nunca, nunca debes olvidar es que los políticos son humanos, son falibles, y tienen las mismas neuras y temores que cualquier votante. Y que, después de que cometan la pifia, idiotez o traición que te deja sin aliento, es muy posible que sigan aún en el cargo y debas seguir trabajando con ellos, porque la alternativa es un republicano chiflado unicejo que cree que ver la Patrulla Canina puede convertirte en gay. La actitud correcta ante la triste realidad de que todos tus ídolos tienen los pies de barro no es el cinismo, sino ajustar tus expectativas acorde con esta constante inevitable.
Si hay algo que exige la democracia es paciencia, francamente. Y ser muy consciente de que lo del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo tiene el pequeño inconveniente de que “el pueblo” es la mar de imperfecto.
Y si alguien te decepciona un poco demasiado a menudo, por supuesto, el próximo verano hay elecciones primarias.
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