Cuando Joe Manchin salvó el mundo*
*De momento y por ahora, que el hombre ha cambiado de opinión otras veces
Los demócratas, durante los últimos 15-16 meses, han tenido una rutina bien pautada.
Joe Biden propone una ley ambiciosa para reducir los costes de la sanidad, combatir el cambio climático, construir infraestructuras, establecer un sistema de bajas por enfermedad y maternidad a nivel nacional, reducir el coste de las guarderías, salvar las ballenas y dar unicornios para todos. Chuck Schumer y Nancy Pelosi anuncian que el congreso va a debatir la ley, con la intención de aprobarla sólo con votos demócratas debido a la total y completa hostilidad de los republicanos. Los demócratas negocian furiosamente entre ellos para definir el contenido del plan, eliminando provisiones y reduciendo su coste para satisfacer a los moderados, puliendo el texto poco a poco.
Entonces va Joe Manchin, aquel que mueve sin ser movido, esfinge de los Apalaches y demiurgo supremo de West Virginia, y dice que va a votar en contra de todo porque hay algo que no le gusta. Todo el mundo se queda con cara de tonto sin ley alguna y pegándose gritos echándose la culpa del fracaso.
He perdido la cuenta sobre el número de repeticiones de este ciclo. Muchas. En cada una de ellas el programa de gobierno de Biden perdía algunas cosas por el camino, el coste total bajaba, los impuestos (a ricos y empresas) desaparecían y el sentido del ridículo aumentaba. ¿Para qué votar a los demócratas si cuando controlan la presidencia y las dos cámaras son incapaces de hacer nada con ello? La bajísima popularidad de Joe Biden se debe, en gran medida, al nutrido grupo de votantes demócratas e independientes hartos con toda esta inacción.
Una decepción previsible
Las expectativas, creo, eran un tanto excesivas. Aunque Biden ganó con claridad, los demócratas sacaron un resultado entre justito y agónico en el congreso. El partido tiene una mayoría “efectiva” de cero votos en el senado, con el empate 50-50 sólo roto por los votos de la vicepresidente. Incluso alcanzar este resultado fue poco menos que una proeza, con los demócratas ganando sus dos senadores por Georgia en la segunda vuelta el cinco de enero del 2020 (el día antes de la insurrección) por 1-2 puntos y sólo gracias a la extraordinaria incompetencia y desfachatez de Trump.
Desde el momento en que los republicanos metieron la gamba en Georgia, todo el mundo sabía que el hombre más importante de América iba a ser este señor:
Así que la agenda “de Biden” era realmente “aquello que Joe Manchin podía tolerar como válido”. Como senador de un estado que Trump ganó por treinta y nueve puntos, Manchin era la encarnación corpórea de la idea platónica de votante mediano, y todo, todo, todo, todo, todo (¡todo!) debía pasar por él.
La decisión de Manchin la semana pasada de apoyar una ley de cambio climático es, por tanto, una noticia tremendamente importante, no sólo para la agenda de Biden, sino para el resto del planeta.
(No) hablando sobre salvar el planeta
Empecemos por un detalle que me parece importante: a instancias de Manchin, la ley será conocida como la “inflation reduction act” (ley para reducir la inflación), no como una ley de cambio climático. El cambio se debe a algo que muchos expertos y algunos patanes indocumentados llevamos diciendo desde hace tiempo, la idea de que es hora de hablar sobre las leyes medioambientales como una oportunidad, no un coste. La transición energética no es una pesada carrera de obstáculos llena de sacrificios, sino un programa de inversiones para pasar de una economía basada en fuentes energéticas sucias, contaminantes y limitadas a otras limpias, ilimitadas y baratas. Invertir en energías renovables y reducir emisiones es una forma de combatir el aumento del precio de la energía, no la batalla heroica para transformar la realidad que muchos progres con tendencias milenaristas insisten en defender.
Lo bueno de este cambio de retórica es que resulta ser verdad - una combinación de tecnología, economías de escala, los mercados de hidrocarburos anticipando la transición y la manía que tienen los países productores de petróleo de implosionar violentamente, invadir a sus vecinos o comportarse como psicópatas homicidas ha hecho que las renovables hayan bajado vertiginosamente de precio mientras que el petróleo se dispara. Adoptar energías limpias, combinadas con hidroeléctrica, geotermal (donde sea posible) y nucleares (a ser posible, de nueva generación), puede traer consigo un mercado energético completamente distinto en menos de una década. Manchin será un pelma en muchas cosas, pero políticamente es bastante astuto, así que su insistencia en hablar de inflación y precios antes que de cambio climático tiene todo el sentido del mundo.
Sanidad e impuestos
Si miramos el resto de la ley, los instintos políticos de Manchin son igual de visibles. El texto incluye mantener las subvenciones adicionales para contratar seguros médicos bajo la Affordable Care Act (Obamacare) creados a principios de la pandemia y que han resultado ser tan efectivos como populares para quienes tienen acceso a estos. La ACA es una ley complicada, y era un parche necesario que cubre siete millones de personas. La ley además incluye dos cambios significativos en Medicare (el seguro médico para jubilados). Por un lado, el gobierno federal podrá negociar por primera vez en la historia el precio de los medicamentos, utilizando su enorme poder de mercado para exigir descuentos en vez de tragarse cualquier barbaridad que le digan las farmacéuticas. Por otro, Medicare tendrá un techo de gasto de medicamentos para sus asegurados de $2000, cubriendo éstos su coste íntegramente por encima de esa cantidad.
También es interesante cómo pagarán por todo este gasto. Por un lado, Medicare ahorrará un montón de dinero cuando deje de ser el pagafantas oficial de la industria farmacéutica, y ese ahorro cubrirá el gasto adicional en sanidad. Por otro, Manchin ha insistido en eliminar un agujero en el sistema fiscal americano que permitía a muchos ricos cobrar sus ingresos como retornos de capital en vez de renta, pagando un tipo fiscal mucho menor, crear un tipo fiscal mínimo para el impuesto de sociedades, y (mi favorito) darle un montonazo de dinero al Internal Revenue Service (IRS, la agencia tributaria) para crujir el fraude fiscal. Porque resulta que un problema recurrente en Estados Unidos es que el IRS estaba muy mal financiado, y se estima que deja escapar más de 400.000 millones de impuestos impagados cada año, o un 16% de lo que debería recaudar. El dinero de más que se recaude, además, irá a reducir el déficit, que por algo Manchin tiene fama de tacaño.
Por supuesto, esta ley es mucho menos ambiciosa que versiones anteriores torpedeadas por este señor, y su coste es mucho menor. Hemos pasado de varios billones de dólares a unos 700.000 millones en diez años, y atrás han quedado las bajas por maternidad, guarderías, y demás cosas bonitas que otros países tienen, pero Estados Unidos se niega adoptar. Lo que Manchin da, Manchin te lo quita. Él es quien manda.
¿Pero salvaremos el mundo o no?
La parte más importante, obviamente, es la legislación de cambio climático, y saber si realmente va a salvar el planeta o no. Aquí los expertos parecen ser prácticamente unánimes: la ley sí que reduce emisiones, y su impacto seguramente rondará en un recorte de entre un 37 y un 41% de los datos del 2005:
La propuesta tiene, sin duda, unos cuantos sapos, porque Joe Manchin representa un estado productor de carbón y gas y algo tenía que caer por ahí, e incluye un acuerdo para facilitar la construcción de gaseoductos y proyectos similares. Biden se ha comprometido a reducir emisiones a un 50% del nivel del 2005 antes de que termine la década; no estamos aún ahí, pero quedaremos muy cerca, y los costes de las renovables llevan bajando más deprisa de cualquier previsión desde hace años. Manchin quizás no haya salvado al mundo, pero desde luego ha evitado que Estados Unidos siga siendo un agente trabajando activamente en su destrucción.
Lo que nos queda
Queda un pequeño problema: la ley aún no ha sido aprobada, y los demócratas tienen ante sí un montón de oportunidades para pifiarla. Primero, tenemos la otra senadora de la dupla moderado-nihilista, Kyrsten Sinema, que a pesar de venir del Green Party en sus años mozos tiene una profunda alergia a subir impuestos a ricos y empresas. De momento aún no se ha pronunciado sobre el tema, y ni siquiera le coge las llamadas a Manchin. Todo el mundo sabe, a estas alturas, que si torpedea esta propuesta se va a comer unas primarias y la echarán a patadas del partido, pero dado que eso le abriría una bonita carrera como lobista, dios sabe qué va a hacer.
El segundo problema son el puñado de moderados en la cámara de representantes, liderados por el peor demócrata de América, Josh Gottheimer, de Nueva Jersey. Aunque algunos moderados han dicho que no pondrán trabas, el bueno de Josh lleva exigiendo que cualquier ley debe incluir una bajada de impuestos a millonarios de su estado, y aún no se ha pronunciado sobre el tema.
Finalmente tenemos el pequeño problema de tener una gerontocracia en el senado, una pandemia, y que parece que siempre hay algún legislador demócrata con COVID estos días. La cámara no tiene voto remoto, y no puede fallar nadie, y el proceso de aprobación de una ley vía reconciliación (el arcano proceso que permite sacar adelante leyes presupuestarias por mayoría simple) exige un debate larguísimo y montones de enmiendas que deben ser votadas una a una, incluyendo la inevitable montaña de enmiendas republicanas intentando cargarse la ley. El congreso se va de vacaciones el 8 de agosto, y si se van más allá la cosa se complica, ya que en septiembre las votaciones interferirán con la campaña electoral.
Biden está en racha
Las últimas semanas han traído, en todo caso, una serie de noticias positivas y victorias políticas imprevistas para Biden. Un presidente que era criticado por su inoperancia ha sacado adelante una ley enorme de I+D, una de control de armas y va camino de aprobar una de cambio climático. El precio de la gasolina ha bajado, la inflación parece estar moderándose, su principal rival político está en un berenjenal de cuidado y los republicanos han sido capaces de oponerse a una ley de sanidad para veteranos del ejército y otra que protege el derecho a utilizar anticonceptivos. Si a eso le sumamos la siempre popular tarea de hacer saltar por los aires a terroristas y meter a los rusos en una guerra que no pueden ganar, la horripilante respuesta del GOP a la sentencia del aborto del supremo y un cierto repunte en los sondeos de cara a las legislativas, quizás aún tengan suerte y escapen con vida en noviembre.
Una lástima que la reserva federal quizás meta al país en una recesión para contener la subida de precios, pero no se puede tener todo.
Bolas extra:
Paul Manafort, el director de campaña de Trump en el 2016 encarcelado por sus tratos con los rusos, ha acusado a Michael Cohen, el abogado personal de Donald Trump que acabó en la cárcel por dar dinero a una estrella porno que se había acostado con Trump para comprar su silencio, de espiar a la campaña de Trump del 2016. El nivel de sordidez cutre que rodea a Trump es algo que nunca deja de impresionarme.
Trump ha anunciado su apoyo a Eric en las primarias republicanas al senado en Missouri. El problema es que en estas primarias hay dos candidatos que se llaman Eric, y los dos están celebrando el apoyo de Trump esta noche.
Ha muerto Bill Russell, estrella de la NBA, héroe de los derechos civiles, y jugador histórico de los Celtic. Este artículo de su hija explicando el racismo al que se enfrentaba es tremendo.
El departamento de seguridad nacional perdió una cantidad preocupante de mensajes de texto el 6 de enero del 2020. Es muy, muy sorprendente. Cof. Cof.