El criminal más idiota del mundo
El caso contra Trump sobre documentos secretos se convierte en una acusación formal
Toda la saga de los documentos secretos que Trump escondía en su residencia/ club/ salón de bodas de Mar-a-Lago está rodeada de unos niveles de cutrez difíciles de comprender. Desde el principio, cuando el FBI organizó un registro del edificio en agosto del año pasado, la sensación general es que o bien Trump estaba cometiendo un delito increíblemente grave cercano a la alta traición, o bien estaba demostrando una estupidez casi fuera de la escala.
Lo que se ha ido descubriendo desde entonces es que Trump no solo se había comportado de forma rematadamente estúpida, sino que es, probablemente, uno de los criminales más tontos del país.
La historia, resumida
Todo empezó en enero del 2021, cuando Trump abandonó la Casa Blanca. En su partida, el ex-presidente se llevó montones de cajas con documentos secretos a su residencia en Florida, sin tener permiso, autoridad legal, o autorización alguna para hacerlo.
Mar-a-Lago es, literalmente, un salón de fiestas y club social donde se celebran bodas, bautizos y comuniones, además de otros eventos, y que recibe miles de visitantes al año. Trump tuvo a buenas de almacenar las cajas con documentos secretos vitales para la seguridad nacional del país un poco al tuntún; a veces en la oficina, a veces en un trastero, a veces en su dormitorio.
Otra veces dejo una montaña de cajas a la vista, en el salón de baile principal de Mar-a-Lago:
Cuando las cajas molestaban en el salón, las movieron a un baño:
Durante esos dulces meses de jubilación post presidencia, Trump enseñó documentos secretos, presumiendo sobre su valor, al menos a dos grupos de personas distintas, incluyendo a unos periodistas que estaban ayudando a Mark Meadows, su último jefe de gabinete, a escribir sus memorias y grabaron la conversación.
Durante meses, los archivos nacionales solicitaron en repetidas ocasiones a Trump que por favor, por favor, devolviera todas esas cajas, que no eran suyas. Trump envió a regañadientes quince cajas (con 197 documentos secretos) en enero del año pasado. Los archivistas, sin embargo, se dieron cuenta que faltaban documentos, así que a finales de marzo, el FBI decidió abrir una investigación sobre el tema, y convocó a un gran jurado1 para llevar el caso con supervisión judicial. Este envió una orden judicial a Trump para que devolviera los documentos. Tras mucho patalear y crujir de dientes, Trump devolvió 38 documentos secretos más a través de sus abogados.
El FBI, no obstante, no se dio por satisfecho, ya que sabían que habían más documentos. Así que el ocho de agosto consiguieron una orden judicial para registrar Mar-a-Lago, donde encontraron 102 documentos secretos en un almacén situado al lado de la piscina y en el despacho de Trump.
Durante todo este tira y afloja, Trump no sólo retrasó la entrega de los documentos, sino que mintió activamente al FBI e hizo todo lo posible para evitar devolverlos. Pidió a sus abogados que mintieran, movió las cajas con los papeles de un sitio a otro, sugirió a su equipo legal que los destruyeran, insistió que había devuelto todo mientras ocultaba documentos, y certificó ante las autoridades haber cumplido con las órdenes judiciales, aunque sabía que no era cierto.
Todo esto al FBI le hizo bien poca gracia, así que el departamento de justicia, o más concretamente Jack Smith, un fiscal especial independiente al que le han asignado el caso, ha decidido presentar cargos contra el expresidente. Ayer se hizo público el escrito de la acusación. A Trump le acusan de haber cometido treinta y siete delitos, con unas penas que suman más de 300 años de cárcel.
La acusación
El documento que ha presentado la fiscalía contra Trump es francamente espeluznante. Lo es, primero, por la narración de los hechos, porque Trump no es que sea irresponsable, es que se comporta como un perfecto imbécil. El tipo parece estar obsesionado en que los documentos le pertenecen, y quiere quedárselos porque son suyos y punto. El único uso que les ha dado (que sepamos), además de decorar lugares al azar con cajas de cartón, es hablar con gente al azar como tiene cosas que demuestran que enemigos suyos estaban equivocados o le tenían manía, o para fardar con amigotes y famosetes de medio pelo sobre estas cosas tan chulas que se llevó de la Casa Blanca.
Trump, además, parece entender perfectamente las consecuencias de mentir al FBI y desoír órdenes judiciales, pero se ha pasado meses haciendo toda clase de cutreces chusqueras para salirse con la suya, incluyendo mentir a sus abogados o meter a uno de sus asistentes en toda clase de problemas legales haciendo que le ayude a ocultar documentos. Por supuesto, sabe que está cometiendo un delito y sabe que el material que tiene es secreto (y lo dice en voz alta en una conversación grabada), pero le da exactamente igual.
Es relativamente habitual que políticos y altos cargos se lleven, por error, documentos secretos a casa. Mike Pence fue pillado hace unos meses con varios, igual que Biden, con algunos datando a su época de vicepresidente. Cuando eso ocurre, lo habitual es que el implicado los devuelva, se disculpe, y si no ha hecho alguna barbaridad irresponsable con ellos (enseñarlos a amigotes, por ejemplo), la cosa quede en nada. En el caso de Trump, todo este asunto podría haberse zanjado sin abogados, FBI, pleitos ni 37 delitos federales en enero del 2022, con Trump devolviendo todo al gobierno sin rechistar.
Pero no lo hizo, porque es un viejo idiota y testarudo que siempre quiere salirse con la suya y que que la presidencia era su cortijo, no un cargo público. Y al hacerlo, se saltó media docena de leyes, de la forma más chapucera e infantil posible, dejando un amplio rastro de sus intenciones y pruebas por doquier.
Los cargos
Sin meterme en tecnicismos, a Trump se le acusa de:
Retención de información sobre la defensa nacional: 31 delitos, uno por cada documento. El fiscal no le ha enchufado todos, porque, según dicen, es muy posible que muchos de ellos tenga información tan secreta que no pueda ser revelada ni ante un juez. Entre los 31 documentos, hay algunos que tienen el mismo nivel de seguridad como clasificado, porque de dónde salen es peligroso. En la lista hay absolutamente de todo, incluyendo secretos nucleares de Estados Unidos y terceros países2, planes militares y perlas variadas. Cada cargo (y son 31) tiene una pena máxima de diez años de cárcel.
Conspiración para obstrucción de la justicia: este cargo en solitario son 20 añitos, máximo.
Retener documentos oficiales: 20 añitos también.
Ocultar documentos oficiales: hasta 20 añitos.
Ocultar documentos a una investigación federal: 20 años más.
Conspiración para ocultar documentos: hasta cinco años de cárcel.
Declaraciones falsas: otros cinco añitos también.
Por supuesto, es muy improbable que a Trump, si le condenan, le caigan 400 años de cárcel; esto son penas máximas, al fin y al cabo. Pero en vista del escrito de la acusación, la conducta pública y documentada de Trump y el hecho que el tipo lleva dos años diciendo que estaba haciendo esto en voz alta, resulta increíblemente obvio que Trump ha cometido estos delitos. Este no es un caso como el de Nueva York, donde la acusación por falsedad documental está un poco traída por los pelos. Los artículos del código penal que cita la fiscalía son exactamente lo que Trump parece haber estado haciendo estos dos años y medio, sin ambigüedad que valga.
La reacción republicana
Uno diría que cuando un candidato que (dicen) detestas en privado es acusado de 37 delitos federales cometidos de la forma más estúpida y obvia posible tus compañeros de partido quizás utilicen esta oportunidad para criticarle. Este no es el caso del partido republicano.
El jueves, cuando se supo que Trump iba a ser acusado, casi todo el partido3, incluyendo la inmensa mayoría de sus contrincantes en las primarias, salieron en su defensa. Hablaron de caza de brujas, doble rasero, y que Trump tiene derecho de hacer lo que le dé la santísima gana, porque es candidato a la presidencia y acusarle de nada es querer reventar elecciones. Aquí tenemos a Ron DeSantis, pagando fantas al presidente como un campeón:
El viernes, tras la publicación del escrito de acusación, el volumen de comentarios se ha rebajado bastante. Aunque algunos tarugos como Kevin McCarthy siguen a lo suyo, los candidatos presidenciales, curiosamente, no han vuelto a alzar la voz. No le han criticado (Dios les guarde), por supuesto, pero al menos les ha dado cierta vergüenza torera defenderle esta vez. Dudo que este pequeño ataque de sensatez les vaya a durar demasiado, pero es un primer paso.
Lo que queda por venir
En el lado judicial, Trump debe presentarse en el juzgado el martes, donde será acusado formalmente. El juicio en sí se celebrará en Miami, y es muy difícil decir cuándo tendrá lugar. Aunque el fiscal ha dicho que quiere un juicio rápido, lo más probable es que los abogados de Trump hagan todo lo posible para retrasarlo, recurriendo cualquier chorrada que se les ponga por delante. Han tenido la chiripa de que la juez a la que le ha tocado el caso fue nombrada por Trump y le trató muy, muy favorablemente hace unos meses, obstaculizando la investigación, así que los plazos van a alargarse. En caso de que todo esto se vaya más allá de noviembre del 2024 y las presidenciales las gane un republicano, es casi seguro que el caso quedará en nada, ya que Trump sería indultado.
Para que esta estrategia funcione, por cierto, Trump tendrá que primero encontrar nuevos abogados, porque su equipo legal dimitió ayer, harto de todo este circo.
Aparte de los documentos secretos, Trump tiene una pequeña montaña de investigaciones en su contra, incluyendo dos por intentar dar un golpe de estado. El próximo caso que seguramente acabe en cargos es su intento de manipular los resultados electorales en Georgia, otro lugar donde hay grabaciones del mismo Trump cometiendo delitos así en voz alta. Un poco más adelante, queda el asalto al Capitolio y todo el resto de actividades golpistas asociadas. Es decir, más vale que no se relaje demasiado.
El partido republicano, mientras tanto, sigue siendo una incógnita. En algún momento alguien debería despertarse, y en algún momento algunos votantes del GOP quizás se den cuenta que Trump sería una candidato espantoso en las generales. Mi esperanza es que Chris Christie, con su estrategia kamikaze de campaña, cambie la narrativa lo suficiente como para que el resto del partido deje de ignorar a Trump, pero no me hago demasiadas ilusiones.
Epílogo:
Cuando empezó este circo, escribí lo siguiente:
O Trump estaba siendo extraordinariamente burro y decidió quedarse con documentos incluso después de que los archivistas fueran a recogerlos esta primavera, o hay algo más que nos estamos perdiendo, el departamento de justicia se está pasando mucho, mucho de frenada por algo que no es demasiado importante comparado con el golpe de estado que Trump acabó organizando antes de irse.
Resulta que la explicación más sencilla, que Trump es un imbécil, era la correcta. Tristemente, es lo más habitual.
Resulta que los rumores iniciales eran ciertos:
Le han criticado los de se siempre: Mitt Romney, Liz Chenney, Asa Hutchinson, Chris Christie. Sin novedades.
Gracias por el resumen del caso.
Una aportación sobre lo escrito es que las frases del tipo "habían más documentos" no son correctas. Sería "había más documentos". El uso de "habían" se combina con otros verbos, p.ej. en "habían sido"; pero no con un número de elementos, en plural .
Añado, sobre la conclusión del artículo: nunca está claro que sea peor que te gobierne un idiota o un malvado. Depende de factores como la incertidumbre o del impacto que genera, entre otros.