Esta es una de esas historias que, por muy absurda, estúpida y descabellada que parezca, es completamente real. Es una de esas bobadas excelsas, tremendas y absolutas nacidas del movimiento conservador americano que uno cree que son una parodia hasta que contemplas, horrorizado, que son completamente reales. Es un ejemplo a gran escala de la ley de Poe, con la delirante, increíble realización que no es el resultado de cuatro chiflados en las regiones más idiotas de internet diciendo burradas, sino que implica directamente al expresidente de Estados Unidos.
Es la historia de que Taylor Swift es una enemiga de América.
Sí, es esta Taylor Swift. No estamos hablando de alguien que casualmente comparte nombre con la mayor estrella del pop del planeta. Es la cantante y actriz ocasional Taylor Swift, la persona más querida y admirada de Estados Unidos. Un mito. Un tesoro nacional. Y, según muchos conservadores, el mal.
La conspiración (Taylor´s Version)
Todo empezó a finales de verano del 2023, cuando la CIA / FBI / George Soros / La Casa Blanca (la responsabilidad real de la trama no está clara) construyó de la nada un inesperado romance. Travis Kelce, el tight end de los Kansas City Chiefs1, estaba manteniendo una “relación sentimental” con Taylor Swift, una cantante de cierta fama y reconocimiento que tiene unos cuantos miles de millones de fans por todo el mundo.
Durante el otoño, Swift se dedicó a ir a partidos de la NFL a ver a jugar a los Chiefs y Kelce. Eso generó una enorme cantidad de cobertura mediática, con medios que habitualmente no cubren deportes en absoluto narrando con devoción cada suceso. Los medios que cubren la NFL, la liga profesional con mayor audiencia de Estados Unidos con muchísima diferencia, también se hicieron eco del romance, encantados que un deporte habitualmente visto como un espectáculo popular pero sin especial prestigio cultural era súbitamente el centro de la moda, el famoseo, y lo cool. Sus audiencias, ya de por sí monstruosas, se dispararon aún más, gracias al influjo de millones de Swifties apasionadas.
Esta es una historia que parece inocente, pero para muchas voces (incomprensiblemente) influyentes en la derecha profunda americana, era obvio y notorio que estábamos ante una conspiración de profundo calado. Según fuentes no autorizadas en lo más profundo del Pentágono, Taylor Swift es una agente de guerra psicológica al servicio de la OTAN desde al menos el 2020; Fox News ha informado sobre ello no hace demasiado2. La cantante, por supuesto, no recibe pagos directamente; la conspiración la compensó vía George Soros, que compró su catálogo musical el 20193. Este fue el motivo por el que, en el 2020, Swift se metió en política, hablando a favor de los derechos LGTBQ; su música se ha convertido en una operación de adoctrinamiento en favor de la sodomía y la perversión.
El año pasado, la agente Swift empezó la segunda fase del plan. Travis Kelce es un jugador que había ganado cierta fama fuera de los terrenos de juego por ser pro-vacunas, y ha hecho publicidad para Pfizer. Este año, además, consiguió un contrato de publicidad con Bud Light, la infame cerveza4 notoria por promocionar la transexualidad y el libertinaje5. La operación de guerra psicológica consistía en crear una relación romántica ficticia entre Kelce y Swift para aumentar el perfil mediático de ambos y darles una enorme, colosal audiencia en todos sus movimientos y declaraciones. Para amplificar el mensaje, la NFL (que está también tomada por comunistas o algo peor) manipularía los arbitrajes para asegurarse que los Chiefs llegaran a la Super Bowl, la finalísima del campeonato.
Allí, ante una audiencia de más de cien millones de americanos, Taylor Swift declararía su apoyo a Biden en las presidenciales de noviembre.
Sí, en serio
Toda esta narrativa, con variaciones más o menos fantasiosas y añadidos poéticos, cínicos y absurdos (“Swift está con Kelce por dinero”, “Swift está con Kelce para ser más famosa”), es algo que realmente está siendo discutido sin parar en medios conservadores. No hablamos de boletines cutres con cien suscriptores; Fox News ha perdido la cabeza por completo con esta historia:
Durante las últimas semanas, en la cadena han suplicado repetidamente a Swift que no se meta en política. Toda la trumposfera mediática y política (y recordemos, estos son los tipos que controlan el partido republicano) está obsesionada con la historia. El mismo Donald Trump y su campaña presidencial han declarado una guerra santa contra la artista, que ven como una amenaza de primer orden.
No estoy bromeando en absoluto:
Aunque es cierto que a Biden le encantaría que Swift le apoyara (y están trabajando para conseguirlo), es francamente increíble que todo un partido político, incluyendo su candidato a la presidencia, estén perdiendo la cabeza por completo porque una cantante que a veces ha dicho que ser homosexual no es malo esté saliendo con un jugador de fútbol americano.
Taylor Swift, por cierto, apoyó a Joe Biden abiertamente el 2020.
No es la primera vez
Que el GOP se lance en una cruzada alocada contra la artista más famosa del mundo no deja de ser un tanto ridículo. El problema es que esta clase de guerras santas contra enemigos reales o imaginarios son habituales en el partido republicano, que ha cogido la costumbre de declarar fatwas contra objetivos al azar.
En el último año, el GOP ha perdido la cabeza ante terribles conspiraciones protagonizadas por:
Malvados progresistas que querían prohibir libros del Dr. Seuss (inventado).
La agenda pro-transexual y sodomita que Disney quiere imponer a los niños (con Ron DeSantis liderando una guerra legal de una idiotez inexplicable).
Los M&Ms (sí, los caramelos) y la conspiración progresista para hacer que la M&M sexy de los anuncios fuera menos sexy.
Libros, en general, con una campaña nacional semi organizada para pedir que retiren de las bibliotecas libros que hagan publicidad de perversiones sexuales.
Bud Light y su crimen de hacer un anuncio con un influencer transexual. El boicot se extendió a otras compañías como Target y el cantante Garth Brooks.
Barrio Sésamo y el impensable crimen de un tuit de Big Bird a favor de las vacunas.
Neveras de acampada Yeti, por no querer vender sus productos en la tienda de la fundación de la NRA.
Todo esto es de memoria; no es una lista completa. Todas ellas incluyen senadores y cargos electos del GOP metiéndose en la polémica, cuando no intentando legislar para combatir esas agresiones, reales o imaginarias.
Los republicanos, ya desde tiempos de Joe McCarthy, siempre han tenido un lado un tanto conspiranoico. Lo habitual, en tiempos pasados, es que esta clase de idioteces se quedaran en segundo plano; las élites del partido eran lo suficiente cuerdas para no creerse estas tonterías o no decirlas en voz alta. En los últimos años, sin embargo, y especialmente a partir del 2015, cuando Donald Trump ejecuta su OPA hostil al partido, los chiflados están en primer plano, diciendo estas burradas en los medios “oficiales” (esto es, Fox) y monopolizando el mensaje del partido.
La historia sobre por qué el GOP ha pasado a ser controlado por lunáticos y la lenta caída del establishment del partido es larga, y es (inevitablemente) uno de los temas centrales de mi libro (ya lo podéis encargar en librerías)6. Lo que merece un comentario aparte es por qué un partido sumido en estas giliflauteces reciba el apoyo o respeto de más o menos la mitad de los votantes del país.
Tengo dos hipótesis. La primera es que para gran parte del electorado, esta es la clase de ruido que hacen que odien la política. Cuando se topan con estas polémicas cambian de canal; no les prestan atención alguna. No distinguen entre ruido de izquierdas o ruido de derechas, están hartos de todo. Esta es una de las fuentes del agotamiento del que hablaba el otro día.
El otro motivo es que esto forma parte de esta “nueva” política que es casi un fenómeno para fans. La gente que ve Fox News y los que se indignan porque Fox News dice cosas son una minoría de obsesos de la política, que la siguen con el entusiasmo de quien mira un partido de fútbol. Esta clase de tonterías apenas son detectadas fuera de esta burbuja, así que el hecho de que el GOP esté en guerra con Taylor Swift casi ha pasado desapercibido en el mundo real.
Recordatorio
Mientras el partido republicano se alza contra la tiranía Swiftista, vale la pena recordar una “polémica” bien real que no les ha indignado.
El año pasado, un jurado dictaminó que Donald J. Trump había violado a una mujer, Jean Carroll, y le condenó a pagarle una indemnización civil por sus actos y por difamarla repetidamente. Tras esa sentencia, Trump siguió insultándola en redes sociales, provocando que un segundo jurado emitiera otro dictamen en su contra que le obligará a pagar 83 millones de dólares. Repito: dos jurados. No jueces, no fiscales. Jurados.
Este es sólo uno de sus múltiples juicios este año. Trump se gastó veintinueve millones de dólares en abogados la segunda mitad del año pasado. En Fox News, están muy enfadados que los demócratas estén acusando al presidente de cometer delitos todo el rato.
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