Le han llamado “la semana infernal”, y por una vez les tengo que dar la razón. La mayoría demócrata en el congreso de los Estados Unidos afronta unos días de vértigo donde no sólo se juega poco menos que toda la agenda legislativa de la presidencia de Joe Biden, sino el mismo funcionamiento del gobierno federal y la estabilidad económica de todo el planeta.
No sucede a menudo que tienes cuatro votaciones no importantes sino críticas para la historia del país en menos de siete días, y que decir esto en voz alta no sea una exageración. Veamos.
Los cuatro jinetes del apocalipsis
Empecemos por las cuatro leyes que deben ser aprobadas, si o si, en los próximos días, por orden de importancia según su contenido.
Pagando gastos corrientes:
la mayoría de las administraciones públicas en Estados Unidos funcionan bajo la extraña (y para un observador europeo, incomprensible) premisa de que, si el legislativo no aprueba una ley para autorizar el gasto corriente, esa administración cierra.
El cierre es literal, no metafórico. Los trabajadores se tienen que ir a casa, las oficinas cierran, y los únicos que siguen acudiendo a sus puestos son servicios esenciales, como los controladores aéreos, pero lo hacen sin cobrar. Aquellas cosas que son legalmente gastos automáticos (como la seguridad social o pagar deudas) sigue funcionando, pero todo lo demás cierra.
El gobierno federal de los Estados Unidos se va a quedar sin dinero (y, por lo tanto, va a cerrar) el jueves a medianoche. Así, por las bravas.
El pacto de infraestructuras bipartidista (BIF, por Bipartisan Infrastructure Bill)
Este es el paquete de alrededor de un billón de dólares en diez años que describía aquí no hace demasiado. Fue aprobado por el senado con una amplia mayoría, con votos de ambos partidos. Todo el plan de transportes de Biden está aquí, junto a un buen puñado de medidas para combatir el cambio climático. En general, todo este gasto se pagará con deuda y alguna tasa perdida, más fondos no utilizados de estímulos fiscales anteriores.
El plan “Build Back Better” de Biden (BBB)
Este es el otro paquete de infraestructuras de Biden, de tres billones y medio de dólares en diez años, aunque llamarlo así es un tanto falaz. En esta ley está toda la agenda legislativa de Biden, desde bajas por maternidad y enfermedad a expandir medicare, community college gratuito, guarderías, y, sobre todo, una inversión descomunal en programas para la transición ecológica y combatir el cambio climático.
Los demócratas se han esforzado para que esta ley sea neutral desde el punto de vista presupuestario; todo el gasto viene acompañado de subidas de impuestos (a los ricos y empresas) o reducciones de gasto equivalentes (como, por ejemplo, negociando el precio de los medicamentos) para pagarlo.
El techo de la deuda
Esta es, de muy lejos, la votación más importante. Si no sale adelante, el mundo se acaba. Ya he explicado en qué consiste otras veces, pero vale la pena repetirlo otra vez: en algún momento allá por el mes de octubre, el gobierno de los Estados Unidos puede declararse en bancarrota.
En otra de esas convenciones legislativas absurdas que rigen en Estados Unidos, el congreso debe votar por separado la decisión de gastar dinero y la autorización de emitir deuda para pagarlo. Poco importa que los legisladores hayan escrito todas las leyes que dejan al gobierno con déficit; hay un nivel de deuda autorizada, y tienen que renovarlo. Si en algún momento el gobierno federal supera ese techo (algo que sucederá el mes que viene) Estados Unidos no puede emitir bonos del tesoro para cubrir gastos corrientes, seguridad social o, de forma más crucial, intereses de la deuda. Tiene dinero para ello (es el país más rico de la tierra) y los mercados quieren comprar deuda para facilitarlo (están aceptando tipos de interés reales negativos por ese privilegio), pero legalmente no pueden endeudarse, y empezarán a dejar cosas sin pagar.
Estados Unidos tiene montañas de deuda pública (28 billones de deuda) y un déficit fiscal colosal (rozará los tres billones este año). Los bonos del tesoro son, en teoría, el activo financiero más seguro y con menor riesgo del mundo; es lo que los bancos de todo el mundo compran para aparcar dinero sin tener que preocuparse. Si se supera el techo de la deuda, todos estos bonos dejan de ser seguros y pasan a a poder sufrir impagos, potencialmente dejando a montones de bancos, fondos de inversión, gobiernos, y demás con un agujero atroz en sus cuentas.
Divertido, ¿verdad?
Un mapa para el fin del mundo
Tenemos, entonces, una ley para que el gobierno federal no cierre las puertas, dos leyes para salvar al mundo de una catástrofe ecológica y modernizar el estado de bienestar del país y una cuarta para evitar un pánico financiero. ¿Por qué están todas dando tumbos por el capitolio esta semana?
Los dos planes de infraestructura
El BIF y BBB van juntos, más o menos. Las dos leyes parten de ese famoso acuerdo (me he cansado de contarlo) entre las facciones centristas y progresistas del partido demócrata. Los progresistas permitieron a los centristas tirarse meses negociando una ley bipartidista de infraestructura con los republicanos, el BIF, a cambio de que los moderados accedieran a sacar adelante otra ley por separado, BBB, que incluye todo el resto de la agenda de Biden. El BIF sería aprobado por procedimiento ordinario, requiriendo 60 votos en el senado (ahora volvemos a esto), BBB iría vía reconciliación, un truco del almendruco parlamentario que permite aprobar leyes por mayoría simple en el senado.
El plan era aprobar el BIF en el senado primero, y enviarlo a la cámara de representantes. Allí, las dos facciones del partido votarían la BBB primero, siguiendo un marco inicial acordado entre la Casa Blanca y los líderes del partido, y después votarían el BIF, que entraría en vigor. Acto seguido el senado aprobaría el BIF con 51 votos (todos los senadores demócratas más el voto de desempate de la vicepresidenta Harris) y todo el mundo estaría feliz y contento.
Lo que ha sucedido, sin embargo, es que los centristas han saboteado el acuerdo. Como expliqué el otro día, un grupo de centristas ha decidido que el BBB es demasiado ambicioso, y han pedido recortes. Los progresistas han respondido que, si los moderados se ponen tontos, hunden el BIF y listos. Las dos leyes deberían haberse votado en la cámara baja la semana pasada, pero la negociación / lucha fratricida mortal se ha alargado todo el fin de semana. Tras varios días en que todo el mundo hablaba en plan de “estoy muy loco y voy a volar esto por los aires”, ambas facciones se han calmado y parecen estar negociando más o menos bien. El BBB será un poco menos ambicioso, incluyendo esa estúpida manía del centrismo americano de limitar a los programas sociales según ingresos, convirtiéndolos en una burocracia intragable, pero será aprobado junto al BIF.
El problema es, como de costumbre, el senado, o más concretamente El emperador de todo el cosmos Joe Manchin y la emperatriz universal Kyrsten Sinema. En este caso, Manchin es un poco pesado pidiendo moderación, pero más o menos todo el mundo sabe que quiere negociar, extraerá algunas concesiones, pero acabará portándose bien; el tipo es conservador, pero es razonable.
Sinema, sin embargo, está siendo increíblemente errática en sus demandas, anda recaudando dinero abiertamente entre empresas que se oponen a la ley, y dice no a todo.
Lo esperable, en estas condiciones, sería que los líderes del partido le dijeran cariñosamente que todas las leyes que le gustan morirán de una muerte horrible en el senado, su único comité será el de filatelia y colombofilia y que le caerán unas primarias estupendas cuando le toque reelección. A Sinema, sin embargo, parece no importarle demasiado; muchos señalan que parece más preocupada en hacer amigos entre lobistas para “jubilarse” de aquí un par de años diciendo que Washington es demasiado tóxico e irse a ganar millones en el sector privado.
Ahora mismo parece probable que la cámara de representantes vote tanto el BIF como el BBB el jueves, siempre y cuando los progresistas tengan ciertas garantías por parte de Sinema y Manchin que la versión del BBB que aprueben será también aprobaba en la cámara alta. Manchin es un hombre de palabra (y por mucho que me mofe de él, alguien que sabe ganar elecciones como demócrata en West Virginia merece mi respeto), pero Dios sabe qué les dirá Sinema.
Deuda y gasto
Estas dos leyes van juntas, en parte porque los demócratas se han intentado pasar de listos y les ha salido mal. La cámara de representantes aprobó, la semana pasada, una ley que incluía de forma conjunta el dinero para mantener el gobierno federal abierto, además de gasto para refugiados afganos y para responder a desastres naturales, junto a la autorización para subir el techo de la deuda a un nivel suficiente para que durara hasta finales del 2022.
Ayer lunes el senado votó sobre este plan, y los 50 senadores republicanos se opusieron. El problema, de nuevo, es que tanto deuda como gasto van por procedimiento ordinario, y eso requiere 60 votos en el senado. El GOP, ante el dilema de volar la economía mundial por los aires y destruir el crédito del país o darles una victoria a los demócratas, ha preferido la primera opción, confiando de que si el mundo estalla los votantes le echaran la culpa a Biden, no a ellos.
Esta teoría puede que sea cierta, ya que la prensa en Estados Unidos tiende a ser increíblemente mala cubriendo las disputas en el congreso. James Fallows explica por qué esto sucede aquí con cierto detalle. Aunque parece que esta vez los medios están prestando un poco más de atención y los republicanos se están llevando más las culpas (con la excepción del NYT, que está cubriendo esto de pena), la mayoría de los votantes no prestan atención al día a día de las batallas legislativas en el congreso. Si la economía salta por los aires no van a leer los editoriales del WaPo explicando por qué el GOP acaba de volatilizar el sistema financiero, sino que le echaran la culpa al presidente.
La ficción del techo de la deuda
Lo divertido de todo este asunto es que el techo de la deuda es, como muchas otras cosas en la política americana, una obligación autoimpuesta, no un precepto constitucional. El congreso creó este mecanismo en 1917, y si quisieran, simplemente podrían suspenderlo de forma indefinida o directamente eliminarlo.
El requisito de 60 votos para aumentar el techo de deuda es también completamente artificial. El senado decide las reglas sobre su funcionamiento, y el filibuster, esta estúpida norma que exige una mayoría de tres quintos para poder votar una ley (técnicamente, no votarla, sino cerrar el debate y permitir una votación), no está en la constitución. El senado podría votar por mayoría simple, porque las normas del senado no están sujetas al filibuster, una enmienda al reglamento que dice que las votaciones sobre el techo de la deuda no necesitan supermayorías. Si no lo hacen es porque no quieren, o más concretamente, porque hay algún senador demócrata imbécil (léase Sinema) que se opone a ello.
La cosa va más allá. Es muy probable que el techo de la deuda sea inconstitucional, ya que contradice la 14º enmienda (“The validity of the public debt of the United States, authorized by law … shall not be questioned.”). Biden podría decir que seguirán emitiendo deuda, y que, si alguien quiere llevarle a los tribunales, que lo intente, ya que nadie parece tener derecho a hacerlo. Esta parece ser la opción favorita de Nancy Pelosi, por cierto, pero creo que el senado hará algo antes de que sea necesario jugar a los bolos con la economía mundial en el supremo.
Mi solución preferida, sin embargo, merece un apartado especial, porque es tan absurda que deberían usarla.
La moneda gigante de platino
El departamento del tesoro de los Estados Unidos tiene la potestad de acuñar monedas e imprimir billetes. Por motivos que no vienen al caso (hablo un poco más ello aquí), un billete o moneda es una forma de deuda; una promesa que te hace el gobierno federal de aceptar ese papelito o trozo de metal que te están dando cuando les pagues tus impuestos.
El tesoro tiene un límite formal sobre cuántos billetes puede emitir, pero no sobre el número de monedas. Y aunque las denominaciones están reguladas por ley, hay una curiosa excepción que permite acuñar monedas de cualquier denominación, sin límite, siempre que estas sean de platino.
La semana que viene, ante la bancarrota inminente del país, el departamento del tesoro podría acuñar cinco monedas de platino por valor de un billón de dólares, ir a la reserva federal, e ingresarlas en la cuenta corriente del país. El banco central estaría legalmente obligado a aceptar el dinero, y Estados Unidos podría seguir pagando sus deudas sin interrupción.
Sí, es una idea increíblemente estúpida, pero es plenamente legal. Si se hace bien, no sería ni siquiera inflacionaria; la reserva federal podría vender activos en su balance para esterilizar la compra y que no aumentara la base monetaria. No se hará porque bueno, este es un país que no tiene sentido del humor, pero deja bien claro lo idiota que es toda esta crisis.
Bolas extra:
La parte más importante (y que más dinero cuesta) de tanto el BIF como BBB son todas las medidas para combatir el cambio climático, que las hay a patadas. Los medios apenas han hablado de ello, y se han centrado en otras cosas. Es algo digno de ver.
Tenemos datos oficiales: los homicidios aumentaron casi un 30% en Estados Unidos el año pasado, una subida fuera de la escala comparada con cualquier otro país desarrollado.
Un movimiento de extremistas-frikis autoproclamados los “moros soberanos” (no, no es coña) de Nueva Jersey (no, no es coña) que se dedican a saltarse leyes y ocupar casas por las bravas. Sólo respetan el derecho del mar (no, no es coña) y se pasan la vida poniendo pleitos espurios y diciendo que todo es propiedad suya. Este país nunca deja de sorprenderme.
La mayor autocracia del planeta: Facebook.
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Oye, cuando Trump no hubo también una situación de banca rota y los funcionarios no fueron a trabajar en bastante tiempo? O me estoy liando: